La Jornada sábado 4 de octubre de 1997

Carlos Fuentes
La Europa de Zedillo

La Europa que visitará la semana entrante el Presidente de México es muy distinta de la que conoció hace unos dos años. La mayoría de los gobiernos son ahora de centro-izquierda (once en total) y sólo dos, los de Alemania y España, de centro-derecha. Las victorias electorales del laborista

VTony Blair en el Reino Unido y del socialista Lionel Jospin en Francia, señalan el fin de la predominancia casi dogmática de los evangelios según Ronnie (Reagan) y Maggie (Thatcher). El capitalismo salvaje ha demostrado sus limitaciones y los electores lo han rechazado a favor de formas más equilibradas de coexistencia entre el sector público y el privado, entre la política social y la dinámica empresarial.

Bendecido, sin duda, por los antiguos dioses druidas, Tony Blair, a los cinco meses de su elección, conoce una aprobación pública asombrosa: el 95 por ciento de los británicos aplaude su gestión. Esta no ha sido la más fácil, sin embargo. A Blair le ha tocado soportar o iniciar, una tras otra, seis pruebas: la entrega de Hong Kong a China, el reinicio de las pláticas con los insurgentes irlandeses, la muerte de la princesa Diana, las elecciones para la devolución parlamentaria en Escocia y el país de Gales y un nuevo acuerdo con los sindicatos. De todas ellas ha salido airoso, demostrando una sensibilidad política comparable a la de un Churchill, un Disraeli o, yendo aun más atrás, un Pitt, el primer ministro inglés más joven con anterioridad a Blair.

En Francia, el gobierno socialista ha logrado lo que parecía imposible en junio de este año: asegurar que el año entrante el déficit del sector público no rebase el sacrosanto 3 por ciento del PIB francés, permitiendo el ingreso francés al euro, la moneda común. Al mismo tiempo, Jospin ha aumentado los presupuestos para la educación, la cultura y la justicia, ha equilibrado la carga impositiva y empieza a cumplir su promesa de crear más empleo. El brillante ministro de Finanzas francés, Dominique Strauss-Kahn, ha explicado las razones de este éxito: el crecimiento económico, que ya ha duplicado en 1997 el del año anterior y lo triplicará el año que viene.

¿Que el gobierno socialista está cosechando los frutos de un crecimiento iniciado bajo el gobierno conservador? Cierto, posible y mala suerte para éste. Como Clinton respecto a Bush en Estados Unidos, Jospin respecto a Juppé en Francia no sólo recoge: fortalece, prolonga, publicita y le devuelve a la economía lo que la derecha le quitó: la esperanza.

En cambio, el gigante de la economía europea, la República Federal Alemana, se ve empequeñecido estos días. El presidente Zedillo visitará una Alemania morosa, incierta sobre su porvenir político y económico, su voluntad para competir internacionalmente, y aun su capacidad para manejar con transparencia las finanzas públicas. El freno que lastró el vuelo espectacular de la Alemania occidental fue la precipitada, aunque acaso inevitable, fusión con la Alemania Oriental. Este es el tema que, insuperablemente, trata Günter Grass en su más reciente (y una de sus mejores) novelas, Toda una historia.

Pero Europa entera sabe, de todos modos, que los problemas actuales de la República Federal son pasajeros y velan una reestructuración industrial profunda que pondrá al día una actividad productiva que, acaso, ha conocido demasiados éxitos y se ha dormido en demasiados laureles.

Ernesto Zedillo viaja a Europa en un momento en que la percepción extranjera de nuestro país ha cambiado sustancialmente. Hablando de laureles, el Presidente cosechará sin duda los de una opinión europea que tiende a identificarlo como artífice de la democratización mexicana. Pero esa misma opinión se pregunta por qué el partido del Presidente, el PRI, se empeña en ponerle tantas piedras en el camino, no sólo a la democracia sino al propio Presidente.

La fatalidad de nuestra vecindad con Estados Unidos nos impone la voluntad de diversificar con Europa nuestra política y nuestro comercio. Es un buen momento para intentarlo. El PRI manejó durante demasiado tiempo la mediación del miedo: sin el partido oficial, México perdería estabilidad, credibilidad, inversiones, prestigio.

La derrota priísta del 6 de julio ha probado todo lo contrario. No es el PRI, sino la democracia pluripartidista, lo que le da a México estabilidad financiera, confianza internacional, flujo de inversiones y prestigio.

Ernesto Zedillo, para bien de México, puede ahora aprovechar estas virtudes. Ojalá que su incorregible partido no se las convierta, como es su costumbre, en vicios. O como dice Xavier Wimer parodiando las chifladuras barrocas de nuestra política, ``¿para qué hacer las cosas sencillas, si las podemos hacer complicadas?''.

Es hora de recordar, sin renunciar a la complejidad de las cosas, la frase famosa y contraria del filósofo norteamericano H.D. Thoreau: ``Simplifica, simplifica''.

Nada aclara y fortalece más a México y a su Presidente en este momento, dentro y fuera del país, que la nueva democracia mexicana --tan fácil, pero tan compleja.