Jordi Soler
Música en el avión

Con una playa de olas grandes de fondo, Dick Dale explica el origen de la subdivisión musical del Surf. Dice que todo viene de su experiencia en la tabla de surfear: cuando el rizo de la ola lo envuelve, el agua hace ese ruido que él reproduce en su guitarra. Así de simple, no hay más que meterse a surfear a través del rizo para comprobarlo. Little Richard, por su parte, tiene una explicación más comprobable para su música. Cuenta, sentado frente a su piano, que cuando era niño vivía en una casa de lámina, de un solo espacio, donde compartían ideas, humores y estertores, sus padres, él mismo y sus hermanos. A la mitad de estas noches de convivencia familiar intensa, pasaba un tren junto a la casa, que estaba por cierto al lado de las vías, y hacía temblar el piso y las láminas con un ritmazo que definió su estilo musical.

Otra explicación por el mismo rumbo, y además perfectamente comprobable, es la que da Iggy Pop, con un atardecer en el desierto de fondo. Cuando era jóven trabajó en la planta ensambladora de automóviles Ford, en Detroit; empezó en el nivel básico que era apretar tuercas en los carburadores que iban pasando por una banda mecánica, luego le tocó nivelar los calabazos y más tarde sellar varias piezas del carter con silicón. El último puesto que tuvo, porque de ahí salió disparado a componer sus primeras canciones, fue el de accionar el troquelador de defensa: una masa enorme de hierro caía sobre el troquel y dejaba formada la pieza. El ruido que producía fue inspiración suficiente para Iggy, quien hasta la fecha sigue componiendo con aquel canon, que además puede distinguirse en sus canciones.

La BBC conserva la grabación de un show inglés de tele, donde aparece un vaquerito de unos 9 años rascando su guitarra de palo junto a unas rodillas de vaquero adulto, que se flexionan y desflexionan de una manera que nos hace pensar que también está tocando la guitarra. La canción de género country (para hacer juego con el género del vestuario del niño y del medio adulto) termina y el público del plató aplaude. El conductor del programa se acerca y pregunta su nombre al niño. ``James Page'', responde. ``¿Y vas a ser guitarrista de grande?'', pregunta el entrevistador animado por el talento de la criatura. ``No --dice-- quiero hacer investigaciones biológicas''. Quizá Jimmy Page hubiera sido el peor biólogo del mundo.

El menú musical para el viaje incluía cuatro discos que había elegido cuidadosamente, pensando en los estados de ánimo que suelen apoderarse del cuerpo del pasajero, en pleno vuelo, amarrado a su asiento, a un velocidad crucero de 950 kilómetros por hora, sobre el mar. El viaje era al oriente y había que tomar precauciones: el Surf de Dick Dale para cuando la nave pasara entre las nubes; Little Richard para las bolsas de aire de movimiento trepidatorio; el ritmo seco de Iggy Pop para el vuelo limpio y Led Zeppelin para cubrir cualquiera de las posibilidades anímicas que dejaban descubiertas los otros tres. Escogió asiento junto a la ventana para maniobrar su reproductor de CD con más facilidad. El avión comenzó a avanzar sobre la pista. La música ambiental que salía por las bocinas del techo fue interrumpida por la voz de una azafata que, de un lado para otro con el vaivén, explicaba en dónde quedaban las puertas de emergencia, luego avisaba que el cojín del asiento podía funcionar de cojín flotador, que en caso de despresurización súbita en la cabina caerían del techo, de ahí de donde ya no caía la música, mascarillas de oxígeno y terminaba su explicación colgándose el chaleco salvavidas y haciendo como que soplaba para inflarlo a pulmón.

El final fue el nombre del capitán, el tiempo estimado de vuelo, el agradecimiento por volar en esa compañía y un anunció que vino a arruinar el menú de los cuatro discos elegidos cuidadosamente: ``está prohibido usar durante el vuelo teléfonos celulares y cualquier tipo de aparato electrónico, como computadoras personales, y reproductores de casetes y de discos compactos''. El anuncio lo dejó helado, durante la explicación había metido el primer disco y ya estaba casi listo para ponerse los audífonos y echarlo a andar, y ahora le venían con esa prohibición absurda. ¿Qué puede pasar si oigo mis discos?, ¿un ruidito en el tablero de controles? Antes de que el avión despegara, pasó otra azafata repartiendo audífonos para conectarse con el sonido local.

Esa maniobra dejaba las cosas claras, los reproductores de música estaban prohibidos para darle juego a la programación musical de la línea aérea que casi siempre era terrible. Se colocó los audífonos. El avión aceleró a fondo y empezó a elevarse. Antes de encender el aparato que resolvería los baches anímicos del vuelo, echó un vistazo por la ventanilla, Manhattan desde arriba era un espectáculo deslumbrante. Puso el dedo índice sobre la tecla que decía play, dudó unos instantes y la oprimió. El avión estalló en el aire y los restos cayeron al mar.

[email protected]