Las modificaciones que se propongan para el presupuesto del año próximo dependerán en buena medida de las recomendaciones que efectúen las comisiones legislativas recientemente constituidas. Desde el punto de vista presupuestal, las más importantes son las de Hacienda, Programa- ción y Presupuesto y Educación. Esta última es fundamental porque el gasto en educación es el más cuantioso dentro del sector público, después del servicio total de la deuda (interna y externa).
La actual administración sostiene que la educación es prioridad fundamental del Estado. No obstante, dentro del presupuestal programado y realizado, el gasto directo del gobierno federal en educación no ha aumentado, sino que ha tendido a disminuir como proporción del total de los egresos públicos entre 1995 y 1996. Ello es francamente sorprendente, ya que 1995 fue un año de profunda crisis económica, mientras que desde el punto de vista fiscal, 1996 fue de considerable bonanza por razón del aumento en los ingresos petroleros.
La historia del gasto público en la educación en México ofrece numerosas lecciones. Durante el siglo XIX, el gobierno federal gastaba muy poco en el sector educativo, alcanzando menos de 5% del gasto total durante el porfiriato. En tanto constituía uno de los más importantes bienes públicos que proporcionaba el Estado para la población, cabría preguntar si la escasa inversión en este rubro no habría contribuido al profundo descontento social que hizo estallar la revolución.
Los dirigentes postrevolucionarios claramente lo pensaron, como se observa en el hecho de que desde la administración de Alvaro Obregón se produjo un incremento notable del gasto en educación, alcanzando un promedio de 8% del gasto total en los años 20. Durante el decenio de 1930, volvió a incrementarse, promediando un poco más de 12% de los egresos gubernamentales, decayendo en términos relativos en las décadas de 1940 y 1950. No sería sino hasta mediados de los años 60 que volvió a incrementarse sustancialmente, y desde entonces tendió a crecer progresivamente, alcanzando más de 20% hacia fines del decenio de 1970, nivel en donde se ha mantenido con variaciones desde entonces. En 1995 y 1996, por ejemplo, el gasto en educación constituyó un poco más de 22% del total del gasto del presupuesto federal.
Hoy en día, la inversión en la educación es cada vez de mayor importancia para el desempeño de la economía en una época de globalización, de revolución de la cibernética, y de las telecomunicaciones, procesos que indican que los países que no realicen un esfuerzo descomunal en la mejora de la educación básica y avanzada en este preciso momento, están condenados a quedar atrasados.
Sin embargo, en años recientes el gasto en educación en México no aumenta en términos reales ni como proporción del PIB. Por otra parte, la caída sostenida de los salarios reales de los maestros es indicativo de la notoria caída en la calidad de la educación. Disminuir los ingresos de maestros primarios y secundarios durante más de un decenio no conduce a una mejora de la educación. Sin un profundo y radical cambio en las políticas del gobierno para dinamizar la educación, la economía mexicana va a perder el tren de la modernización.