La Jornada 5 de octubre de 1997

Arribará hoy Chapa al DF, en vuelo comercial

Braulio Peralta, corresponsal, Madrid, 4 de octubre Ť El ex fiscal de la Procuraduría General de la República (PGR), Pablo Chapa Bezanilla, llegará mañana a las 14:30 horas a la ciudad de México, en el vuelo comercial 455 de Aeroméxico, procedente de España.

Escoltado por un discreto aparato de la Policía Judicial Federal -que anoche llegó a esta ciudad para tal cometido- Chapa Bezanilla viajará con el agregado de la PGR para la Unión Europea y Suiza, José Luis Cervantes, que hará la entrega del detenido a los jueces 16 y 50 mexicanos, en el Reclusorio Oriente, la tarde del domingo.

Chapa Bezanilla abandonó este mediodía la prisión de alta seguridad de Soto del Real para ser trasladado a una oficina del Cuerpo Nacional de Policía Española donde, según lo previsto, pasará su última noche en Madrid. A primera hora de la mañana se hará la entrega a las autoridades mexicanas.

Una furgoneta blindada de la policía española lo llevará al aeropuerto de Barajas de esta ciudad, con la ayuda de elementos de la Interpol en España. Fuentes del cuerpo policial han informado que el detenido se ha mostrado tranquilo ante los últimos movimientos. No lleva equipaje ni compañía familiar.

En el expediente gubernativo 20/97 de la Audiencia Nacional, quedan pendientes de entregar a las autoridades de México todos los bienes incautados y asegurados al detenido, desde el pasado 16 de mayo. (Se trata de objetos personales confiscados en su departamento alquilado en el lujoso suburbio de Majadahonda).

El viaje de Chapa Bezanilla está previsto para salir de Madrid directo a México a las 9:10, hora local. Viaja en clase turista de un vuelo regular sin asientos desocupados. Será el último periplo de Chapa Bezanilla después de huir en febrero pasado de la justicia mexicana rumbo a Estados Unidos, primero, y Franckfurt y Madrid, después.

La entrega de las autoridades españolas a las mexicanas está prevista tres horas antes de la partida a México, en el aeropuerto de Barajas. Existen instrucciones del procurador General de la República, Jorge Madrazo Cuéllar para que se le dé al detenido un trato digno a los cargos que ocupó en el servicio público.

Chapa Bezanilla y su escolta particular serán los primeros en ingresar al avión, antes que cualquier otro pasajero. Y, dependiendo de las circunstancias, podrá ir o no esposado. En el momento que suba al avión, el servicio de la policía española se deslinda del resto de los sucesos.

La única vez que los medios de comunicación pudieron ver a Chapa Bezanilla fue el pasado 22 de julio, cuando el fiscal jefe de la Audiencia Nacional, Eduardo Fungairiño, le dio a conocer el propósito de extradición solicitado por el gobierno de México. El se negó y se declaró inocente.

Su aspecto en aquel entonces era el de un hombre sonriente, delgado y de cabello castaño claro (teñido), vestía pantalón beige, saco a cuadros y corbata. Durante su estancia en las cárceles de Madrid (en Carabanchel del 17 al 20 de mayo pasado, y en Soto del Real, del 21 de mayo hasta el día de hoy), tuvo que llevar el riguroso uniforme de cualquier interno.

Nunca dio entrevistas a medios de comunicación nacional ni internacional. A la petición formal de una con La Jornada, respondió por medio de su bufet de abogados: ``el señor Chapa Bezanilla declina, de momento, dicha invitación''.


Juan Manuel Venegas Ť ``¿Quién es Pablo Chapa Bezanilla? ¡Yo ni lo conozco...!'', habría dicho Antonio Lozano Gracia a su entonces amigo y abogado de confianza de la PGR, Juan Velázquez, cuando éste, después de rechazar el cargo de fiscal que el panista le había ofrecido, le propuso el nombre de quien al paso de los meses el propio panista convertiría en el superpolicía de México.

Eran los primeros días de diciembre de 1994. Chapa estaba ya al borde del desempleo tras ocupar la dirección de Averiguaciones Previas de la Procuraduría General de la República (PGR), en la que -confiaba entonces a los reporteros- disfrutaba ``mucho'' los operativos contra la piratería.

Por esos días, decenas de reporteros hacían guardia en el edificio de la PGR en espera de alguna noticia del asesinato de José Francisco Ruiz Massieu. Era ese caso la papa caliente de la dependencia y Chapa cruzaba la calle a pie, sin escolta, del edificio de Averiguaciones Previas a las oficinas centrales de la Procuraduría, en Reforma 75. ``Yo no sé nada de esos asuntos... estoy totalmente ajeno. ¡Si quieren les informo de las cintas piratas que hemos asegurado!'', decía a los reporteros que buscaban alguna filtración.

Ese era Chapa Bezanilla, el mismo que el 5 de diciembre de 1994, mientras empacaba en unas cajas de cartón el archivo de su paso por Averiguaciones Previas recibió la visita de Juan Velázquez, quien -de acuerdo con su propio testimonio- le ofreció sin ningún rubor si quería ser fiscal especial para investigar los crímenes políticos en México.

Así fue. Velázquez convenció a Lozano Gracia y el 16 de diciembre, en conferencia de prensa, ambos se encargaron de presentar públicamente al nuevo fiscal que en dos años provocaría -como definió Jorge Madrazo- ``una de las peores crisis de credibilidad'' en el sistema mexicano de procuración de justicia.

Titubeante su voz, sin parpadear, diminuta su figura flanqueda por los sonrientes Lozano y Velázquez, Chapa ofreció entregar resultados ``a corto plazo''. Y cumplió.

Cuando todavía no tenía ni tres meses en el cargo, presentó sus primeros resultados y con ello se iniciaron los escándalos político-policiacos que amenazan con volverse a desatar a partir de mañana, cuando declare en la rejilla de prácticas del juzgado 16 del Reclusorio Oriente, donde ocupará una celda a partir de las cuatro de la tarde de este día.

El mismo aceptó ser juzgado en México y, según la oferta del procurador Madrazo, una vez aquí ``Chapa deberá aclarar todo lo que hizo'': los pagos a testigos en el caso Ruiz Massieu, la siembra de la osamenta de El Encanto, la contratación de una vidente, las complicidades que tuvo, los motivos que lo llevaron a fabricar pruebas y su huida.

Pero además, el ex fiscal tiene pendiente en México otra aclaración: el expediente Colosio y la línea de investigación a la que siempre se aferró: el presunto complot político orquestado desde Los Pinos.

La entrevista Lozano-García Reyes

El 24 de febrero de 1995, Chapa Bezanilla dio a conocer ``la prueba'' de su tesis del complot político para eliminar a Luis Donaldo Colosio. Esa prueba tenía nombre y apellido: Othón Cortés Vázquez, un joven oaxaqueño radicado en Tijuana, mandadero de la directiva del PRI local.

Según las pesquisas de Chapa y sus colaboradores, dos personas habían disparado contra el candidato: Mario Aburto hizo el tiro a la cabeza y Othón al abdomen. Y el oaxaqueño ocupó desde ese día una celda en el penal de Almoloya de Juárez.

Pero el descubrimiento del fiscal y compañía no paró ahí. Apasionado de las filtraciones de prensa -``así observo cómo reaccionan los involucrados'', confiaba a sus amigos-, pronto empezaron las publicaciones y por todo México se pudo observar una imagen: Othón, ``uno de los asesinos materiales'' de Colosio, manejando el automóvil del general Domiro García Reyes el día del crimen en Lomas Taurinas.

El jefe de seguridad personal de Colosio -se dijo entonces- mantenía relación con Cortés y durante 1995 y parte de 1996, el general García Reyes se convirtió en la presa a la que Chapa siguió con todo su ``fervor''.

``Llegaré hasta sus últimas consecuencias'', decía una y otra vez, y a tal grado era su convencimiento de que seguía la línea de investigación correcta, que su entusiasmo contagió a su jefe Lozano Gracia.

La página 147 del libro Domiro, de los periodistas Joaquín López Dóriga y Jorge Fernández Menéndez, cita una conversación entre Lozano y García Reyes. El entonces procurador dijo al general: ``Yo estoy enterado de que a usted el presidente Salinas le insinuó que había que eliminar al licenciado Colosio, que como no quería renunciar había que eliminarlo''.

La cita, grabada por Domiro y publicada por los periodistas, nunca fue desmentida del todo por Lozano, a tal grado que en una entrevista concedida a este diario, Fernández Menéndez retó: ``Si Domiro mintió, que el procurador no nos deje con esa sola versión'' (La Jornada, 3 de agosto de 1996, página 3).

Y todo se quedó en el escándalo nunca aclarado por la PGR de Lozano, que vio cómo unos días después la tesis de su fiscal se venía abajo: Othón fue declarado inocente por un juez federal, que además concluyó que Chapa no ofrecía más que testimonios ``extemporáneos e inducidos''. Ante la magnitud del revés, por órdenes de Ernesto Zedillo el fiscal Chapa fue separado del caso Colosio, que empero siguió investigando, según su sucesor Luis Raúl González Pérez.

La ``traición'' a Juanito y la detención de Raúl Salinas

Y si en el caso Colosio el objetivo de Chapa llegaba hasta el ex presidente Salinas, sus pesquisas por el homicidio de Ruiz Massieu aún tienen en jaque no sólo al ex mandatario, sino a toda su familia: desde el 28 de febrero de 1995 Raúl está preso en Almoloya, acusado de ordenar el asesinato del secretario general del PRI, y a lo largo de la estancia de Chapa en la fiscalía, fueron constantes las filtraciones que involucraban en hechos ilícitos incluso a Adriana Salinas.

Todo empezó con un engaño de Chapa a su amigo Juan Velázquez, entonces coadyuvante en los casos Colosio y Ruiz Massieu, como enviado de los deudos de las víctimas.

Velázquez había puesto a Chapa y entonces eran los grandes amigos. El primero asesoraba y tiraba línea al segundo. Pablito y Juanito, como se llamaban, compartían entre ellos todo el expediente Ruiz Massieu.

Pero la relación terminó en odio. Y en la última semana de febrero de 1995, Chapa era insistente ante Velázquez: ``Juanito, el nombre del ingeniero Salinas sigue apareciendo en la investigación, yo no creo nada de lo que se dice, pero es mejor que todo se aclare. Dile que venga a declarar y aclaramos de una vez por todas este asunto''.

El abogado accedió y pidió a Raúl que suspendiera sus vacaciones en Estados Unidos. Ajeno a lo que preparaba Chapa, el hermano del ex presidente regresó a México el 28 de febrero y ese mismo día, en la casa de su hermana Adriana, fue capturado.

El pago a los testigos

Entre los testigos que Chapa consideró para inculpar a Salinas de Gortari, desde un inicio sobresalen Fernando Rodríguez González y María Bernal Romero, a los que sin embargo pagó y otorgó algo más: protección y renta de departamento (en el caso de la mujer) por su colaboración en las indagatorias.

El 16 de febrero de 1995, el fiscal visitó en Almoloya a Rodríguez González y, según consta en actuaciones judiciales, le dijo: ``Ya sé que Salinas fue, pero necesito que alguien me lo diga...'' Al día siguiente la hija de Fernando recibía un cheque por 500 mil dólares de manos del ex oficial mayor de la PGR, José Antonio Gándara. Bernal Romero, ex amante de Raúl, aseguró que en una ocasión éste le confió que mataría a su ex cuñado José Francisco porque ya le ``había hecho muchas y lo tenía hasta la madre''. La mujer estaba en la nómina de la fiscalía.

La Paca y la osamenta de El Encanto

Finalmente, en las investigaciones de Chapa tuvo lugar una vidente: Francisca Zetina, La Paca, quien recibió un millón de pesos por preparar toda el escenario para el descubrimiento de la osamenta en El Encanto, una finca propiedad de Raúl Salinas, donde según el fiscal estaban enterrados los restos de Manuel Muñoz Rocha, el desaparecido ex diputado priísta coautor intelectual del homicidio de Ruiz Massieu.

El principal cómplice de La Paca para estos fines, Ramiro Aguilar, sería beneficiado con 2 millones de pesos. Todo fue un fiasco. Ni los restos eran de Muñoz ni Chapa fue engañado por la chamana y sus amigos, sino que indujo los hechos. Ahora, en México, el ex fiscal será procesado por delitos contra la procuración de justicia y tendrá que aclarar expedientes abiertos sobre las investigaciones que siguió apoyado por un procurador que ni siquiera lo conocía cuando decidió encumbrarlo como el superfiscal.