La Jornada domingo 5 de octubre de 1997

Horacio Flores de la Peña
El capitalismo mafioso/I

Cada 20 ó 30 años, el modelo económico utilizado para lograr un crecimiento mayor y un bienestar colectivo creciente se desploma por rehuir las reformas necesarias para que funcione bien. Así se crea un periodo de desorganización que aprovecha el neoliberalismo para crear otro modelo, donde en la vida cotidiana predomina la deshonestidad, y en el campo de la ciencia la mitología económica que se presenta como verdad indiscutible.

Se supone que el nuevo modelo, el neoliberalismo, utiliza más el conocimiento científico y la técnica, y no sólo el trabajo en el proceso productivo, buscando un marco de más iniciativa privada y sólo el estado necesario para garantizar el ejercicio de las nuevas reglas del juego y garantizar la seguridad de las utilidades.

Todas las economías, socialista o sistema de economía mixta, que ignoraron un sano gradualismo al cambiar de modelo, no crearon sistemas capitalistas incipientes, sino sistemas neoliberales autoritarios que viven de hinojos ante la economía de mercado con una exaltación sin límite a las utilidades, a los empresarios que logran proletarizar una buena parte de la clase media y aplastar a los trabajadores y a los indigentes.

No se toma en cuenta que si una economía concentra, en forma desmedida, el ingreso en unas cuantas personas o negocios, la sociedad no se enriquece sino que se empobrece, porque en la economía nada se pierde, lo que gana uno lo pierden los demás. Por eso, la falla principal de este modelo es la contracción del mercado o de la demanda efectiva.

Cuando esto ocurre se crea un enorme malestar social, que pronto toma la forma de una inseguridad colectiva y rebasa la capacidad represiva de policías y soldados, y ante la cual el gobierno resulta impotente, en parte por complicidad y muy frecuentemente por ineptitud para hacerle frente a una situación inesperada.

Esta violencia incontrolable se ha presentado en todos los países en transición, pero donde alcanza un nivel mayor es quizá en Rusia y Europa del Este. Desgraciadamente, la situación de Rusia guarda una escalofriante semejanza con lo que empieza a pasar en nuestro país, donde las mafias cada vez son más fuertes y están mejor organizadas.

La violencia y el desplome total de las normas de convivencia democrática, pacífica y civilizada, es el pago que hace la colectividad por la persistencia de los gobiernos neoliberales para defender la avaricia como meta, la acumulación desmedida de riqueza como fin, y el olvido piadoso de los trabajadores y de los pobres, para calmar la conciencia. Es necesario tender ya un puente de justicia social entre la iniciativa individual y las ambiciones de la colectividad.

Además, todos estos países de tránsito acelerado a la economía de mercado no logran establecer siquiera un capitalismo incipiente, sino gobiernos y economías frágiles, que fueron abriendo la puerta a un capitalismo mafioso, donde pocos hombres o compañías controlan la economía dentro y al margen de la ley. Para los países no es posible la aceptación y permanencia de una economía totalmente libre que, como dice el presidente ruso, aprovecha esta libertad para violar la ley y aplastar a los demás. Le tomó tiempo, y una caída brutal de PNB, aprender la lección; nosotros aún no llegamos a este punto, todavía nuestro gobierno cree que vivimos el mejor de los mundos.

En esta situación florece el tráfico clandestino de armas, de enervantes y el contrabando en todas sus formas; el cohecho y la corrupción permean las relaciones de todo tipo. Además, el empobrecimiento acelerado de la población, y la marginación y la insensibilidad del Estado propician la existencia de un sistema de guerrilla cerrada o abierta como una manifestación elemental de descontento. Las guerras de baja intensidad se vuelven permanentes y más costosas en vida y dinero.

Se desploma, también, la economía formal y los productores agrícolas e industriales se ven marginados sin misericordia. Surgen grupos aventureros que primero se convierten en banqueros y después en especuladores que, con frecuencia, quiebran sus bancos en provecho propio.

A los comerciantes los sustituye el comercio informal, y en algunos casos el contrabando. A los trabajadores se les explota, cada vez mejor, a través de la desregulación del trabajo. En Rusia, de 2 mil bancos quedan como cien, y el contrabando hormiga representa cerca de 16 mil millones de dólares. Pero el gobierno asegura que la economía crecerá ya 1.5 por ciento al año. ¿Cuántos años les va a tomar reponer la caída de 30 a 40 por ciento del PNB después de que abrazaron la fe neoliberal?

Mientras tanto, los gobernantes hacen un discurso que no tiene nada que ver con la realidad, pidiéndole a un pueblo hambriento que ahorre y que toda la sociedad practique las reglas de una sana economía doméstica; se les olvida que las virtudes privadas, en economía, se convierten en vicios públicos y a la inversa.