Está surgiendo un México nuevo. Tras las elecciones del pasado 6 de julio nuestro país ha entrado a un proceso de cambio tenso e intenso. Para construir un futuro mejor, es indispensable abrir todas las cuestiones nacionales al análisis participativo de la sociedad. Una de tales cuestiones es la salud. Como una lente de aumento, la salud refleja, y también magnifica, los cambios que México experimenta en todos los órdenes. La salud está ligada al destino general de la Nación. A medida que el país se transforma, el sistema de salud debe hacerlo también.
Ante los retos que impone la búsqueda de nuevos caminos para México, me resulta especialmente estimulante la generosa oportunidad que me brinda La Jornada para retomar la labor de análisis y reflexión periodística que he realizado a lo largo de casi dos décadas en diversos medios. A través de este espacio será posible examinar los problemas centrales del sistema de salud y también algunas de sus posibles soluciones. Si el tipo de examen crítico que La Jornada ha impulsado era indispensable en el camino hacia un México democrático, hoy que hemos llegado a un punto culminante de ese camino se vuelve más urgente que nunca consolidar los espacios del debate público. Ampliar los márgenes de este debate a campos específicos de las políticas públicas, como el de la salud, puede enriquecer el panorama de la discusión nacional. Se trata, en efecto, de desarrollar un género periodístico innovador en nuestro medio: el editorial especializado --complementario al editorial político de carcter general-- que se enfoca en áreas específicas de nuestra vida social. Ello permite sacar a temas como la salud de los cotos cerrados de especialistas y llevarlos a un foro abierto. En esta forma se rescata, para la sociedad, un saber que a menudo ha sido expropiado por los expertos y que constituye, sin embargo, un elemento esencial para el avance de la democracia.
En el caso de la salud, el acceso de la población y sus representantes políticos a ese saber reviste una importancia especial, pues las condiciones de salud y enfermedad, el disfrute de las prestaciones y el acceso a los servicios representan situaciones íntimamente ligadas a la vida cotidiana y al bienestar concreto de las personas. Es por ello que la salud ha adquirido un carácter político. Las preocupaciones de la población por el cuidado de su salud han sido incorporadas a los programas de los partidos y a los intereses de los organismos de la sociedad civil. Además, las condiciones de salud afectan la legitimidad de un régimen de gobierno, pues reflejan la preocupación real por el bienestar de la población.
Este momento de cambio político tan profundo en México está coincidiendo con un período de transformaciones igualmente profundas en los sistemas de salud. De manera similar a lo que sucede en el resto del mundo, en México se está dando una búsqueda por mejores formas de regular, financiar y prestar los servicios de salud. Ante el agotamiento de los modelos vigentes, se ha puesto en marcha un proceso de reforma que puede tener repercusiones muy importantes en el bienestar social, el crecimiento económico y la estabilidad política.
Ninguna reforma adecuada puede imponerse a una población escéptica o pasiva. Directamente y a través de sus representantes, la población debe ser un constructor activo del nuevo sistema de salud. Hoy más que nunca, es necesario establecer un Pacto Social por la Salud, mediante el cual se eche a andar un mecanismo plural y participativo para generar los cambios que el país quiere y requiere. La renovación del Congreso, las iniciativas del Ejecutivo, la revitalización de los partidos y la creciente conciencia de la población sobre sus derechos sociales, son todas señales positivas de lo que podría ser una nueva era para la salud en México.
En el debate por la reforma de la salud habrán de dirimirse, además, otras cuestiones cruciales para el futuro del país. En su esencia, la salud toca los más profundos valores de una sociedad --los que tienen que ver con la dignidad de la vida humana. Como en pocos campos, estos valores son compartidos por prácticamente todos los grupos de la sociedad. La salud puede ofrecer, por lo tanto, un punto de convergencia donde pueda expresarse la búsqueda compartida por un mayor desarrollo económico y una mejor justicia social.
El autor es Vicepresidente Ejecutivo de la Fundación Mexicana para la Salud A.C. y director de su Centro de Economía y Salud.