Entre algodones, el viaje de Chapa a México
Juan Manuel Venegas y Gustavo Castillo Ť ``Todo lo vamos a aclarar, licenciado'', fue el saludo y la oferta de Pablo Chapa Bezanilla al subprocurador José Luis Ramos Rivera.
-``Así lo esperamos todos'' -contestó el funcionario que se encargó de convencer, primero, a la familia y, después, al propio Chapa, de desistirse de sus intentos de quedarse en España.
Sonriente, de buen humor y hasta amable con quienes lo investigan, el ex fiscal de los casos Colosio y Ruiz Massieu había viajado 12 horas de Madrid a la ciudad de México sin escalas. En el vuelo 455 de Aeroméxico, Chapa Bezanilla se acomodó en la primera fila de clase turista, comió pollo, tomó una copa de vino blanco, jugo de naranja y vio la película Anaconda.
De vez en cuando, dicen los pasajeros, se oían sus risas y el trato amable que le dirigían los cuatro agentes (dos mexicanos y dos españoles) que lo acompañaron en el vuelo. Se le veía tranquilo -dicen- y en las ocasiones en que se paró al baño, sonriente, saludó a los pasajeros mexicanos que lo identificaron.
``¡Caramba, este hombre, más que un delincuente, parecía que venía a recibir una medalla!'', dijo el actor español Luis Lorenzo, que viene a filmar una película sobre un monje loco, que producirá la Metro Golden Meyer, pasajero del vuelo 455.
-¿De plano, así de sonriente venía? -se le inquirió al actor, hombre de baja estatura, regordete y bonachón.
-¡Carajo! Yo no conozco el caso, pero yo no me espero que si alguien viene a pasar días, meses, años en la cárcel, venga tan sonriente y tranquilo.
-¿Los pasajeros mexicanos comentaron algo?
-Vaya, para que le quede clara la situación, la señora que venía al lado mío, mexicana, hasta le gritó: ``Licenciado, que tenga usted mucha suerte''. Y bueno, es cuando yo me pregunto ¿qué acaso este hombre viene a recibir un premio o algo así?
La historia del regreso de Chapa a México empezó a escribirse el viernes pasado, cuando la PGR anunció que el ex fiscal había decidido entregarse a las autoridades del país.
-¿De qué se valió Ramos Rivera para convencerlos, hasta dónde llega su poder de convencimiento? -se le preguntó a María Elena Ramírez de Chapa.
-Ningún poder de convencimiento? -atajó la mujer-. Lo que pasa es que Pablo ya no tenía dinero para seguir pagando a los abogados.
``Además, él siempre estuvo convencido, pero siempre existió el riesgo contra su vida. Tocó intereses políticos y económicos muy altos y el riesgo de muerte siempre ha estado presente... a eso agregue la versión de que si venía a México iría directamente a Almoloya. Pero bueno, ahora tenemos la promesa de que tendrá un juicio justo.''
-¿Confía en esa promesa?
-Tengo que confiar; si no confiara, ya estaría muerta.
El vuelo 455
Pablo Chapa Bezanilla abordó el vuelo 455 de Aeroméxico a las nueve de la mañana, hora de Madrid. Subió al avión, matrícula XA-RVY, escoltado por dos agentes de la Interpol-México y dos más de la policía española. Atrás de ellos iba el agregado de la PGR para la Unión Europea y Suiza, José Luis Cervantes.
Los pasajeros que lo observaron cuando se instalaba en su asiento lo describen así: menuda su figura, de buen porte. Vestía un traje sport marrón con camisa naranja, zapatos color café. Bien afeitado.
No registró equipaje y desde un principio ``se mostró sonriente'', sobre todo con sus paisanos. Por supuesto, se respetó la oferta del procurador Jorge Madrazo Cuéllar y no venía esposado.
Su llegada a la ciudad de México estaba programada a las 14:30 horas del domingo. Empezaron 12 horas de vuelo.
``Cuando quiso, con toda tranquilidad, se levantó de su asiento, para estirar las piernas e ir al baño'', dijo una señora.
A otra más, turista mexicana de viaje por tierras españolas, no se le escapó el detalle: ``Más que vigilándolo, yo vi que venía platicando con sus acompañantes. ¡No parecía un delincuente! Se dirigían la palabra con mucha amabilidad y hasta llegamos a escuchar risas entre ellos.
``A veces -recordó-, un señor (José Luis Cervantes) que venía en primera clase llegaba hasta sus asientos, y lo vi conversando con el señor Chapa, muy tranquilos los dos. Eso sí, por el trato creo que él (Cervantes) era el jefe de los otros''.
Desde mediodía las salas y pasillos del área de llegada de vuelos internacionales del aeropuerto capitalino se colmaron de reporteros, fotógrafos y camarógrafos.
En la gerencia de Comunicación Social del aeropuerto capitalino pidieron gafete para acceso a las salas 83 informadores. A ellos se agregaron alrededor de otros 30 que hacían la guardia obligada en el hangar de la PGR.
Desde las dos de la tarde las corretizas entre las salas 18 y 25 no pararon. En las ventanas que dan a las pistas, fotógrafos y camarógrafos se disputaron las mejores posiciones. ``Va allegar por la 18, ya confirmó Aeroméxico'', se dijo.
Y en la 18, abajo del gusano que conecta a la terminal con las aeronaves, varias camionetas con el logotipo de la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos contra la Salud (FEADS) y de la Policía Judicial Federal provocaron las especulaciones: por dónde va a pasar.
El encuentro en el hangar
En la sala central de las oficinas de la PGR en la terminal aérea, José Luis Ramos Rivera y el director de la Interpol-México, Juan Miguel Ponce Edmonson -el encargado del rastreo que culminó con la captura de Chapa en Madrid en mayo-, esperaban al ex fiscal.
Pablo Chapa ya está frente a ellos. Son alrededor de las 14:30 horas. Al primero que saluda es a Ramos Rivera. Cervantes extiende su mano a Ponce Edmonson.
``Todo lo vamos a aclarar, licenciado'', ofrece Chapa Bezanilla al subprocurador de Coordinación General y Desarrollo de la PGR.
Ponce Edmonson lo mira, sonriente, satisfecho: ``¡Qué tal el viaje Pablo!'' Son viejos conocidos.
Ambos trabajaron juntos y compartie-ron responsabilidades e investigaciones cuando Ponce era el agregado de la PGR, primero, en Estados Unidos y, luego, en Europa y lograron desentrañar las riquezas que en el extranjero acumuló Raúl Salinas de Gortari.
-¿Puedo ver a mi esposa? -preguntó Chapa a Ramos.
El funcionario asintió con la cabeza. Y un guardia se dirigió a las puertas del hangar, donde Elena Ramírez se confundía entre los reporteros.
Instantes después llegó la mujer. Siete minutos con su esposo. Abrazos, lágrimas, las preguntas obligadas por las hijas de la pareja. ``Estoy muy contenta, ya te voy a poder ver'', dijo Elena a Pablo y se separaron después de no verse desde el 13 de agosto, cuando ella lo visitó en Madrid, en la cárcel de máxima seguridad de Soto del Real.
La suburban roja de Ponce Edmonson ya esperaba al ex fiscal para trasladarlo al Reclusorio Oriente, donde Chapa duerme desde este domingo y donde esperará la oportunidad de ``aclararlo todo''.