La Jornada lunes 6 de octubre de 1997

Horacio Flores de la Peña
El capitalismo mafioso/ II

La política de austeridad como la conciben los neoliberales, consiste en el manejo de una serie de opciones para decidir quiénes deben vivir bien y quiénes deben seguir subsistiendo en la pobreza extrema, creándose así las condiciones para una lucha descarnada entre ricos y pobres que conduce a la anarquía, o al ejercicio arbitrario del poder. Es irreal suponer que los ricos pueden sobrevivir con seguridad en un mundo de miserables. El terrorismo, la guerrilla larvada y la inseguridad en general, son solamente el inicio de la demostración de esta ley social.

En el mundo neoliberal, no sólo se castiga a la sociedad con el aumento de la pobreza, sino también con la precariedad del bienestar aparente. La gente no sabe lo que le durará el trabajo, la desregulación de éste no se hace con el objeto de aumentar el empleo, sino de dar facilidades a los empresarios que puedan despedir a sus obreros sin compromiso financiero alguno. En Francia, 80 por ciento de los obreros tienen contrato temporal y no disminuyó el desempleo, por el contrario, aumentó.

Esta situación de inseguridad sustituyó al modelo que deseaba construir una sociedad basada en el concepto del Estado rector, que en cierta medida establecía un puente de justicia social entre ricos y pobres, y que se abandonó para sustituirla con un modelo neoliberal al que se le atribuía un gran dinamismo, tanto para crecer como para crear empleos bien remunerados. Bastó poco tiempo para que este modelo se estrellara contra la realidad, ya que sus características fundamentales resultaron ser el estancamiento de la economía, la disminución del empleo y de los salarios, destacando su enorme capacidad para crear pobreza.

Esto condujo a una disminución del mercado interno, que en cierta medida compensó el crecimiento del externo. Esta fue una de las ventajas de la globalización, pero nadie puede salvarse permanentemente en esta forma porque todos quieren hacer lo mismo, surgiendo así un excedente de mercancías y servicios en el mercado global.

Con la globalización y el aumento de la productividad, pronto hay obreros que no encuentran trabajo, sobran fábricas porque no hay compradores, esto indica que, en poco tiempo, habrá más desempleo, menos salarios y un mercado menor, cayéndose así en el círculo vicioso del sistema neoliberal, y si algo fundamental no cambia, amenaza con derrumbar todo el sistema económico, igual que ocurrió después de 1929.

La competencia internacional de los grandes consorcios empeora la situación porque para mantenerse a flote necesitan costos menores, lo que conduce a más desempleo y menos salarios y, eventualmente, amenaza la existencia misma de la industria nacional. Al sistema del liberalismo global, sólo puede rescatarlo un acuerdo entre países fuertes para detener la caída de la demanda efectiva global, y esto se logra con variaciones en el gasto, para alcanzar un mayor crecimiento y el respeto a los derechos obreros para que los salarios ya no los manipulen las grandes empresas en connivencia con un sindicalismo castrado. Es evidente que si los salarios guardaran una mejor relación con las utilidades se corregiría parte importante de la deficiencia de la demanda efectiva.

El problema, como lo decía en el artículo anterior, es que ni las cúpulas empresariales ni los gobernantes se dan cuenta de la gravedad de la situación, porque se pasan el tiempo diciendo un discurso falso que, finalmente, acaban por creer y es que, una mentira que se repite sin cesar, termina por ser aceptada como verdad, aunque sea por un tiempo limitado. La persistencia en el capitalismo, del ``dejar hacer, dejar pasar'', terminará como sucedió con el liberalismo de antes de la Gran Crisis. Me temo que este fin será más violento porque antes aún de entrar en crisis causa enormes problemas sociales. Y la solución no puede venir de un gobierno que aún cree que la ley de la oferta y la demanda es una concepción científica independiente del tiempo y del espacio y con la misma validez que la ley de la gravitación universal.

En estas condiciones, todo mundo trata de preservar y defender sus intereses y se organizan en grupos mafiosos, unos dentro de la ley, como las asociaciones de empresarios, y otros fuera de ésta, como los contrabandistas, los narcotraficantes y los lavadores de dinero, aunque frecuentemente se cruzan unos y otros. Estas mafias serán más poderosas entre más débil sea el gobierno para hacer respetar la ley y garantizar la seguridad de toda la sociedad civil. Las mafias terminan por penetrar al gobierno, a la policía, y al Ejército, lo que hace aún más complicado lograr el respeto a la seguridad.

El neoliberalismo arbitrario conduce a una degradación progresiva de la economía, pero también de la política y la cultura misma, y a un divorcio creciente entre el gobierno y la mayoría de la sociedad; en democracia, este divorcio conduce a la pérdida de las elecciones, y si éstas no se quieren respetar, el gobierno tendrá que hacer un uso mayor de la fuerza para conservar el poder.