Hoy la guerrilla no tiene proyecto de nación, afirma el ex combatiente
Josetxo Zaldúa, enviado /I, Pasto, Colombia Ť A veces las derrotas sirven para repensar lo hecho, para reflexionar y abrir así la posibilidad de enmendar la plana. Al menos eso piensa Antonio Navarro Wolf, ex comandante guerrillero del Movimiento 19 de Abril (M-19), la organización que, previa firma de un acuerdo de paz, cambió las armas por su ingreso en la política colombiana, en 1990.
Navarro Wolf es un sobreviviente: es el único dirigente político-militar del M-19 que vive a pesar de que una bomba lo tuvo cerca del cementerio. En Cuba lo rescataron y tiempo después llegó la paz con el gobierno y la irrupción triunfal de su movimiento en la arena política. En las elecciones de 1992, ya convertida en Alianza Democrática M-19, Navarro Wolf y los suyos, gracias a los votos, arañaron las puertas de la Casa de Nariño, sede del Ejecutivo nacional.
Fue miembro de la Asamblea Constituyente y luego ministro de Salud con César Gaviria. Lo que se antojaba un ascenso sin pausa se convirtió no mucho tiempo después en una amarga e inexplicable debacle. El M-19, que así lo sigue llamando la gente, descendió al nivel de la superficie, y sólo entonces Navarro Wolf y los suyos se dieron a la tarea de examinar tan desigual proceso. Decidieron regresar a las fuentes originales, y optaron por contender en los municipios donde tenían líderes con capacidad para conectarse con las bases. El se fue para su natal Pasto, al sur del país, en la frontera con Ecuador. Ganó los comicios ajustadamente y se convirtió en alcalde.
Hoy, cuatro años después, Navarro Wolf es tal vez el hombre más respetado y querido en Pasto. De él dicen en las calles liberales o conservadores --las dos corrientes históricas de la política colom- biana-- que no sólo es honrado, sino que además dotó a la ciudad de servicios públicos eficientes y rentables. También otorgó a la ciudadanía la posibilidad de participar en la toma de decisiones mediante los cabildos abiertos. ``Yo no hubiera podido dar un paso ni llevar a cabo las grandes decisiones sin el apoyo que me dio la gente durante toda mi gestión'', explica Navarro a La Jornada.
Los pastuchos están orgullosos de su alcalde ex guerrillero, y lo único que lamentan es que, por ley, no hay posibilidad de reelección, de manera que en diciembre próximo Navarro Wolf dejará la alcaldía de su ciudad natal (300 mil habitantes) y se irá para Santafé de Bogotá: lo mismo harán otros elementos del M-19 en igual situación. Todos a la capital para reiniciar la marcha hacia la Casa de Nariño. Al final de cuentas, acota, no dejaron las armas con la idea de ser un movimiento testimonial; en absoluto, ellos quieren el poder y demostrar que se puede hacer política de otro modo, mirando al tendido.
El M-19 es ya parte de la historia colombiana, entre otras cosas porque su modo de librar la guerra de guerrillas significó, en su tiempo, un cambio notorio en relación con la insurgencia clásica, y hay nombres y apellidos del M-19 perfectamente recordados: Jaime Bateman, Iván Marino Ospina, Carlos Pizarro y el turco Alvaro Fayad dieron a ese movimiento, junto con Navarro Wolf, un sello de originalidad muy berraca, como dicen en Colombia, muy sui genéris.
``Hay un punto en el que la guerra no le sirve a nadie''
Con su hijo de nueve meses en el regazo --``tengo otro de 20 años, hijo de la guerra, y éste, que es hijo de la paz''--, este hombre flaco y desgarbado confiesa: ``A mí me avergüenza que la guerrilla colombiana sea la más vieja del mundo, y se me hace que nuestra guerra es también la más larga del mundo. Eso quiere decir que quienes combaten son malos, no pueden ganar, y como que ya se acostumbraron''.
--¿Por qué esa imposibilidad de llegar a acuerdos que posibiliten la paz?
--Las guerras ascienden a los extremos conforme pasa el tiempo. Creo que donde se ha logrado la paz es porque ese ascenso se quebró en alguna etapa del proceso de desarrollo; se llega a un punto en el que la guerra no le sirve a nadie, e incluso la perspectiva de la victoria de las armas desaparece, y cuando se llega a la convicción absoluta de que no se puede ganar, entonces llega la negociación. Siento que en Colombia la dificultad principal para llegar a la paz es que todavía estamos ascendiendo en la guerra. A finales de los ochenta nosotros llegamos a la convicción de que la guerra no tenía futuro, que no podía resolverse con el triunfo militar de la guerrilla, tampoco con una derrota, por supuesto. Ahora bien, en los últimos años ha surgido un fenómeno que ha dado nuevo impulso al crecimiento de la violencia en Colombia, y es la posibilidad de disponer de recursos financieros sin antecedentes en nuestra historia. La presencia de la guerrilla en las zonas marginales de colonización donde hay cultivos ilícitos de hoja de coca y de amapola para producir heroína, generó una prosperidad económica de la guerrilla que le ha permitido dar un salto muy grande en su capacidad militar en los últimos cinco años. La guerrilla está hoy más fuerte que nunca en la historia colombiana pese a que de los ochenta para acá se ha desmovilizado casi la mitad de lo que fue el contingente guerrillero. Su ascenso militar hace que no haya mucho interés en sentarse a negociar; creo que la guerrilla hace el cálculo de que, al menos por ahora, gana más haciendo la guerra que sentándose a negociar.
--¿Qué está ganando la guerrilla?
--En términos militares sí está ganando en presencia, tienen más territorio bajo control que hace diez años, más gente en armas, más logística y ha consolidado una base social muy fuerte, sobre todo en las zonas de cultivos ilegales, que son muy extensas. Además, la crisis agraria nacional, provocada por el modelo neoliberal, le ha ayudado mucho a expandirse socialmente. Pero al mismo tiempo hay que decir que, hoy, la guerrilla colombiana no tiene proyecto de nación, tal vez tenga un proyecto para las áreas campesinas, pero no nacional. Es una guerrilla marxista que perdió su paradigma con el derrumbe del Muro de Berlín. Es algo paradójico, pues mientras más fuerte es militarmente, está más confundida políticamente.
--¿Quién puede crear las condiciones que permitan abrir un diálogo nacional en el que participen los actores de la violencia, incluyendo a los paramilitares?
--Acabas de tocar un fenómeno que está ascendiendo preocupantemente. Estamos infortunadamente ante una situación de ascenso de las fuerzas irregulares de derecha; el paramilitarismo ha logrado expandirse y hoy tiene asiento en un territorio diez veces mayor que el de hace cinco años. Usan métodos brutales, y ya está sobre la mesa la disputa entre la guerrilla y los paras por territorios, lo que ha generado, unido a la guerra entre la guerrilla y el ejército, el desplazamiento interno de más de un millón de colombianos. Hay regiones donde el paramilitarismo ha expulsado toda forma de vida y de organización que no comparta su modo de ver el mundo, pero por el lado de la guerrilla se produce igual fenómeno. El problema para abrir el camino hacia la paz es que tenemos un gobierno con muy poca legitimidad y capacidad de convocatoria, lo que impide que el espíritu de paz llegue a la sociedad no combatiente y a la misma guerrilla. Me parece que el próximo gobierno que se elegirá el año que viene tendrá una mejor oportunidadÉ
--¿No va a depender eso de quién salga electo? ¿Si ganara Horacio Serpa, no estaría tocado por la ilegitimidad del gobierno samperista, dado que él fue hasta hace poco su ministro del Interior?
--Tal vez sí, pero esa ilegitimidad no se daría en la proporción que afecta al actual gobierno, que además ya fue absuelto por el Congreso contra toda evidencia. Serpa está rodeado de la misma gente y representa de algún modo la continuidad, pero aun así un nuevo gobierno tendría más posibilidades de abrir el diálogo. Yo espero que no gane Serpa, que fue amigo mío en el pasado y a quien reconozco un papel importante como defensor de los derechos humanos. Es buena persona, pero representa lo más reaccionario de la política colombiana. De todos modos, creo que el proceso de paz en Colombia va a ser de largo plazo, a no ser que haya una mediación internacional del más alto nivel, y creo que el próximo gobierno debe jugar a fondo para lograr la intervención de las Naciones UnidasÉ
--¿Piensa más en la ONU que en repetir experiencias como la del Grupo de Contadora?
--Sí, porque la ONU tiene dientes, es un mediador que puede morder y que tiene instrumentos para apoyar la paz de manera efectiva. Un mediador que sólo tenga buenas intenciones no sirve en las actuales condiciones del conflicto colombiano, porque al menos la guerrilla está lejos de querer firmar la paz, e igual sucede con los paramilitares: a los dos les está yendo bien, pero a las que les está yendo pésimamente mal es a Colombia y a las mayo- rías del país.
--¿Cómo ve la propuesta de negociación formulada por el gobierno?
--Samper quisiera pasar a la historia como el presidente de la paz, pero no tiene ninguna posibilidad de lograrlo. Yo creo que la guerrilla es consciente de la debilidad de Samper, y por lo tanto se da a la tarea de conseguir previamente todo lo que quiere, pero no para firmar la paz con Samper, sino para crear mejores condiciones de cara a un futuro diálogo con otro gobierno.