Juan Arturo Brennan
Un trozo de Cervantino

Guanajuato, Gto. Ť Rápida, sintética y empírica crónica de lo visto y oído durante los primeros días del XXV Festival Internacional Cervantino.

1.- Granhoj Dans, compañía de danza de Dinamarca. Los franceses dirían que este grupo es fauxdanois, puesto que está formado por franceses, suecos, iraníes, holandeses... y uno que otro danés. Su espectáculo Obstruction ultimatique es autobiográfico en varios niveles, multinacional, confesional, sicoanalítico y, finalmente, catártico. Esta atractiva propuesta finisecular de teatro-danza tiene como uno de sus principales aciertos la interpretación viva de la música, que incluye percusiones orientales, cante flamenco y un fascinante instrumento africano de cuerda, el obukano, de cualidades hipnóticas.

2.- Richard Wagner. Realizada en 1913 por Carl Froelich, esta parcial e incompleta biografía fílmica del compositor alemán no pasa de ser una rara curiosidad arqueológica, sobre todo si se considera la clase de cine que en esas fechas estaban haciendo otros realizadores alemanes. La interpretación simultánea de la música de Giuseppe Becce en vivo tiene su principal atractivo en los intentos (algunos logrados, otros fallidos) de sincronizar la partitura con el quehacer musical en pantalla. La dirección musical de Frank Strobel, hábil y correcta; y si bien es cierto que la Sinfónica de Aguascalientes ha progresado en los últimos años, también es un hecho que tiene problemas de afinación y ensamble por resolver.

3.- La consagración de la primavera. Sin duda, uno de los proyectos más importantes y exitosos de este Cervantino. Acompañados por el siempre excelente cuarteto percusivo Tambuco, los pianistas Alberto Cruzprieto y Jozef Olechowski desentrañaron en gran forma esta monumental partitura de Stravinski, gracias a un trabajo de preparación evidentemente exhaustivo. Por su parte, el elemento dancístico de esta Consagración mostró la mejores cualidades del grupo Delfos; limpieza y pulcritud en el diseño, compromiso y energía en la ejecución, interesantes contribuciones a la teatralidad de la danza. Antes, los músicos hicieron una luminosa versión del complejo Sexteto de Steve Reich, variada en sus colores instrumentales, disciplinada en sus parámetros rítmicos.

4.- Cuarteto Kronos. Recital sorprendente y fascinante, dedicado a la música antigua en su más amplia acepción. A las intemporales piezas de Machaut, Hildegarda, Kassia y Perotín, se añadieron músicas de Cage, Partch, Body, Schnittke y P„rt, tan modernas como pueden ser, pero con ojos y oídos vueltos hacia el sonido de otros tiempos. Singular experiencia, la de oír secuencias de canto llano tocadas por un cuarteto de cuerdas: arcos ligeros, cero vibrato, uniformidad impecable, expresividad exacta y un discreto toque de reverberación para sugerir el ámbito acústico de una catedral gótica. Después, el estreno en México del sabroso (y muy complejo) Altar de muertos de Gabriela Ortiz, obra encargada por Kronos a la joven y talentosa compositora mexicana. La pieza tiene como dotación cuarteto de cuerdas, tambores de agua, tenábaris, máscaras, veladoras, papel picado, flores de cempasúchil y un poco de teatro. Altar de muertos es una partitura dramática, técnicamente muy demandante y que, sin negar las cruces de algunas de sus parroquias (incluyendo la de las fuentes populares), se erige como una expresión de sólida personalidad propia.

Sobra decir que el ceremonial de los Kronos ante el altar de Ortiz fue realizado con el altísimo nivel de costumbre.

5.- Misa cubana. La siempre rica presencia vocal de Amaury Pérez no fue suficiente para disipar el desconcierto causado (a título personal) por esta obra de José María Vitier. Su Misa cubana a la Virgen de la Caridad del Cobre es, para efectos prácticos, una liturgia musical intencionalmente barroca, con algunas interpolaciones de balada, canto nuevo y jícamo tropical. No es una misa fea ni mucho menos, pero por momentos parece no tener una personalidad propia. Dicho de otro modo: estoy seguro de que puede llegar a ser una misa muy popular, pero no me consta que sea una misa musical moderna. En su ejecución destacaron las intervenciones de la soprano Bárbara Llánez y el trabajo del Coro Exaudi.

6.- Más Stravinski. Después de una ejecución del Octeto stravinskiano en la que destacó la intención de frasear y articular con corrección, así como la precisa dirección de José Luis Castillo, se puso en escena La historia del soldado. El ensamble corrió, quizá, con menos fortuna que en el Octeto, pero lo que realmente no funcionó fue la combinación de la adaptación del texto de Ramuz con una puesta en escena demasiado parsimoniosa y con poco sentido del tiempo escénico. Así, la diáfana música de Stravinski perdió continuidad y coherencia debido a los extensos interludios teatrales. (Se engañan, por cierto, quiene suponen que La historia del soldado es una especie de Pedro y el lobo corregido y aumentado, apto para el consumo y la comprensión infantil.)

7.- Brahms y Schumann. Sendos quintentos con piano de estos dos románticos alemanes fueron ejecutados con precisión, riqueza de sonido y buen trabajo de ensamble por el Cuarteto Latinoamericano y Rudolf Buchbinder. Especialmente destacadas las interpretaciones a los movimientos centrales de ambas obras, en particular la de Schumann. Diáfanas versiones, en suma, de estas dos grandes piezas camerísticas que bien pudieran caber en el rubro del romanticismo objetivo.