A la memoria de Noé Torres y Francisco Cabrera.
En la noche chiapaneca, el doctor Ernesto Zedillo fue a ese estado por séptima ocasión desde que es Presidente, con la mirada puesta en Europa, para anunciar que era de día. Inauguró un aeropuerto que aún no está terminado, escuchó lo discursos de dirigentes sociales que difícilmente se representan a sí mismos, y señaló que el México de hoy es distinto al del primero de enero de 1994.
En un acto congruente con la concertación de oropel que rige la política ficción de los pactos sociales, sirvió como testigo de honor en la firma del ``Acuerdo Social para el Bienestar y el Desarrollo de la Región Altos del Estado de Chiapas 1997-2000'' por parte de organizaciones tan significativas de la región como las Asociaciones Ganaderas de Teopisca y Villa de las Rosas, la CROM, la Junta de Sanidad Vegetal de Zinacatán, y los Colegios de Contadores Públicos y de Ingenieros. Mientras tanto, la descomposición del tejido social, la formación de grupos paramilitares y la violencia crecen en las comunidades de la región.
Y, como para mostrar que la situación chiapaneca es efectivamente distinta, el gobernador de la entidad nombró como responsable de la Secretaría de Atención a los Pueblos Indígenas, a Antonio Pérez Hernández. Maestro bilingüe originario de Chenalhó, de donde fue presidente municipal entre 1968 y 1970, Pérez Hernández ha sido denunciado como traficante de plazas magisteriales, promotor de nombramientos de incondicionales suyos como directores e inspectores escolares, y responsable de acoso sexual a maestras y de aspirantes a serlo. Su trayectoria es ejemplar de qué tanto han cambiado las cosas en el estado: presidente del Consejo Supremo Tzotzil, delegado del PRI, secretario de Acción Indigenista de la CNC, coordinador estatal de Educación Extraescolar para el medio indígena, diputado federal.
Apenas unos días antes de su recorrido chiapaneco, el jefe del Ejecutivo declaró a la agencia alemana Dpa que en ese estado existían múltiples organizaciones, incluso más radicales que el EZLN, con las que el Ejecutivo había llegado a acuerdos, para añadir: ``donde estamos atorados es con el EZLN''. Mientras tanto, en una entrevista publicada el 2 de octubre en Le Monde señaló: ``Apruebo totalmente los Acuerdos de San Andrés firmados en febrero de 1996'', para insistir en lo que ha sido su posición desde el pasado 6 de julio: ``Nuestra acción a favor de la democracia y de los derechos indígenas volvió caducas las reivindicaciones del EZLN sobre estos temas''.
¿A qué responde la reciente ofensiva gubernamental en torno a Chiapas? ¿A la intención de crear las condiciones para generar una propuesta de paz en ese estado o a la pretensión de cubrirse las espaldas en su gira europea? La respuesta es obvia. Sólo unos cuantos despistados dentro del PRD y de la Cocopa se fueron con la finta de que las declaraciones presidenciales buscaban destrabar el impasse en el diálogo, y llamaron a tomarle la palabra al jefe del Ejecutivo y al secretario de Gobernación. La gira presidencial chiapaneca tenía como destinataria a Europa, no a los mexicanos.
No es la primera vez que algo así hace el gobierno mexicano. Los Acuerdos de San Andrés sobre derechos y cultura indígena se firmaron poco antes de la visita del Primer Mandatario al viejo continente para promover con la Unión Europea la firma de un TLC. Esto fue una de las cartas que el doctor Zedillo utilizó para tratar de convencer a los gobernantes con los que se entrevistó que el problema en Chiapas estaba resuelto. Ahora, con una grave crisis de imagen sobre la situación de los derechos humanos en el país, con el impacto favorable que la marcha sobre la ciudad de México de mil 111 zapatistas produjo en los medios masivos, y con una amplia simpatía hacia la causa rebelde entre la población y la izquierda parlamentaria de varios países de la región, el jefe del Ejecutivo necesitaba arribar a Europa investido de la ``legitimidad'' de haber solucionado el conflicto. Por eso fue a Chiapas, y declaró su aceptación de los Acuerdos de San Andrés y, por eso, sin el menor apego a los hechos, afirmó que el EZLN pide una reforma constitucional ``que, según nuestro punto de vista, no está incluida en los Acuerdos de San Andrés Larráinzar'' (La Jornada, 29-IX-97).
En la noche chiapaneca, el jefe del Ejecutivo tendió una espesa niebla y dijo que era de día. Pero no se puede tapar el Zócalo del 12 de septiembre con una gira, ni solucionar las causas que originaron la rebelión decretando una paz retórica. No es con palabras como se resolverá el conflicto. Lo sabemos los mexicanos, y lo saben los europeos.