Después de 18 meses, hoy, martes 7, podría ser el último día del gobierno italiano de centro-izquierda. Mientras la moneda sigue en el aire las principales fuerzas políticas afinan sus argumentos para justificar el voto de apoyo o reprobación del gobierno en el parlamento. A la conclusión de prolongadas negociaciones el gobierno definió una propuesta de ley de presupuesto para 1998 que es rechazada por Refundación Comunista --un partido que sin participación directa sostuvo hasta hoy con sus votos parlamentarios las políticas del gobierno de Romano Prodi. El tema central de la crítica de los neocomunistas italianos es la reforma del sistema de pensiones: una pieza central para contener el déficit presupuestal de los próximos años y permitir el ingreso de Italia a la moneda única europea.
A lo largo de varios meses las presiones de este pequeño partido de izquierda sobre las decisiones del gobierno fueron repetidas y, a veces, justificadas. Hoy, sin embargo, en un festín de purezas nostálgicas e idealismos abstractos, el partido amenaza la sobrevivencia de un gobierno que ha sido capaz de poner en orden las desastrosas cuentas públicas nacionales sin descargar el peso del ajuste sobre una sociedad ya gravemente afectada por un elevado desempleo. En el último año y medio el gobierno de Prodi tuvo que enfrentar una situación cargada de graves riesgos para la república: el ataque a las instituciones de parte de la delincuencia organizada; el desprestigio social de un Estado carcomido por la corrupción de sus propios funcionarios; el resurgimiento agresivo de una derecha en trance de convertir a un magnate televisivo en un nuevo padre de la patria; la amenaza a la unidad nacional proveniente de la Liga Norte; la concreta prospectiva de quedar afuera de la moneda común europea en una espiral de inflación y déficit públicos fuera de control. Hasta ahora muchas de estas bombas de relojería han sido desactivadas. Sin embargo, la rigidez de la posición actual de Refundación Comunista amenaza con devolver el barco en el medio de la tormenta.
Y uno se pregunta en qué consista realmente esta supuesta ``refundación'' comunista cuando --cabalgando el tigre de una justificada protesta contra desempleo, bajas pensiones y mala sanidad pública-- el partido en cuestión parecería buscar la solución siguiendo caminos que implican el alejamiento de Italia de Europa y de las condiciones mínimas que hacen competitiva la economía del país en el contexto internacional. Los comunistas italianos parecen no querer entender que la izquierda contemporánea está obligada a la construcción de espacios concretos de compatibilidad entre eficiencia y solidaridad social. El privilegiar obsesivamente el segundo aspecto alimenta involuntariamente rigideces dogmáticas que pueden conducir a asombrosas reediciones neoestalinianas del socialismo en un solo país.
La nostalgia de aquello que no fue y que pudo haber sido es siempre dura de morir. Pero abrir hoy en Italia una crisis contra el gobierno de centro-izquierda sería lo mismo que derrotar un camino posible (si bien sembrado de dificultades) en aras de otro inverosímil. El comportamiento actual de Refundación Comunista en Italia muestra que este partido, en realidad, está ``refundando'' muy poco, mientras en cambio sigue prisionero de antiguos reflejos que suponen que el tránsito de la protesta a la propuesta sea más fácil de lo que en realidad sea. Simplificar la realidad es una forma para poder operar en ella. Pero cuando la simplificación es excesiva la realidad se vuelve caricatura y el proyecto ensoñación. Una historia antigua que --con demasiada generosidad intelectual y política hacia sí mismos-- algunos repiten.