Posters y cientos de páginas cibernéticas
La mítica imagen de Ernesto Che Guevara parece vivir hoy sus mayores días de gloria mediática. La publicación de al menos cinco biografías y la realización de otros tantos filmes sobre su vida; sellos conmemorativos, exhibiciones de fotos inéditas, seminarios acerca de su pensamiento, caravanas a Vallegrande, son algunas de las formas en que se expresan los homenajes en el 30 aniversario de su muerte, que dan lugar a muestras de devoción y también al mercantilismo, cuya máxima expresión es el lanzamiento en Inglaterra de una cerveza Che, retirada del mercado tras las protestas del gobierno cubano.
La chemanía que recorre el mundo alcanza también al ciberespacio. Vallegrande, además de realizar obras de embellecimiento para recibir a los peregrinos guevaristas, se conecta a Internet para convertirse en ``la primera localidad rural del oriente boliviano en contar con este medio de comunicación internacional''. Navegar al azar por la red nos conduce a documentos sobre la vida y obra del guerrillero argentino-cubano, anécdotas de su lucha en Cuba, Africa y Bolivia; galerías de fotos entre las que aparece una y otra vez la más famosa que muestra al guerrillero con boina y una estrella, melena al viento y la mirada más allá del horizonte.
Podemos incluso acceder a la foto del autor de esa famosa imagen, quien ``nunca vio un centavo por ella'' a pesar de que circula impresa hasta la saciedad en playeras, llaveros, ceniceros y otros recuerdos. Alberto Korda contará cómo captó esa foto en marzo de 1960, cuando cubría el acto por las víctimas de la explosión de un carguero en el puerto de La Habana, y cómo se la obsequió al editor italiano Feltrinelli, quien ganara buenos pesos imprimiendo la imagen que se convertiría en un ícono de la rebeldía juvenil de los 60.
El diario oficial cubano Granma ofrece esa imagen junto a la frase ``Hasta la victoria siempre'', en una página con el mensaje que Julio Cortázar escribiera al conocer la muerte del Che, y en la que podremos consultar su biografía o bucear en los recuerdos de Aleida Guevara sobre su padre.
Pero más interesante para medir la popularidad del mito o su vigencia, es acudir a las páginas creadas por los usuarios comunes y corrientes de la red, más que consultar las páginas gubernamentales, como cubaweb, donde podemos solicitar el CD Tu querida presencia, con novedosas versiones salseras de canciones escritas al Che.
La mayoría de esos sitios particulares hacen hincapié no tanto en la capacidad política o militar del Che, sino en la coherencia del hombre que llegó al último sacrificio sin traicionar sus principios éticos o morales. Y en el Chez Guevara Cyber Café, el anfitrión Brian Peterlinz ofrece, además de vínculos con movimientos de solidaridad con Cuba, una reflexión sobre qué hace mítico 30 años después de su muerte al guerrillero que ahora adorna la portada del primer álbum de Race Against de Machine. Considera que su ``pinta'' a lo Jim Morrison ayuda, pero piensa que es una pena que sólo se le recuerde como un James Dean izquierdista cuando lo rescatable era su ``toque humano'', su capacidad de luchar por los semejantes y su entrega a un ideal, lo que lo convierte en un ``rara avis: un pragmático idealista''. Lucio Emilio, en cambio, pone énfasis en el mito ``pop político'': el Che como la primera persona con que la generación de posguerra se identificó, un radical chic sex simbol, el ``profeta de una nueva era combatiendo solitario contra el sistema''.
Pero el Che también despierta odios. Un mensaje advierte que quien admire a un fucking comunista debe largarse de Estados Unidos, mientras la página del ``Asesino Ernesto Guevara'' que llegastes y matastes (sic) a ``inocentes hombres cuyo único delito fue el ser cubanos'', lleva a artículos que llaman a ``limpiar cada alma cubana de la carroña marxista'' o hacen un recuento de las maldades del guerrillero. Un e-mail de Miriam Mata recoge la hipótesis de que el Che se entrenaba en Moscú en lugar de estudiar en la Universidad de Buenos Aires, donde sólo ``aprobó tres materias'' de medicina, así que habría que averiguar ``si sería posible quitarle a alguien el título si se comprueba que era fraudulento''.
Con todo, el Che está vivo y se reproduce en la red. Quizá, como se pregunta un texto de Eduardo Galeano reproducido en una página: ``¿No será porque el Che decía lo que pensaba, y hacía lo que decía? ¿No será que por eso sigue siendo tan extraordinario, en un mundo donde las palabras y los hechos muy rara vez se encuentran, y cuando se encuentran no se saludan, porque no se reconocen?''