América Latina conmemora hoy la muerte de una de las personalidades políticas y humanas más significativas y trascendentes que la región ha aportado a la historia del siglo XX.
La figura del luchador y dirigente nacido en Rosario, Argentina, y asesinado en La Higuera, Bolivia, hoy hace tres décadas, ha ido decantándose en un símbolo de significados múltiples y acaso hasta contradictorios en los cuales se resumen y se representan buena parte de los valores, los problemas, los hallazgos, los errores, los momentos épicos, las situaciones trágicas y las circunstancias vergonzosas que han marcado la historia del subcontinente.
Uno de los rasgos distintivos de la vida y la muerte del guerrillero fue su latinoamericanismo. Desde su juventud, el Che se afanó en conocer y comprender a la región como un todo y en buscar respuestas comunes a los problemas comunes que padecían -y, que en muchos sentidos, aún padecen- las naciones latinoamericanas. Guevara se empeñó en dar al espíritu bolivariano una nueva vigencia y en engarzarlo con el internacionalismo proletario preconizado por el marxismo. En la práctica, no sólo se esforzó por recorrer el subcontinente y en conocer de manera directa su miseria y sus carencias, sino que, desde 1954, en Guatemala, se involucró también en las luchas nacionalistas y emancipadoras regionales.
A treinta años de esa gesta, la lacerante problemática social latinoamericana que dio sustento y justificación a la lucha del Che dista mucho de estar solucionada. Grandes sectores de la población latinoamericana siguen sumidos en la miseria, la opresión, la marginación, la insalubridad y el analfabetismo; persiste la gravísima fractura social entre las élites y las grandes mayorías depauperadas; por otra parte, a pesar de la instauración de democracias formales en naciones otrora dominadas por dictaduras militares, los mecanismos de representación y participación política padecen las distorsiones de la polarización social y viven una estabilidad precaria, amenazados por el riesgo de explosiones sociales generadas por la desigualdad y el atraso; asimismo, la soberanía de los países de la región se encuentra cada vez más acotada por su dependencia financiera y por las asimetrías internacionales generadas por la globalización.
En otro sentido, los cambios políticos, económicos y culturales que han experimentado la región y el planeta en las tres décadas transcurridas desde la muerte del guerrillero argentino-cubano han vuelto inviables muchas de sus posturas políticas, por no hablar de sus concepciones tácticas y estratégicas: el bloque socialista ya no existe, y con él desapareció el escenario de conflicto bipolar que constituía el escenario de la acción guevarista; el mundo actual ya no puede entenderse con base en las categorías clásicas del marxismo, las cuales eran un punto de referencia indispensable -así fuera para disentir de ellas- en el pensamiento y en la práctica del Che; la apertura de espacios democráticos y de participación legal, por insuficientes que sean, en casi todos los países latinoamericanos, así como un creciente rechazo, entre las principales corrientes políticas del mundo, a los métodos violentos, dejan sin justificación, hoy en día, el planeamiento de confrontación armada del comandante guerrillero.
Con todo, la vida y la muerte del Che siguen siendo, para la región y para el mundo, un ejemplo ético de desapego a las pertenencias y las comodidades materiales, de congruencia entre las palabras y los actos, de solidaridad y compromiso, de latinoamericanismo, igualitarismo y disposición al sacrificio en aras del bienestar de los demás. No obstante la posición del Che a este respecto, distan mucho de ser aceptados en esta coyuntura, porque el comandante privilegiaba el estímulo social sobre el material, lo que provocó grandes debates al interior del PCC.
Como homenaje a la vida y obra del Che, a 30 años de su asesinato, en todo el mundo se han organizado grandes celebraciones. Toda esta parafernalia, sin duda, hubiera disgustado al propio comandante, porque él, siempre, prefirió la obra que la palabra.
Si en el contexto contemporáneo la acción política y militar del Che son ya parte de la historia, su ejemplo humano, en cambio, sigue vigente.