Margo Glantz
Isaac Babel y mi padre

En 1989 se publicó el libro de Antonina Pirozhkova sobre su esposo Isaac Babel, memoria escrita en secreto muchas décadas antes, pero cuya edición completa y sin censura fue permitida apenas hace unos cuantos años. Le tengo especial predilección a Babel, nacido en Odesa, lugar cosmopolita y gran centro de judaísmo, donde también nació mi madre y adonde un día llegó mi padre llevado por la revolución. En Odesa mi padre conoció a Babel y cuando hablaba conmigo me decía ``que era de estatura mediana, con los lentes gruesos que cuando leía metía los ojos muy adentro de las páginas''. Y, efectivamente, autor de cuentos magistrales, Babel fue un trabajador incansable que elaboraba sus frases con encarnizamiento, y me imagino que por eso metía los lentes tan adentro de las páginas.

Mi padre me contaba que ``Babel vivía en la Moldavanka, barrio de Odesa, a orillas de la ciudad en la calle Griboyedowskaya, mera parte de la pobreza judía. Fue hijo de sastre, sabía bien yidish, pero escribía en ruso, en un estilo corto, en sketchs, al estilo de Chejov. Yo recibía dinero de mis hermanos desde Estados Unidos y varios poetas venían temprano a verme a mi casa, en la calle Politzevskaia 22 que cambió el nombre después de la revolución y le pusieron Kondratinko, apellido de un héroe del Ejército Rojo. Venían Brodsky y Babel, ¿quién iba a pensar que sería tan grande?, y tomábamos vodka en una cantina''.

Como mi padre, Babel estudió de niño el Talmud y el yidish, el hebreo, el francés y hasta violín como otros niños genios de su tiempo, pero en ese campo fracasó, y burlonamente cuenta que un tal Zagurski tenía una peculiaridad: ``poseía una fábrica de niños prodigio... una fábrica de enanos judíos con cuellos de encaje y zapatitos de charol... y agrega: el alma de aquellos alfeñiques de hinchadas cabezas azules cobijaba una potente armonía''. El alma de Babel no era musical, o por lo menos no armonizaba con las notas, sino con las letras y, pacientemente, pulía sus frases de la misma manera en que los alfeñiques de cabezas azules practicaban las escalas para convertirse quizá en Yasha Heifetz y luego emigrar, como mi padre, cosa que no hizo Babel, quien más tarde fue enviado a la Lubyanka y asesinado como otros grandes artistas de su época: Meyerhold, Mandelstamm, Pilniak...

Babel confesaba a un amigo que ``escribir le era muy difícil. Una vez dije que me estaba volviendo viejo debido a mi asma, esa extraña enfermedad alojada en mi frágil cuerpo cuando era niño. Pero mentía. Cuando escribo un cuento trabajo como si tuviera que excavar yo solo, con mi pala y mi cubeta, todo el monte Everest. Cuando no puedo lograr una frase tengo espasmos cardiacos''. Para combatirlos y para descansar se reunía con su gran amigo Sergei Eisenstein --a quien mi padre también conoció aquí en México-- para examinar con un lente de aumento la colección de pulgas vestidas que el cineasta había traído de México. Su esposa describe a su marido como un hombre sencillo, que gustaba hablar con los obreros y artesanos de su ciudad natal y como la mayoría de los judíos de su tiempo pensó que la revolución mejoraría su suerte y, por ello, y por consejos de Gorki se unió al contingente del cosaco Budyoni, simpatizante de los bolcheviques, experiencia que produjo su gran libro Caballería roja. Aquí entra de nuevo un recuerdo de mi padre: ``Sí --dice--, venían todas las mañana a dejar sus cosas para que yo las leyera. Pasó un siglo, yo tenía como 18 o 19 años, ya han pasado más de 60 cuando él, Babel, escribía Caballería roja. No era rojo, estuvo en la época del bolchevismo, era un escritor a quien admiraba Gorki; luego lo mataron, ¡desgraciados! Era de una familia pobre, muy pobre. Ya los años se sumergieron en la eternidad, hay que meterse profundamente como cuando uno se baña en el agua, eso es la eternidad. La literatura es muy bonita, yo creo que es más amplia que la pintura...''

Babel también lo creía, pensaba que la literatura era bonita y que valía la pena y lo creía como mi padre con gran sentido del humor, y otra coincidencia; también mi padre sufrió a los cosacos a quienes conoció de niño en su pueblo, cuando asaltaban, violaban y quemaban. Babel los conoció más de cerca y formó, como ya dije, parte de sus contingentes donde comprobó que eran iletrados, salvajes y antisemitas. Babel fue arrestado en mayo de 1939, sus papeles confiscados y destruidos, y finalmente él mismo asesinado. Ese año, en enero, mi padre fue víctima de una especie de progrom en la calle 16 de septiembre, pero tuvo mejor suerte que su viejo amigo porque Babel murió en 1940 después de un infame proceso que se le siguió en las oficinas del siniestro Beria. Mi padre, en cambio, murió aquí en su país de elección, en 1982