Eduardo Montes
Estorbos para la transición

A Maribel Gutiérrez, con solidaridad ante las amenazas

Existen motivos de preocupación en el panorama político, razones para ponerse en guardia, y necesidad de encontrar las claves de la situación que puede ser encaminada, no de manera espontánea, a la desestabilización y al endurecimiento. Esto se percibe particularmente en la capital del país, donde el 6 de julio un millón 900 mil ciudadanos y ciudadanas impusieron una histórica derrota al partido oficial al elegir a Cuauhtémoc Cárdenas como primer jefe de gobierno.

El clima preocupante lo configuran hechos de los cuales los medios informan casi todos los días, después de los comicios federales. Como si hubiera terminado una tregua, creció el número de asaltos a mano armada y los secuestros; se iniciaron los operativos policiacos del general Salgado, más espectaculares que eficaces, para llegar al corazón y el cerebro del crimen organizado; ante la ALDF sugirió que si se suspendían los operativos, después sería necesario el ``toque de queda''. Se han producido agresiones y amenazas a periodistas con motivo de su actividad profesional; varios jóvenes de la colonia Buenos Aires fueron ejecutados por la Policía después de torturarlos; el 2 de octubre los patrulleros, en lugar de detener a los provocadores, generaron pánico en el centro de la ciudad, conminando a los transeúntes para que corrieran a sus casas: ``ahí vienen los estudiantes'', repetían por sus altavoces. Dos días después, inspectores de vía pública con acciones abusivas provocaron enfrentamientos con vendedores ambulantes y después, apoyados por granaderos, recorrieron amenazantes las calles céntricas armados de palos y varillas de hierro. Y otros hechos más del mismo signo. Como si alguna fuerza oscura intentara crear un escenario de caos e ingobernabilidad para dar la bien o mal venida a Cárdenas el 5 de diciembre.

Estos hechos, y otros de carácter político, como las maniobras golpistas contra la Cámara de Diputados en los últimos días de agosto, indican que el país entró ya a una zona de turbulencias; no son provocadas por la oposición, como mañosamente insinúan voceros oficiales y oficiosos, sino por los derrotados del 6 de julio. La oposición, se entiende, es la menos interesada en provocar tensiones, pero los sectores más inmovilistas del partido en el poder -entre ellos parte de las cúpulas sindicales, las oligarquías locales, el grupo de gobernadores más conservadores e incluso la tecnocracia autoritaria-, se niegan a entender o admitir el mensaje de cambio de la mayoría de ciudadanos, y pondrán todos los obstáculos inimaginables a la transición democrática.

La resistencia tiene sus explicaciones. El 6 de julio se produjo la primera derrota nacional del partido en el poder en los últimos 68 años; nació la posibilidad de cambios que pueden llevar al país a un sistema de democracia verdadera, y a dar pasos hacia la justicia social. Pero esa posibilidad no se convertirá en realidad sin obstáculos ni tensiones. El viejo sistema político, dominante por largas décadas, no abandonará el escenario sin una tenaz lucha por la sobrevivencia. Los intereses del bloque económico y tecnocrático en el poder lucharán para que los cambios políticos se reduzcan a lo electoral, al cambio de hombres en las cámaras legislativas y en los gobiernos. Pero no admitirán que la democracia influya en el funcionamiento de la Bolsa de Valores o cruce las puertas de los despachos donde se deciden los grandes negocios. El presidente Zedillo lo dice en todos los tonos y escenarios: el rumbo económico seguirá invariable. Lo mismo repiten los jefes empresariales.

Por eso, ya hoy, los próximos meses, los años siguientes serán de confrontaciones políticas, parlamentarias, jurídicas, sociales, económicas e ideológicas. El bloque en el poder intentará detener el proceso de transición, reducirlo a cambios superficiales, desviarlo o asimilar a sus protagonistas radicales, e incluso intentar una regresión autoritaria.

Sin embargo, los actores de la transición tiene hoy mejores condiciones. Ya se vio el 6 de julio. Ahora dependerá de su capacidad para promover la participación organizada de la sociedad en la lucha por las transformaciones necesarias y maduras. La ciudad de México será, no cabe duda, el principal escenario de esas batallas. Por eso el clima enrarecido y ominoso de las últimas semanas.