Antonio Gershenson
El Banco de México, ¿real autonomía?

Se ha estado discutiendo sobre la política seguida por el Banco de México (BdeM) en relación con la entrada de dólares y otras divisas, y la consiguiente fortaleza del peso frente al dólar, que desde otro ángulo tendría que ir bajando. En esta discusión han intervenido planteamientos de personas ligadas a la dirección de organismos empresariales, diciendo que el Banco de México debe tener verdadera autonomía, para que aplique sólo criterios ``técnicos'' y no políticos; y también otros en el sentido de que el BdeM no intervenga y deje que el mercado regule el tipo de cambio. Asimismo, la dirección del Partido Acción Nacional ubicó la cuestión de esa ``verdadera autonomía'' del BdeM como uno de los dos temas centrales a discutir con el gobierno, junto con el rescate bancario-carretero.

Es cierto que, en los hechos, lo que había estado haciendo el Banco de México, al permitir y estimular que se mantuvieran altas tasas de interés para atraer inversión de corto plazo, debía cambiar. El que las tasas de interés vuelvan a bajar es saludable para la reactivación de la economía. Que el dólar no sea tan barato contiene un poco las importaciones, que en parte son suntuarias o innecesarias. Pero en el fondo de varios de estos argumentos hay algo más: la ilusión de que es el mercado el que mejor puede regular el tipo de cambio y, en general, la economía. Es más, se pretende que es la intervención estatal la que causa las devaluaciones.

Nada más falso. Es más, aunque la intervención estatal como tal no causa, ni necesariamente evita, devaluaciones, sino que en todo caso habría que definir con qué política se interviene, podemos recordar los numerosos casos en los que procesos de apertura comercial han contribuido de manera importante a que de devalúe la moneda local. Así pasó en México en varias ocasiones a partir de 1983. Así pasó hace poco en Tailandia y otros países del llamado Lejano Oriente.

Pretender que el mercado es una especie de dios infalible, equivale a ignorar que, en ausencia total de controles, es más fácil que un pequeño grupo con suficiente dinero y poder pueda manipular la economía de un país y sacar de él divisas hasta el punto de generar, entre otras cosas, devaluaciones. Equivale a olvidar que el ``libre juego de las fuerzas del mercado'' condujo a crisis mundiales como la de 1929-1933.

Esta ideología liberal a la que se quiere presentar como nueva, en realidad pertenece a siglos anteriores al que está por terminar. Según esta ideología, el mercado es lo ``natural'', y toda intervención estatal es entonces ``artificial'', con lo que se pretende una especie de ecologismo económico. Falso también. Lo natural es producto de la naturaleza, sin necesidad de intervención humana. Lo artificial es lo producido por la humanidad. Y el mercado no tiene nada de natural, pues incluso los hombres primitivos no regulaban su elemental economía mediante el mercado, que en no pocos casos de plano no existía. Sin gente no hay mercado, y por lo tanto éste no es natural. Lo que sí sucede es que normalmente los que comercian, los que actúan en el mercado, no son concientes de las leyes de comportamiento del mismo. Pero eso no quiere decir que el mercado sea natural, sino que opera sobre la base de la ignorancia de los interesados.

Lo que ha mostrado mejor resultado ha sido aprovechar el mercado, como estímulo para la producción y como regulador de operaciones de intercambio en relativamente pequeña escala y en casos en los que el ciclo de producción, compraventa y consumo no es muy largo. Es en estos casos en los que el mercado funciona mejor; pero al mismo tiempo, controlar el mercado e introducir más elementos de planeación, más elementos conscientes, en las actividades más complejas y que rinden sus resultados a más largo plazo. Algo así como domar al mercado, a la manera en que se puede domar un río con una represa, lográndose que en vez de una sucesión de sequías e inundaciones, tengamos tierra irrigada, energía hidroeléctrica y seguridad río abajo.