MAR DE HISTORIAS Ť Cristina Pacheco
Huracanes
Nora deposita el pastel en la charola, lo contempla unos segundos y se vuelve a Rosario, que se concentra en destapar una botella de vino espumoso:
-Con todo lo del huracán, me siento mal de haber hecho esta fiesta. La organicé desde hace un mes.
-¿Cómo ibas a saber que llegaría Paulina? -Rosario da un saltito cuando el corcho rebota en el refrigerador, pero no puede impedir que el líquido le salpique la frente: -Nunca aprenderé a destapar este vino sin hacer batidero.
Rosario sigue burlándose de su torpeza cuando Eduardo, el marido de Nora, se asoma por la puerta de la cocina:
-Como que ya se están tardando mucho con el postre ¿no?-. En cuanto Eduardo desaparece Nora toma la charola, pero luego se queda inmóvil:
-Mi marido siempre tiene prisa, caray, no estamos en el periférico sino en mi fiesta. No sabe disfrutar de nada, y lo malo es que tampoco me deja.
-No hagas caso, así son todos -contesta Rosario mientras ordena las copas champañeras-. ¿No te pareció guapísimo Iván, el primo de Leonor?
-Uy sí, pero lo que más me gusta de él es su forma de ser. Qué hombre tan delicado, tan dulce. Tiene algo muy lindo en los ojos...
-Y se me hace que un poquito más abajo, también...
Las dos amigas ríen a carcajadas. Cuando Eduardo reaparece guardan silencio.
-Nora: ¿cuándo piensas servir el postre? Llevan horas aquí. Marta ya se quiere ir, que porque es tardísimo y el primo de Leonor ya se fue-. Eduardo percibe la mirada que intercambian las mujeres antes de volver a reír -Están rarísimas, ¿qué tomaron?
-Nada, ¿por qué? -Rosario no espera la respuesta. Seguida por Nora, se encamina a la puerta con la botella y las copas. Los invitados aplauden cuando entran en la sala.
-¿Qué tanto hacían en la cocina? -pregunta Leonor.
-Abrir las botellas, me costó un trabajo... -Rosario se vuelve a Julio, su esposo- y como a ningún caballero se le ocurrió ayudarme. Cuéntame, ¿nos perdimos de algo?
-Estábamos hablando de Paulina. Qué cosa tan terrible -El desconsuelo no impide a Marta mirar su reloj-: ¿Seguro que me darán aventón porque si no, yo me voy. A estas horas, me da miedo andar solita.
-Ya te lo dijimos -responde Nora con cierta impaciencia-. Parece que hay setenta muertos en Oaxaca.
-Y cuatrocientos en Acapulco, pero yo les a seguro que son más. Cuando baje el agua seguramente encontrarán muchos otros cadáveres -Al ver que sus reflexiones despiertan interés, Eduardo habla con tono de mayor suficiencia-. Nunca sabremos la cifra exacta. Acuérdense: en el 85, bien bien, nunca supimos cuántos muertos hubo. ¿O sí?
Nadie responde a la pregunta de Eduardo. La incomodidad flota en el aire hasta que
Leonor rompe el silencio.
Iván sale con otros compañeros a Acapulco para ver cómo puede ayudar -Se vuelven hacia Nora-: Me pidió que lo disculparas por no quedarse a comer tu pastel, pero se le hacía tarde y tendrá que levantarse tan temprano. Chayo, a ti también te dejó saludos mi primo.
-Más le vale -murmura Rosario en tono vago.
-Si yo pudiera, también me iría de voluntaria -La frase de Nora provoca un leve desconcierto-. Lo digo en serio.
-Pues qué bueno que no te vas porque sólo estorbarías- Eduardo se da cuenta de su brusquedad y suaviza el tono-: Que vayan a Acapulco y a Oaxaca las personas que estén preparadas para hacer labores de rescate, los demás no serviríamos de nada.
-No estoy de acuerdo contigo. Pienso que ahorita hasta la simple compañía puede ser de utilidad para esas pobres gentes. En eso coincido con Iván -concluye Leonor orgullosa.
-¿Estará bien mi reloj? Van a dar las doce -dice Marta con la boca llena de pastel y sin importarle que nadie le haga caso.
-Se ve que tu primo es muy buena persona.
-Y muy guapo. Reconócelo, Chayo. Que conste que no lo digo porque sea mi primo.
-Claro que lo reconozco -Rosario se dirige a Nora-: ¿No te estaba diciendo que Iván me parece un muchacho muy guapo?
-Ay Marta, ve la cara de Julio: ya se puso celoso -comenta Leonor al oído de su amiga, pero en voz tan alta que todos la oyen.
-No veo por qué. Julio se pasa la vida diciéndome que Fulanita esta guapísima y que Zutanita tiene un cuerpazo...
-Pero a los señores, como que no les gusta oír esas cosas. ¿O sí? -Leonor observa a Julio, pero es Eduardo quien interviene:
-No es que no nos guste, es que se ve mal...
-Se me hace que mejor pido un taxi... -dice Marta volviéndose a sus amigos con mirada suplicante.
-Espérate, Marta, luego te llevamos -le responde Nora sin percatarse de que su tono es descortés-. ¿A ver, Eduardo, por qué se ve mal que las mujeres digamos que un hombre es guapo?
-Norita- aconseja Leonor-, se me hace que te estás metiendo en camisa de once varas. Cambiemos de tema. No quiero que tu marido siga poniendo cara de enojado.
-Te equivocas. No estoy enojado. Pensaba.
-¿En qué? A ver, dínos, me interesa muchísimo. Después de todo soy tu esposa -Nora sonríe a sabiendas de que las mujeres la apoyan.
-Pienso que todo tiene su tiempo. No creo que esté bien que las mujeres digan ciertas cosas cuando llegan a una edad en que sobre todo deben darse a respetar.
Rosario abre la boca pero no logra decir nada, Leonor aplaude en actitud sarcástica, Nora observa a su esposo con un gesto incrédulo que él toma como provocación:
-¿Por qué me ves así? ¿Te parece mal lo que dije?
-Francamente, si. Y además, muy injusto. Es como si dijeras que después de un cierto momento las mujeres tenemos que vivir mutiladas: no ver, no decir, no desear nada; en cambio ustedes...
-No te entiendo. Explícame.
-Imagínate que hoy Leonor hubiera venido con una prima guapísima, de veinte años como Iván. ¿Qué estarían comentando tú y Julio? Que es preciosa. Y acuérdense que ustedes dos ya andan por los cuarenta: están en edad de darse a respetar -Nora termina imitando el acento de su marido.
-¡Gol! -el grito de Julio provoca risas que aminoran la tensión--. No debiste tocar el tema, compadre. ¿Qué no ves que todas las mujeres andan alborotadísimas desde que pasan Mirada de Mujer?
-No entiendo por qué las impresiona tanto esa cursilería. Cada noche que vuelvo a la casa encuentro a Nora babeando frente a la tele.
-Me sucede lo mismo -Julio adopta una actitud condescendiente-: En serio, ¿por qué las emociona tanto que una señora grande y casada salga con un chavo?
-No esta divorciada. Su marido se fue con otra, más joven, cosa que es muy diferente -puntualiza Marta con toda su autoridad de teleadicta.
-A mí el personaje de la esposa me fascina y la Angélica Aragón lo actúa de maravilla -afirma Leonor.
-¿Admiras al personaje? Debería avergonzarte que ande haciendo el ridículo con un chamaco al que le dobla la edad -Eduardo enciende un cigarro-: Además, se me hace que el tal Ari Telch no está como para dar tentaciones.
Rosario y Leonor sueltan una carcajada. Nora, en cambio, acentúa la expresión severa cuando rebate a Eduardo:
-Yo creo que sí está para eso y más. Ari Telch es muy varonil. No sé cómo será en la vida real, pero lo que es en su personaje, me parece divino: romántico, delicado, comprensivo, dulce...
-Ay, Nora, nunca te había oído hablar así. Andale, sigue -Eduardo disimula su impaciencia tras una sonrisa falsa-: Dime, ¿qué más te gusta de tu personaje? Rápido, contesta.
-Que él no tiene tanta prisa.
Se escuchan toses, movimiento de sillas y la voz de Marta que, con los ojos perdidos en el infinito, murmura:
-¿Creen que volverá Paulina?.