Sin sentido, buscar culpables: Zedillo
Rosa Elvira Vargas, enviada, Acapulco, Gro., 14 de octubre Ť Al visitar lugares donde viven o vivieron los damnificados por el huracán Paulina, el presidente Ernesto Zedillo ordenó suspender la entrega de despensas, ``porque si no, se las clavan'', y a cambio dotar de comidas calientes preparadas por el Ejército, otorgar créditos a la palabra a pequeños comerciantes afectados en sus negocios; crear un programa temporal de empleo para la reconstrucción de viviendas y elaborar un registro puntual de las familias sin hogar que deberán ser reubicadas.
Además de las indicaciones sobre cómo actuar para resolver la angustiante situación de los afectados por el huracán, el Presidente formuló consideraciones de orden político: no tiene sentido buscar culpables de la tragedia. Quienes lo reclaman ejercen su libertad de expresión, pero ``ojalá usen parte de su energía para contribuir a resolver el problema, no para agravarlo''.
Y de nuevo, como el sábado, cuando visitó por primera vez los albergues donde están quienes perdieron su casa, este martes Zedillo atajó a todo aquel que quisiera pedir en nombre de grupos o dirigirse a él en plural. ``Hable a nombre de usted''. Cero líderes e intermediarios es su divisa.
Zedillo se detuvo con quien lo llamó; preguntó sobre la calidad de los servicios en los albergues; indagó sobre las obras de reparación, los registros de solicitantes de vivienda; se vacunó contra el tétanos y aseguró que regresará a Acapulco el viernes o sábado. ``No puedo estar en mi casa'', confió; ''no puedo dormir. Por primera vez desde que soy Presidente he perdido el sueño.''
El recorrido de hoy fue sobre todo por Palmasola, al norte de Acapulco, la zona más afectada --según las autoridades-- en cuanto al número de muertos.
Zedillo recorrió a pie unos cuatro kilómetros. Visitó dos albergues y caminó por las empinadas y destruidas calles. Se detuvo al pie de barrancos antes salvados por muros y ahora en peligro de caer, y cruzó por improvisados puentes de madera donde antes había calles y casas.
La vida dista mucho de volver a la normalidad. No hay agua, que piden en todos lados y en diferentes tonos.
Varias mujeres señalaron que el abasto del líquido es mayor para quienes están en los albergues que para los que permanecen en sus casas. A estos, dijeron a Zedillo, sólo les tocan dos botellas diarias.
Por la mañana, Zedillo concedió entrevistas para las tres principales televisoras de cobertura nacional. Informó que el servicio eléctrico estaba restablecido aquí casi cien por ciento, lo mismo que las líneas telefónicas. Dijo que el problema más grave lo constituye el abasto de agua potable; que ya se había reparado uno de los dos principales acueductos que surten a la ciudad y que si bien eso alivia parcialmente la falta del líquido, la insuficiente dotación se mantendrá como un conflicto grave.
Esa es una de las cuestiones que más malestar, inconformidad y problemas entrañan para la gente, dijo el Ejecutivo, pero simplemente hay una imposibilidad física para reparar esos acueductos de un momento a otro. Aseguró que miles de trabajadores y técnicos llegaron a este puerto sólo para atender lo relativo a la red de abasto de agua potable, reparación de plantas de aguas negras y potabilizadoras, por lo que se debe tener paciencia.
Detalló los avances en la reconstrucción de caminos y dijo que los problemas más severos en este renglón están en Oaxaca, sobre todo en Pinotepa Nacional, y que en los de Guerrero se avanza con celeridad.
--¿Hay culpables en esto? --preguntó uno de los comunicadores.
Zedillo respondió con una larga disquisición sobre los procesos de urbanización y los problemas del desarrollo económico y social. Habló de la accidentada topografía de Acapulco y no descartó que en muchos asentamientos que fueron arrasados haya habido irresponsabilidad o corrupción.
Entonces afirmó: Yo me estoy ocupando de resolver los problemas. El ejercicio de si pudo haberse hecho esto o aquello me parece un tanto cuanto inconveniente y poco constructivo en este momento. Para mí sería muy cómodo empezar a echar la culpa a los de antes. Lo que nos va a resolver todos estos problemas es el desarrollo, porque de otra manera nos vamos a encontrar situaciones tan dramáticas como las que vive ahora Acapulco.
Al llegar al primer albergue de Palmasola, Zedillo se topó con don Jesús Benito Nicolás. Está solo, sin hijos, sin nietos y con algunos de ellos aún desaparecidos. Se abrazaron y el viejo preguntó al Presidente: ``¿Sigo buscando?'' La instrucción fue inmediata al secretario de la Defensa, Enrique Cervantes: forme cuadrillas y busque.
Así, fueron saliendo otros. El muchacho que vivía en Zihuatanejo y cuando llegó aquí encontró a su padre muerto; el pequeño Fidel Avila que ya no tiene familiaÉ y muchos otros con certezas de pérdidas o remotas esperanzas de recuperar vivos a sus seres amados. Pero convencidos de pedir que, si no fuera así, ``por favor que no los lleven a la fosa común''.
Más tarde, cuando a petición de la gente ascendió la pesada cuesta de El Zapotillo, Zedillo se enteró que entre los muertos de esa zona estaba el pequeño Enrique Avila, un alumno de primaria que hace unos meses lo visitó en Los Pinos, como parte del premio por su avance en el estudio.
También ahí, justo cuando detuvo en seco a alguien que pretendía hablar en nombre de la comunidad, un joven interrogó desde una barda cercana: ``¿Qué va a pasar con los líderes que acarrearon a las personas hasta aquí arriba?'' ``Nada, porque vinimos y vivimos aquí por nuestra propia voluntad'', respondieron varias voces.
Zedillo decía que habrá familias que, aun sin haber perdido sus casas, tendrán que mudarse porque aquellas se encuentran en terrenos peligrosos. Y remachaba: ``yo vengo a establecer un diálogo directo con la gente; tiene que hablarse con la gente. Nada de garrotazos''.
En materia de reubicaciones, la cuestión está en localizar la reserva territorial correspondiente. El Presidente comentó que se está buscando en la zona urbana, en fraccionamientos establecidos y no contempló la necesidad de expropiaciones.
Cuando descendía de El Zapotillo, otras mujeres clamaron por despensas. Y Zedillo dijo: ``no hay despensas; si no, se las clavan (varias veces citaría el caso de una señora a quien se descubrió con dos metros cúbicos de despensas). Mejor comida caliente, hecha por el Ejército. Yo a cada rato como de esa y es muy buenaÉ''
En el albergue que opera en el kínder Educadora Guerrerense, Zedillo fue vacunado contra el tétanos por la trabajadora social Guadalupe Quiñones Cortés, y conoció otros testimonios de la tragedia, recibió más solicitudes de ayuda, y después, a través de la Unidad Fovissste Palmasola, caminó hasta los barrancos y constató cómo quedaron las casas por la lluvia y las grandes rocas que trajo consigo la corriente del río Camarón.
Así llegó hasta Constituyentes, y quiso saber cómo iban los registros de damnificados y aquellos que se levantan para otorgar los créditos a la palabra.