La Jornada 16 de octubre de 1997

Hambre, desesperación y enojo en Oaxaca

Rosa Elvira Vargas, enviada, Collantes, municipio de Janiltepec, Oaxaca, 15 de octubre Ť En la parte negra de Oaxaca, Paulina vino por todo: escuelas, casas, tiendas, centro de salud, cosechas, animales, enseres domésticos. Todo. Lo que está en pie de poco sirve y el lodo, los charcos, la falta de agua, los alimentos escasos contribuyen a la desesperación de sus habitantes.

Agua para beber, muy poca; para bañarse, todo parece indicar que no hay. La escuela hace ocho días está sin clases pues las aulas están destruidas y los libros de texto se fueron con el viento o acabaron entre el lodo. Los animales, sin corral ni cercas en pie, andan sueltos. Además, muchas de las pertenencias, que medio útiles aún aparecen kilómetros abajo, son recuperadas por algunos vivos que para regresarlas a sus dueños, piden ``propina'', y por supuesto tampoco hay dinero.

Con todo, hoy que vino el presidente Ernesto Zedillo para verificar --como lo hiciera el martes en Acapulco-- las labores de reparación, encontró servicios de salud que al menos atienden lo más urgente. También halló gestos serios que poco hablan de los dramas personales, pero que en cambio urgen por cosas que en nada les resultan simples, como el que escombros que recoge el Ejército de calles y casas ``no los tiren a la salida del pueblo, porque llevan muchos vidrios, y aquí todos andamos descalzos y nos podemos cortar''.

Había alguien, sin embargo, con un interés supremo. Adrián, de escasos ocho años, se acerca al secretario de la Defensa, Enrique Cervantes Aguirre, y le dice, como para captar su atención, que él toma agua del río. Preocupado, el militar le ofrece que pronto llegará más agua embotellada.

Pero Adrián trae su jugada. ``Yo quiero ir en el helicóptero'', le dice quedo pero firme. El funcionario responde que hoy no puede, porque debe regresar, pero que pronto vendrá de nuevo a Collantes y lo llevará en la nave. Para entonces, Adrián ya descubrió que hay varias vías para su objetivo y, cuando el presidente Zedillo se retira del lugar, el niño se le acerca y sin aspavientos, pero perfectamente audible, le dice: ``Yo quiero ir en el helicóptero''.

En esos momentos el Presidente hacía pública la proeza del doctor Cuauhtémoc Pacheco, quien caminó dos días y cuatro horas desde Puerto Escondido hasta Collantes, para llevar la primera atención. El galeno, como si nada. No se queja y sólo resume: ``Fue duro pero valió la pena''.

En seguida advierte sobre la eventualidad de que en esta zona insalubre, paludismo y dengue surjan entre la población, si no se dan condiciones mínimas de higiene. El Presidente coincide y da órdenes para atender eso. Aquí como luego en Chacahua, a todas va el gobernador Diódoro Carrasco. Ya hay programas, dice; medidas emergentes, asegura; evaluaciones, sostiene. Se actúa, insiste.

Zedillo parte por el mismo camino de ropa inservible a la vera del camino, bordeando charcos inmensos y resbaladizos y rodeado por los cuerpos morenos y sudorosos que le piden ayuda. Antes de llegar a los helicópteros, Paulina Domínguez, mujer fuerte y coplera local, lo despide: ``En un pocito profundo\ todos nos andábamos ahogando\ es por eso que me confundo\ por ese ciclón Paulina \ la vida nos está costando''.

De nuevo en helicóptero, el Presidente llega a Chacahua. Aquí se cuentan (y ven) destrozos, pero también proezas, pues el pueblo entero, ante la inminencia de una inundación que lo borraría del mapa, empezó a romper a la llegada del huracán y con palas, picos y todo lo que halló --ganas de vivir-- la barra que detenía a la laguna que hay junto al pueblo.

Un perfecto narrador oral, sin melodramas, como un verdadero estratega de la salvación, Sebastián Herrera, agente municipal de policía de Chacahua, donde viven unas mil personas, cuenta todo así:

``Hubo muchas casas inundadas y ya no se pudo sacar nada. Perdieron todo lo que tenían dentro de su casa. pero venimos todos a la barra por la seguridad de todos. Ya estábamos inundándonos y si ese día no nos decidimos, nos hubiéramos inundado. Tuvimos a la gente con aquella pala como se ha hecho anteriormente y lo pudimos hacer. Bendito sea dios que así nos escapamos.

``Ahorita les vamos a mostrar; vamos a pasar por ahí donde se cayeron los postes de luz, se cayeron muchas casas. Podemos pasar por la clínica y darnos la vuelta y vamos donde está la gente esperándonos.

``No tenemos maíz, no hay azúcar, no hay agua, de todo eso estamos careciendo ahorita. No hay tienda, ni modo de comprarlo porque no hay productos. Sí hay productos pero no podemos venderlos, porque estamos incomunicados; las carreteras están trozadas ni nadie compra porque adónde lo va a comprar''.

A Chacahua hoy se llega sólo por helicóptero o lancha, y así será por varios días más.


Salvador Guerrero Chiprés Ť En Oaxaca son más de mil las comunidades, rancherías y ejidos los afectados por el huracán y la mayor parte de ellos no ha recibido aún la ayuda que requieren, estimó el coordinador de pastoral social de la arquidiócesis de la capital del estado, Edilberto Pérez.

Ante la situación en esa entidad y en Guerrero, las representaciones de Cáritas de Tehuantepec, Acapulco, Tlapa, Oaxaca y Tapachula, así como los responsables de pastoral social de la ciudad de México, Guadalajara y Ciudad Guzmán, anunciaron su ``opción preferencial por los más pobres'' y aprovechar la tragedia ``como una oportunidad para comunicarnos con los más marginados'', según la expresión del sacerdote Alberto Athié Gallo, secretario ejecutivo de pastoral social de la Arquidiócesis de México.

Consideró que aunque la solidaridad demostrada ``revela el gran corazón del pueblo mexicano, no es esta una sociedad educada ante desastres; los alcances del huracán ``nos revelan cosas más profundas: se revelan injusticias, manipulaciones, cacicazgos, toda una serie de factores que empeoran los efectos de las catástrofes''.

Como en los sismos de 1985, la circunstancias ``nos llaman no sólo a reconstruir lo externo, sino a reconstruirnos como sociedad. Esta tiene que trabajar procesos estructurales, pacíficos, pero de cambio real'', anotó.

Por la mañana, durante su participación en el diplomado del Instituto Franciscano de Filosofía y Teología, el teólogo Enrique Dusell, cercano desde hace treinta años a la teología de la liberación, expresó antes la audiencia en el Centro Cultural Universitario, en alusión a palabras presidenciales: ``Cómo que no hay que buscar culpables. Claro que los hay, y son aquellos que han impuesto ésta política económica que hace que las desgracias golpeen más a los más pobres''.

Guerrero y Oaxaca, consideró por su parte el nuncio Justo Mullor en un encuentro con reporteros en la sede de la nunciatura, son un llamado a ser quienes contribuyan a cargas las cruces ``de todos nuestros hermanos''.

Durante la conferencia de prensa de Cáritas y los responsables de pastoral social, el sacerdote Athié Gallo informó que de Cáritas Alemania se recibió un donativo de 100 mil marcos para ambas entidades. De Misereor se recibió ayuda directa en montos que se desconocen. De la diócesis de Rockville hay una promesa de depósito. También hay una de Adveniat.

Apoyos en especie y en efectivo provenientes de México ascienden a 200 mil pesos. El club de futbol Guadalajara donó 350 mil. De las diócesis de Tuxtla, Tapachula, Oaxaca y Guerrero se recogieron 30 mil pesos. Hay un donativo de un millón para un fondo revolvente. Una sola persona regaló diez mil dólares para Oaxaca, Chiapas y Guerrero y existen ofertas de apoyo a través de la ``enorme red capilar de la Iglesia'' de más de 50 empresas alimenticias, precisó Athié.

Esos ``milagros de la solidaridad'' como les llamó, deben ahora canalizarse con priorización de necesidades que comprendan al destinatario.