El futuro que anhelamos. Deseamos transitar por el mundo globalizado, sin renunciar a nuestra propia identidad, manteniendo nuestra dignidad. Queremos aportar nuestra herencia cultural milenaria para participar en el diálogo entre lenguas y culturas. Si hace 20 años impugnamos la castellanización, hoy pensamos que debemos acceder, no sólo al español, sino a idiomas más amplios que nos permitan apropiarnos de los avances científicos y tecnológicos para desarrollar nuestros propios proyectos en un marco de respeto y de diálogo, para una convivencia pacífica con las sociedades más amplias.
Dentro de estas ideas que he expuesto, que no hacen sino recoger el camino andado, la educación de los adultos, también tiene que replantearse. Es cierto que tienen prioridad los niños, porque ellos tendrán que enfrentar los retos de la convivencia en la diversidad. Los adultos pueden apoyar y participar en este proceso. Por eso es necesario revisar los contenidos de esta educación y sobre todo la metodología con la que se desarrolla. Sin ser especialista en el tema, encuentro que no existe el diálogo entre educador y educando, sobre todo, en el caso de México en donde los instructores son generalmente jóvenes sin experiencia y sin el conocimiento del contexto sociocultural en que se desenvuelven los adultos; por lo mismo, la educación no parte de los referentes culturales, ni de los saberes propios para cimentar sobre esta base, los nuevos conocimientos que se van adquiriendo.
Del camino andado, he aprendido al igual que muchos educadores, que lo más importante es que el niño y el adulto logren aprendizajes significativos más que la memorización de contenidos. Aprendizajes que permitan pensar y recrear la cultura propia y, sobre todo, vincularse con la vida social comunitaria.
A nivel metodológico es necesario desarrollar nuevas estrategias de aprendizaje mutuo. El diálogo intercultural y la confrontación constructiva entre lenguas y culturas diversas, pueden ayudar a la identificación de lógicas distintas, cosmovisiones diferentes y nuevas formas de aprendizaje. Esto permitirá a los niños y adultos desarrollar una actitud crítica hacia la propia cultura y la ajena, para seleccionar los contenidos educativos y culturales que les ayuden a pensar y construir, en última instancia, su propio proyecto de vida. Todo esto implica que la educación intercultural bilingüe debe incidir en el sistema educativo nacional para no continuar sectorizando el tema indígena del resto de la sociedad. Estoy convencido de que los niños y jóvenes de las ciudades, deben interactuar con los niños y jóvenes de las comunidades indígenas para compartir valores, saberes, mitos, en fin, todo el universo cultural de los pueblos indígenas, para desarrollar, entre todos, un nuevo tejido social basado en la riqueza de la diversidad cultural y lingüística.
A nivel estructural se requieren, también, cambios importantes. Por ejemplo, replantearse seriamente la concepción indigenista que predomina en la sociedad, en las instituciones y en la vida política. Este cambio debe reflejarse en la participación indígena en todos los niveles y áreas de decisión (educación, cultura, desarrollo y política); tomar conciencia de los principios que rigen la vida de los pueblos indígenas para establecer relaciones de respeto e igualdad, manteniendo el derecho a la diferencia cultural; desarrollar propuestas concretas que propicien el cambio de actitudes de parte de la población indígena hacia la población mestiza y viceversa. Sobre esta última idea, la Casa de los Escritores --creada en 1997 con el apoyo del gobierno mexicano (a través de la Secretaría de Educación Pública) y la UNESCO--, constituye una iniciativa para propiciar el diálogo intercultural. En ella se realizan cursos de lenguas indígenas, seminarios y talleres con niños y adultos, conferencias y programas culturales que a la postre contribuirán al desarrollo de una mayor conciencia de la diversidad. Es evidente que la desinformación sobre el tema indígena genera prejuicios y, consecuentemente, resistencias al cambio, a la convivencia pacífica y al reconocimiento de la diversidad como un valor cultural que enriquece a toda la sociedad.
Estos son, en todo caso, los sueños, los ideales y utopías de un educador comunitario, consciente de que el nuevo milenio debe ser el inicio de una nueva era en la que los pueblos indígenas deben participar plenamente, con su voz y rostro propio, para superar su exclusión histórica de los proyectos educativos, culturales y de desarrollo.
* Texto presentado en la V Conferencia Internacional sobre la * Educación de los Adultos, en Hamburgo, Alemania, y en el II * Seminario Internacional sobre Capacitación en Producción y Promoción * de Materiales de Lectura en Lenguas Indígenas, en Caracas, * Venezuela.
Nota: el autor es escritor en lengua náhuatl y director de la Casa de los Escritores en Lenguas Indígenas