La Jornada 18 de octubre de 1997

Colonos del Anfiteatro inician reconstrucción; en La Bocana, ningún auxilio

David Aponte, enviado, Acapulco, Gro., 17 de octubre Ť Con palas y picos, cientos de hombres, mujeres y niños de la zona del Anfiteatro comienzan las tareas de limpieza, desazolve, tendido de cables de energía eléctrica y reconstrucción, con la determinación de no aceptar la injerencia de partidos políticos o supuestos líderes.

``No queremos partidos políticos ni falsos dirigentes. No queremos grillas, queremos trabajar. Aquí no hay partidos y estamos unidos para salir adelante'', señalan los vecinos de la colonia Santa Cecilia, en la parte más alta del puerto.


Un hombre saca arena debajo de un sitio donde pasaba la calle
Pueblo Nuevo, en Acapulco.
Foto: Duilio Rodríguez

Los habitantes de la zona afectada han asumido la organización para las tareas de reconstrucción bajo una condición: toda persona que ayude tiene derecho a alimentos, agua y atención sanitaria.

Wilbert Morgan Carranza, de 11 años, y otros niños, limpian parte de una enorme barranca que abrió el huracán Paulina. Los menores utilizan palas y carretillas para sacar el lodo de sus casas y laboran por turnos. La organización está a cargo de las mujeres.

``Estoy aquí porque quiero ayudar y para que nos den agua y comida'', dice Wilbert, mientras utiliza la pala en una calle que fue arrasada, convertida en un barranco lleno de automóviles, camiones, pedazos de refrigeradores, estufas, colchones y grandes rocas.

-¿Y la escuela?

-Dicen que vamos a ir el lunes -responde.

Pablo Hernández, profesor de escuela secundaria, vecino de Santa Cecilia, explica que toda la gente está trabajando ``sin grillas ni partidos políticos''. De por sí, las calles de la zona fueron construidas por los propios habitantes, los cuales carecen de agua potable.

Ahora, los vecinos tienden largos tramos de manguera de plástico hacia un manantial en el cerro, para obtener agua.

La avenida Pueblo Nuevo está abierta, como una enorme grieta en el cerro. Seis personas murieron, dos niños desaparecieron y camiones de transporte público quedaron en el fondo del barranco. El paso y el traslado de agua, leche y alimentos es difícil.

Sin embargo, los vecinos del lugar colocaron dos poleas, un cable de acero y cajas de plástico para llevar los víveres hasta la parte alta de esa zona del Anfiteatro.

Las mujeres y los niños forman una cadena humana a lo largo de la grieta. Con bolsas y sacos de plástico suben las botellas de agua y los alimentos, para su distribución en forma equitativa. Todos reciben la misma ración.

Los habitantes de la zona ya rebasaron a las autoridades estatales y federales y a los partidos políticos. No necesitan de ninguna instancia para mantener una organización y realizar las tareas de reconstrucción.

El gobierno entregó las palas, las carretillas, el cable para energía eléctrica y los transformadores. Los pobladores hacen el resto.

Los damnificados están organizados por calles y callejones. Cada uno de ellos tiene un representante y un coordinador, mujeres en su mayoría, ``para que todos ayuden y para que haya comida para todos'', explican.

La doctora Rosa María Strub, vecina de Santa Cecilia, lleva una libreta con los nombres de los habitantes afectados y de los representantes. En total, tiene apuntadas a 210 familias, con un promedio de siete personas por cada una de ellas.

Los coordinadores reciben el agua y los alimentos y, posteriormente, los distribuyen casa por casa. Strub lleva un estricto control de las entregas, para evitar casos de acaparamiento o actos de pillaje.

El tema de la corrupción enciende a los vecinos de esta zona de Acapulco, misma que domina la vista de la bahía de Acapulco. De inmediato, las mujeres comienzan a gritar: ``Fuera los políticos, los falsos líderes y los partidos. No queremos nada de ellos''.

Desde hace muchos años, los presuntos dirigentes políticos engañaron a los pobladores del Anfiteatro. Vendieron y revendieron terrenos irregulares y lotes ubicados en los cauces del río Camarón, arteria que corre desde los cerros de Acapulco hasta la playa Papagayo.

La lluvia de Paulina entró al estrecho cauce del río Camarón, mismo que abrió grandes grietas y arrasó con las viviendas de los acapulqueños.

``Ya no queremos más pillos ni la intervención de nadie'', agregan los afectados, cuya organización marcha sin problemas.

En la zona más alta de la colonia Santa Cecilia, los habitantes instalaron un albergue para unas 80 personas que perdieron sus casas. Los encargados ofrecen un promedio de 800 porciones de comida al día.

A lo largo del Anfiteatro, las mujeres administran y preparan la comida, los niños remueven el lodo y los hombres tienden los gruesos cables de energía eléctrica.

Mientras los damnificados trabajan para arreglar sus colonias, las autoridades de Guerrero limpian con afán la zona hotelera.