Inspirada directamente en los Cursos de composición Franco Donatoni que se han efectuado en México durante los últimos cinco años, la serie Sones contemporáneos contempla la realización de diversas actividades (principalmente conciertos) enfocadas a una difusión seria de la música del siglo XX, en condiciones menos azarosas que las de costumbre.
La primera actividad de Sones Contemporáneos, que augura un futuro luminoso para la serie, ha sido la reciente presentación de dos conciertos de música del siglo XX a cargo del grupo italiano Antidogma Música. El primero de ellos, realizado en el Auditorio Blas Galindo del Centro Nacional de las Artes, resultó una velada musical de alto nivel debido a la cabal conjunción de los elementos indispensables, buen repertorio, buenos intérpretes, buenas ejecuciones, público numeroso e interesado, y una sala con buena acústica.
Tropi, de italiano Niccolo Castiglioni (1932-1996), es una obra compleja y rigurosa en la que sobresale, ante todo, un discurso atomizado y fragmentario que parece estar hecho de breves aforismos weberianos. (Quizá sea pertinente señalar que mencionar a Weber y a la brevedad en la misma frase puede resultar redundante). Escrita para flauta, clarinete, piano, violín, violoncello y percusiones, la pieza de Castiglioni resulta atractiva, además, porque está generosamente habitada por pausas y silencios, lo que da una dimensión muy especial a su transcurso temporal. De particular atractivo son los episodios en los que el compositor italiano plantea acumulaciones sucesivas de agudos que dan lugar a momentos sonoros de rara intensidad y de muy bien logrados timbres.
Del francés Pierre Boulez (1925) se interpretó Derive, para una dotación similar a la de Tropi, en la que el vibráfono sustituye a las percusiones. Hay aquí un gran rigor métrico, y al interior de cada unidad de medida, el discurso de Boulez es fluido y orgánico en sí mismo. A los episodios de un severo estatismo se suceden otros de movimiento marcado y movido; el contraste sintetiza un ámbito sonoro rico y complejo. Una posible lectura de Derive plantearía la existencia de varios discursos sonoros simultáneos con personalidades propias. El resultado final es, sin embargo, la inteligente fusión de esas líneas independientes de conducta musical.
El conjunto Antidogma Música interpretó luego Arpege, de Franco Donatoni (1927), para una dotación idéntica a la utilizada por Boulez en Derive. Al arranque mismo de la pieza, Donatoni propone un episodio muy sugestivo en el que las sonoridades del piano y el vibráfono se combinan en un momento de resonancias fantásticas; a partir de ahí, el vibráfono se convierte en el ancla tímbrica de Arpege, proporcionando una diversa base de colores sobre la que se mueven con rigor donatoniano los demás instrumentos. Toda la obra posee, además, un elemento de gestualidad muy bien planteada y realizada.
Para la segunda parte del programa, Antidogma Música interpretó Aventures y Nouvelles aventures del compositor transilvano Gyrgy Ligeti (1923). Obras ya clásicas en el repertorio del siglo XX, este par de piezas forman una unidad indisoluble y representan un punto importante en el desarrollo del teatro musical. A tres solistas vocales se une un conjunto instrumental mixto de cuerdas, teclados, alientos y percusiones, y un complemento de objetos sonoros que incluyen cajas, martillo, almohada, bolsa de papel, lata metálica, etcétera.
Estas dos piezas de Ligeti conforman un auténtico teatro de voces e instrumentos en el que la ausencia de textos no hace sino potenciar el valor del elemento gestual y expresivo. Como casi todas las obras de Ligeti en las que está involucrado el elemento gestual y expresivo, Aventures y Nouvelles aventures se prestan a lecturas múltiples; una de ellas, potenciada por el humor ácido y corrosivo del compositor, podría ser la exhibición satírica de los vicios y veleidades de divos y divas de toda especie. Estas obras tienen más de 30 años de haber sido escritas, y si bien están marcadas por algunos parámetros típicos de la experimentación musical de los sesentas, no han perdido nada de su frescura y de su capacidad de asombrar al público. Prueba de ello, los numerosos oyentes que invadieron el escenario al final, vivamente interesados en revisar las partituras y saber cómo diablos codificó Ligeti la enorme variedad de emisiones vocales y ruidos guturales que forman la columna vertebral de estas dos obras suyas.
Para aquellos socarrones (o ignorantes) que afirman que las complejidades tecnicas y expresivas hacen imposible saber si una obra contemporánea está bien interpretada o no, la actuación del grupo Antidogma Música puede ser una clara lección de lo contrario: he aquí grupo joven en edad y en actitud, y maduro en cuanto al rigor en la preparación y ejecución de repertorios de alta dificultad.
Solvencia técnica, precisión rítmica, buena intuición de ensamble y una actitud abierta y flexible caracterizaron la actuación de Antidogma Música, grupo que esa noche ofreció uno de los mejores conciertos de música contemporánea que se hayan escuchado en Méxco en los últimos tiempos.