SSP y PGJDF nos fabrican delitos, sostienen los agentes detenidos
Alberto Nájar Ť Los jaguares lloraron.
En el juzgado 19 del Reclusorio Oriente, minutos después que se decretó su formal prisión por homicidio y abuso de autoridad en el caso de la colonia Buenos Aires, tres elementos del Grupo Especial de Disuasión (GED) derramaron lágrimas de coraje e impotencia.
``No sabemos por qué la Secretaría (de Seguridad Pública) nos entregó a la Procuraduría por delitos que no cometimos. Es injusto, estamos pagando por otros'', clamaron desesperados.
Con el rostro cubierto con sudaderas beige, las manos en la boca, los tres policías confesaron que tienen miedo a represalias, pues ``a los primeros compañeros les dijeron que los iban a degollar, que no amanecerían''.
Reconocen, sin embargo, que tuvieron mejor suerte, pues el trato que reciben no es malo; ``como dice el dicho: aunque la jaula sea de oro, no deja de ser prisión''.
Antes, otros tres de sus compañeros que ampliaron su declaración preparatoria afirmaron lo mismo: que son chivos expiatorios.
Los seis policías insistieron en que el día de los hechos, 8 de septiembre, se encontraban de servicio en otro lado, algunos incluso a 30 kilómetros de la colonia Buenos Aires. No atendieron el llamado de auxilio que emitió por radio Eleazar Armando Pérez Zavala, el primero de sus compañeros que participó en la balacera y a quien se acusó en principio de cometer cuatro homicidios.
La voz se quebró a uno de ellos. ``Ojalá el señor Presidente oiga esto y sepa que están metiendo a gente inocente'', dijo entre sollozos. ``Así como las señoras de la Buenos Aires se sienten mal, que vean que no somos nosotros los culpables de haber asesinado a sus hijos, que no nos traten de inculpar una cosa que no hicimos''.
No es el único que lloró. Un oficial con 29 años de servicio reclamó el mal trato que le brindó la institución a la que prestó su vida. ``Estaba a punto de jubilarme y con esto me pagan... Yo fui un buen policía, incluso a nivel internacional, me seleccionaron para ir a El Salvador... No es justo que me paguen de esta manera; 29 años luchando, sirviendo a la ciudadanía y ahora... Es una vergüenza para mi familia; me enredaron en esta cosa''.
No aguantó más. El policía se derrumbó entre sollozos.
El resto de sus compañeros acusan a la Secretaría de Seguridad Pública de abandonarlos, pues hasta ahora no los ha apoyado en nada. Incluso afirmaron que sus jefes inmediatos les tendieron una trampa para detenerlos el lunes pasado. Por ejemplo, a Guillermo Sánchez López, uno de los detenidos, el comandante del Grupo Especial de Disuasión, Jesús Alonso Alvarez, fue por él al Campo Militar Número 1.
``Me ofreció un aventón al agrupamiento, pero luego se desvió a donde está el Servicio Médico Forense (Semefo), me metió al edificio rosa (la Dirección de Homicidios) y allí los GERI me esposaron y me subieron a una camioneta de seguridad; luego nos trajeron aquí, al reclusorio''.
--¿Les mostraron orden de aprehensión?
Otro de los jaguares intervino: ``Nunca, nunca nos dijeron nada, nomás nos aventaron y con lujo de violencia nos trajeron para acá. Fueron artimañas, nos dijeron que íbamos a declarar''.
--¿Ustedes qué piensan de las familias de las víctimas? Ellos los acusan a ustedes.
--Tienen razón, pero deben entender que nosotros no tuvimos nada que ver en eso. Nos enredaron, nos acusaron de algo que nunca hicimos. Somos inocentes.
Los que fueron encarcelados
Ayer, en el juzgado 19 con sede en el Reclusorio Oriente se dictó auto de formal prisión por el delito de homicidio calificado y abuso de autoridad a los jaguares Guillermo Sánchez López, Alejandro González Olguín y José de Jesús Hernández Sánchez, acusados de participar en la ejecución de tres jóvenes detenidos en la Buenos Aires.
En la misma audiencia ampliaron su declaración preparatoria Esteban Abel Navejas, Ambrosio Cruz Martínez y Samuel Raymundo Cuesta Molina, quienes afirmaron que no estuvieron en la colonia el día de la balacera.
No se presentó a declarar el jefe de los Jaguares, Moctezuma Zepeda Rodríguez, citado como testigo por la defensa de los inculpados. El oficial no recibió personalmente el citatorio y, por lo mismo, no será sancionado.