La Jornada 20 de octubre de 1997

En esa región, insultos y abusos de soldados a damnificados

Juan Manuel Venegas, enviado, Candelaria Loxicha, Oax., 19 de octubre Ť Aquí, en la casa de don Eleazar, improvisada como centro de acopio, ``los huachos están bravos'', dicen los campesinos, quienes cada vez que pretenden acercarse a pedir una despensa, medicamentos o agua, son alejados por los soldados de esta área del centro de Candelaria, completamente acordonada.

``Y si con nosotros son bravos, con nuestras mujeres quieren abusar'', aseguran. ``Con ellas, se quejan varios campesinos, los huachos quieren otra cosa y las buscan para ofrecerles despensas a cambio de meterse con ellas. A las mujeres sí las pasan allá pa' dentro y aunque estén comprometidas (casadas), los huachos les dicen cosas, las quieren pa' ellos y por eso las invitan allá adentro''.

Las propias mujeres cuentan que si no les hacen proposiciones o insinuaciones sexuales las regañan. ``No les podemos decir que nuestros hijos tienen hambre, porque empiezan a decirle a una que es irresponsable que pa' qué tenemos tantos'', dice una mujer de la ranchería de Río Candelaria quien, incluso, ofendida, mejor les devolvió la bolsa con víveres que le habían dado el miércoles pasado. Y enojada agrega: ``a mi comadre, también de Río, hasta la hicieron llorar de tantas cosas que le dijeron''.

--¿Los nombres de estos campesinos y campesinas?

--Se los damos, atajan, pero no los vaya a pasar ni por radio ni por la prensa porque mire usted, aquí todos nos conocemos y los soldados son re bravos con unos. Ellos ya estaban aquí y van a seguir aquí.

Pueden ser Pedro, Martha, Juan , Daniel, puede ser cualquiera de un grupo de 15 hombres y mujeres que contaron esta situación.

Los soldados mandan a los hombres a trabajar: ``Andelens, váyanse de aquí; hagan algo, huevones''. Así nos dicen, nos empujan y nos regañan y nos gritan que en lugar de andarnos quejando, que nos vayamos a trabajar.

``¡Hágame el favor, ¿en que vamos a trabajar ahorita si todo se lo llevó el viento? Además, cuando los ayudamos a trabajar voluntariamente para hacer el puente colgante hecho de bambú para cruzar el Río Candelaria no nos dieron las láminas y las despensas que el presidente municipal (el priísta Pedro Santos Cruz) nos prometió por el tequio'' (jornada de trabajo voluntario).

Ahí estuvimos cuando se nos requirió, ``arriesgando la vida para tener el puente y de nada nos sirvió'', se quejan.

--¿Qué les dijo Santos?

--Que no exigiéramos tanto, que a todos nos iba a tocar ayuda, que tuviéramos paciencia.

En el interior de la casa de don Eleazar, a un costado del mercado de esta localidad enclavada en la sierra sur oaxaqueña a la que sólo se puede llegar caminando o por aire, se alcanza observar la ayuda que de varias partes del país ha llegado a los centros de acopio para apoyar a los damnificados por el huracán Paulina.

Los soldados de la 28 zona militar de Oaxaca sólo saben dar una razón: ``tenemos aquí lo que mandan del aeropuerto de Huatulco. También un poco que nos llega desde Puerto Escondido. Vaya allá; allá le dicen cómo se está repartiendo y lo que hemos entregado en todas las comunidades''.

--¿Ustedes no tienen ningún programa de atención?

--Allá saben todo esto. Por favor, vaya allá, donde están esos programas.

Mientras tanto, los campesinos ya empezaron a buscar lo que les hace falta de comida por sus propios medios. Por todo el camino, de Chacalapa hasta Candelaria, se ven hombres y mujeres cargando en sus espaldas bolsas y costales con lo que pudieron adquirir en San Pedro Pochutla o bien en Chacalapa.

Algunos tuvieron un poco de dinero y compraron un kilo de harina, de frijol o de maíz. Otros recurrieron a familiares o amigos que tienen en Pochutla para pedirles algo; algunos más se endeudaron en las tiendas Conasupo o de Diconsa. Muchos fueron o van a Pochutla, ``a ver si ahí nos dan algo de lo que dicen trajeron para nosotros''.

A lo largo del trayecto todas las personas a las que este reportero acompañó a su paso indicaron que desde el lunes pasado no les están prestando ayuda y que en lugar de estarla esperando, prefiririeron ir a buscarla bajo su propio riesgo, con sus propios medios, y hacer un esfuerzo personal y económico para adquirir lo poco con lo que están acostumbrados a vivir.

Este lunes se cumplen ocho días de que nos dieron una despensa. Se repite y se repite la misma respuesta: ``¡Cuándo cree que nos va alcanzar para una familia!''

Audelia Pérez Pérez, de Los Naranjos: ``mire, la bolsita que nos dieron hace ocho días traía dos kilos de maseca, un kilo de frijol, uno de azúcar y uno de arroz, nada más. ¿A poco cree que todavía íbamos a tener?''

--¿Agua potable en garrafones, no les han dado?

--No; agua tenemos de los arroyos y pozos, nada más la hervimos. Agua tenemos mucha, dice por su parte Erasto Pedro.

Embaraza, en camilla, hasta Pochutla

En el camino a Candelaria, a la altura de la finca El Vergel, de pronto cruza una comitiva de primeros auxilios. Son unos diez campesinos que corren; cuatro de ellos cargan a una mujer tendida sobre una camilla hecha de ramas y varas.

--¿De dónde vienen?, ¿que les pasó?

--Venimos de Miramar; la mujer viene muy mal, está embarazada y ya va a ser el parto.

La carrera sigue.

--¿A dónde la llevan?, ¿por qué no la atendieron en Candelaria?

--El niño viene mal; ella tiene mucha calentura. El niño viene mal y en Candelaria no hay atención médica mayor. Vamos a Pochutla; ahí dicen que hay doctor.

--Pero, ¿qué les dijeron que tiene?

--Nada; no nos la quisieron recibir, pero nos dicen las enfermeras que el niño viene mal y ella está muy grave.

La incomunicación

Son unas 100 pequeñas rancherías y comunidades las que se encuentran incomunicadas por tierra en la Sierra Sur de Oaxaca. Sus carreteras y caminos quedaron destrozados por el paso del huracán Paulina.

En esta sierra, Candelaria es por el momento la única cabecera a la que los campesinos pueden llegar, por lo menos caminando. Sin embargo, al llegar aquí encuentran el mismo problema de escacez, por lo que tienen que avanzar a la cabecera municipal de Pochutla, casi en la costa, para conseguir algo de comida o de ropa.

Pero el camino es largo y peligroso. Cuatro puentes destruidos, enormes grietas en los caminos, profundos arroyos que se tienen que cruzar y la lluvia, que aquí no para, hacen todavía más difícil el trayecto.