Carlos Fuentes
Un día cualquiera
Por ejemplo, el viernes 17 de octubre del presente 1997. El huracán Paulina ha dejado centenares de muertos en el puerto de Acapulco, todos ellos gente apeñuscada en las laderas paupérrimas del riquísimo balneario: años y más años de irresponsabilidad municipal y estatal, de tráfico corrupto con los terrenos y de indiferencia hacia la población: Paulina es sólo la cruz sobre un hacinamiento mortal, uno entre miles en un país rico poblado por millones de pobres. Entretanto, en la ciudad de México, seis jóvenes de la colonia Buenos Aires, presuntos criminales, son liquidados por elementos de la seguridad capitalina, autodenominados jaguares y zorros. Junto con los llamados dinosaurios de la política, México está en trance de convertirse en zoológico o en selva, la inseguridad urbana afecta hoy, sin excepción, a los casi 20 millones de habitantes del Distrito Federal y zonas conurbadas.
Pero, como decía Horacio cada mañana, nil desperandum: las cosas se ponen mejores viajando hacia el sur del continente. En Colombia, Ernesto Samper se agarra de las uñas a una presidencia que ya no puede sostener, mientras guerrillas y contraguerrillas, narcos y políticos corruptos, ejercen el poder real y desangran al país. Hay esperanza: Juan Manuel Santos y Gabriel García Márquez buscan un área de acuerdo entre los antagonistas. Como Samper no puede ofrecer nada en cambio, tilda la acción de complot en su contra.
En Cuba son enterrados los restos de Ernesto Guevara y uno se pregunta cómo reaccionaría, de estar vivo, el intransigente hombre moral al verse convertido, por una parte, en fetiche de la sociedad consumista que detestaba y, por la otra, en santón de una revolución en la que le sería difícil reconocerse. Che Guevara es hoy Chic Guevara en el supermarket global. Y Ernesto Guevara es el santón de una revolución que se lo da todo a una minoría burocrática y se lo niega casi todo a una población mantenida en vilo, sin embargo, por el principal sostén de Castro: la estúpida política norteamericana de bloqueo que le da a Fidel el arma del nacionalismo patriótico y retrasa penosamente una evolución democrática que sólo puede venir del interior de Cuba, nunca desde afuera. A sus antiguos y mortales enemigos, China y Vietnam, EU les da toda suerte de favores económicos. A Cuba, que no ha matado a un solo soldado yanqui, le dan la Ley Helms-Burton. Así y todo, ¿qué diría el Che Guevara de una sociedad revolucionaria que vive del turismo de día y de la prostitución de noche, llama ``mambisas'' a las prostitutas y le niega acceso al pueblo a hoteles, tiendas y restoranes de lujo?
Nil desperandum: en el otro extremo del continente, la momia sangrienta, el general Augusto Pinochet, hace ruidos ominosos ante la mera posibilidad de que los socialistas ganen una elección y sigue ocultando a sus millares de cadáveres que regresan, como el fantasma de Banquo, a pedirle justicia al senil Macbeth chileno. Las tumbas de Pinochet se abrirán, sin embargo, así como las de Videla en la Argentina: cometieron el error de asesinar a unos cuantos ciudadanos de la Comunidad Europea, incluyendo las monjas francesas asesinadas por El ángel rubio de la dictadura argentina, Alfredo Astiz, quien fue agarrado a golpes este mismo 17 de octubre por una de las víctimas de sus torturas.
Las trompadas al tenebroso Astiz ocurrieron en Bariloche, espléndida estación de esquí donde se consumó el amasiato de la Argentina con los Estados Unidos. Digo bien ``la'' y ``los''. Porque al pasar de un deseo de ``relaciones carnales'' con EU a la consumación de ``relaciones carnalísimas'', el canciller argentino Guido di Tella sabe muy bien quién las da y quiénes las reciben. Justificar la sodomización de su patria por la ``potencia hegemónica'' coloca a Di Tella en la misma postura que Laval ante la Alemania nazi. ¿No podían decir los petainistas franceses lo mismo que hoy dicen los menemistas argentinos: ``¿Conviene ser amigo o enemigo de un país que tiene tanta fuerza?''.
Clinton ha recompensado el entreguismo de la que fuese digna patria de Carlos Calvo, Luis María Drago y hasta Enrique Ruiz Guiñazu, elevando a la Argentinita a la calidad de aliado principal dentro de la OTAN. Sagaz e irónico, el presidente estadunidense debe reírse para sus adentros. Sabe muy bien que EU sólo respeta a quienes le hablan de pie y al tú por tú, no a los que le sirven de tapetes. La dignidad suramericana la rescató Fernando Henrique Cardoso, el presidente de Brasil, dándole a Clinton el trato respetuoso pero firme de una nación que se respeta a sí misma. Sospecho que Brasil le ha ganado a Argentina, por este solo hecho, el puesto permanente para América Latina en el Consejo de Seguridad de la ONU.
Mientras tanto, las mismas Naciones Unidas acusan al presidente de Nicaragua, Arnaldo Alemán, de pauperizar aún más a su patria con una política neoliberal que empieza a hacer agua en todo el continente. Ese mismo 17 de octubre -un día cualquiera en la vida latinoamericana- la primera Cumbre Indígena Centroamericana reunida en Tegucigalpa acusó a los gobiernos de la región de practicar un colonialismo interno. José del Val, el ciudadano mexicano que dirige el Instituto Indigenista de la OEA, dijo las palabras finales de esta jornada particular: ``Nuestras democracias seguirán siendo frágiles hasta que no atendamos a los pobres de los pobres''. ¿Será mañana otro día?