La Jornada 21 de octubre de 1997

Paludismo y manipulación priísta de la ayuda en Cuajinicuilapa, Guerrero

Matilde Pérez U., enviada, Cuajinicuilapa, Gro., 20 de octubre Ť En la comunidad de Terreros -una de las más dañadas en este municipio por Paulina- se presentan ya casos de paludismo. A las enfermedades y condiciones insalubres en que viven estas 200 familias se suma la disputa política.

El alcalde de filiación perredista, Andrés Manzano Añorve, se queja: ``las camionetas de la Sedeso, el Ejército, el priísta Mario Navarrete y hasta el edil (del PRI) Mateo Aguirre llegan a repartir despensas, ropa y láminas de cartón sin tomarme en cuenta. Están creando anarquía y resentimientos porque a sus seguidores les dan más que a los otros''.


En Guerrero, Rosibel enferma de paludismo, en espera de
recibir atención.
Foto: Duilio Rodríguez

La denuncia se confirma, una camioneta del PRI es acompañada por una ambulancia de la Secretaría de Salud.

En tanto, los 74 damnificados que perdieron sus casas están hacinados en la comisaría sin las mínimas condiciones de salubridad, y en la escuela quedaron Amalia Rodríguez -de 70 años, quien trepó a un árbol para salvar la vida- y Gloria Oropeza con sus tres hijos, quienes ignoraban dónde podrían alojarse ante la advertencia de que se reanudarían las clases.

Un olor fétido envuelve a la comunidad. Niños semidesnudos y mujeres descalzas tratan de evadir los charcos verdosos; almacenan el agua potable que les llevan en pipas en los viejos y oxidados tambos que rescataron.

A 12 días de que Paulina destruyó sus casas y cosechas, mujeres y niños siguen quejándose de tener ``temperaturas, dolores de huesos y diarreas. ¿Medicina?, sí hay; una enfermera está aquí en el centro de salud, y si vamos nos atiende''. Su principal preocupación es si van a recibir ayuda para construir o reparar sus viviendas y tratar de tener alimentos para su familia.

A su vez, los hombres piden: reconstrucción del bordo que detiene al río -construido hace 20 años y al cual nunca se dio mantenimiento-, ayuda inmediata para volver a colocar los cercos, entrega de apoyos ante la pérdida total del maíz y frijol, reparación del camino y trabajo.

El alcalde sólo alcanza a responder: ``Estoy pidiendo que se reconozca como zona de desastre este municipio''. En Barajillas se destruyeron 43 viviendas y en La Bocana 10, hay comunidades aisladas y todavía no se tienen datos exactos de las pérdidas, dice. Por lo pronto, ya se crearon los comités para el empleo de emergencia en las comunidades Cerro de las Tablas, Cerro del Indio, Comaltepec y El Tizá, en total serán 24 para ofrecer trabajo a los hombres. Se les pagarán 20 pesos por jornal. ``Sé que es poco porque aquí el salario para un peón es de 30 a 35 pesos, pero ese fue el monto que autorizó el gobierno federal'', explica.

Aquí, en este municipio, donde el gobernador Angel Aguirre Rivero avisó con tiempo a sus vaqueros para que resguardaran su ganado ante la llegada de Paulina y por ello, se dice, sólo perdió nueve becerros, el edil Manzano Añorve enumera las pérdidas: 6 mil cabezas de ganado, 20 mil hectáreas agrícolas y ganaderas dañadas totalmente, incluyendo su infraestructura, y caminos rurales intransitables. Advierte que de no aprobarse un apoyo emergente para los campesinos, habrá hambruna.

Con lo que pueden, reparan viviendas

En el municipio de San Luis Acatlán 24 poblados siguen incomunicados; sus habitantes tienen que caminar largas horas para llegar a puntos más cercanos a recoger el apoyo. Pedro Domínguez Nava, secretario municipal, precisó que las comunidades mixteco-tlapanecas aisladas son: Arroyo Cumiapa, Cerro Limón, Pueblo Hidalgo, Buenavista, Río Iguapa, Jicamaltepec (La Montaña), Llano Silleta, Tuxtepec, Cerro Zapote, Potrillo Cuaquiniole, San José Vista Hermosa, Pascala del Oro, Arroyo Mixtecolapa, Tlacalistlahuaca, Xolochóxitl y Cuanacuaxtitlán. Otras que también siguen incomunicadas son: Poza Verde, Miahuichan, Piedra Ancha, El Carmen, Jicamaltepec (El Mango), Loma Bonita, Xentistlahuaca, El Mesón y Los Achiotes.

En un recorrido por las comunidades de Xentistlahuaca, Jicamaltepec (El Mango), El Mesón y Jolochitán se pudo comprobar que las familias utilizaron sus escasos recursos para reparar las viviendas.

En Xentistlahuaca volaron las tejas de los techos de 30 viviendas, y las paredes de la escuela -afectadas por el sismo de 1995- se agrietaron más. A más de una semana del meteoro, los campesinos repararon los techos y paredes porque les ``advirtieron que seguirá lloviendo y es el único lugar que tenemos para vivir''. Su mayor preocupación son las pérdidas de maíz y frijol. ``Todo se pudrió, ¿qué vamos a comer?, se preguntan y también se preocupan porque ``los asaltos van a aumentar'', e inician las narraciones de los robos de jabón, aceite, huevo y hasta de los tres pesos sobrantes después de haber caminado dos horas hasta la cabecera municipal en busca de sus escasas mercancías.

``Sí, nos espantamos con el huracán y buscamos refugio en las casas más sólidas, ahora trabajamos en la reparación del camino, a ver si llegan las camionetas'', dicen y salen con un pequeño morral donde llevan su dieta del día: una docena de tortillas y un pequeño plato de frijoles, el agua la beberán del río. De sus parcelas tratarán de rescatar algunas mazorcas y del frijol ``habrá que esperar la temporada de riego -los que tienen sus tierras cercanas al río- o hasta el próximo temporal'', dicen.

En Jicamaltepec (El Mango), las mujeres han sacado su ropa a secar y los hombres terminaron de reparar techos e incluso colocar piedras de mediano peso o varas gruesas sobre los techos para ``evitar que otro huracán vuelva a destruirlos''.

``¿Viene a ver la razón por la que ustedes están aquí?'', pregunta una de las mujeres al secretario municipal y, ante la respuesta, de inmediato quiere que se tome una fotografía de su vivienda, que fue parcialmente destruida. ``¿Cómo nos van a ayudar?'', insiste.

La misma pregunta se hace en Jolochitán y El Mesón, en esta última, los alumnos de la primaria acuden a un aula provisional construida de varas, sin techo y cubierta con algunas mantas para cubrirlos del sol.

En estas comunidades los cálculos sobre las pérdidas de las cosechas son de 70 por ciento de los cultivos, mientras que los campesinos tratan con picos y palas de reparar el camino que en algunos tramos muestra grandes hundimientos por los deslaves.