La presencia del director alemán Volker Schlöndorff (Wiesbaden, 31 de marzo de 1939), quien estudió en el IDHEC, asistió a realizadores de la talla de Malle, Melville y Resnais; casó y se divorció de la cineasta Margarethe von Trotta, y ha dirigido 28 películas, entre las que destacan: El joven Torless (1965 y 66), La repentina riqueza de los pobres de Kombach (1970), El honor perdido de Katherine Blum (1975), El tambor de hojalata --que obtuvo Oscar a la Mejor Película Extranjera y Palma de Oro ex aequo con Apocalypse now, de Coppola, en Cannes 1979; y Un amor de Swann (1983), transvase de la célebre novela de Marcel Proust cuyos personajes centrales fueron encarnados por Jeremy Irons y Ornella Mutti, Swan y Odette, respectivamente.
Asimismo, realizó El ogro (1995 y 96) en Guanajuato donde, por cierto, asistió a Malle durante la realización de ¡Viva María! hace tres décadas, y en México, precisamente en la Cineteca Nacional, me inspiró este texto acerca de los otros fundadores del joven cine alemán, aquel movimiento de alta ansiedad existencial que surge de los clamores de la rebelión estudiantil de la sexta década, de las cenizas decadentes del ``viejo cine de papá'' y de la conmoción que provocó en los cineastas jóvenes la nouvelle vague francesa, pero también de los trabajos de dramaturgos (Peter Weiss) y novelistas (Günter Grass y Heinrich Boll) de aquella época trascendente en los contextos de las artes rítmicas (música, poesía y narrativa) y visuales (pintura, escultura y cinematografía). Trascendencia que irrumpe en el cine de Alemania occidental mediante el Manifiesto de Oberthausen, elaborado por 26 cineastas fundadores, entre otros, Jean-Marie Straub, Alexander Kluge, Werner Herzog, Hans Jurgen Syberberg, Wim Wenders, Rainer Werner Fassbinder, y desde luego, Volker Schlöndorff.
Acerquémonos a cada uno de ellos: Jean-Marie Straub es el primero en plasmar este espíritu renovador en los fotogramas de No reconciliados (1965), adaptación de la novela Billar a las nueve y media, de Boll. Después vendría Kluge --abogado, novelista y fundador del Kuratorium Junger Deutscher Film-- con un filme de lectura varia y difícil Los artistas bajo la carpa del circo: perplejos, que obtuvo en 1978 el León de Oro de Venecia, premio que vino a alertar a los cinéfilos acerca del renacimiento germano.
Renacimiento que se consolida con trabajos de Herzog (Aguirre, la ira de Dios, sin lugar a dudas la mejor actuación de Klaus Kinski en su carrera; El enigma de Kaspar Hauser, sobre el submundo de la enfermedad; Nosferatu, recreación sonora del microcosmos de terror creado por Murnau en 1922; Woyzeck, exploración impúdica del universo de la mediocridad) que se acrecienta con las obras sobre los ritos sociales y los mitos ideológicos planteados por Syberberg (Ludwig Il: requiem para un rey virgen, Karl May, Winfried Wagner, Hitler, un filme de Alemania) que se extienden por el planeta mediante las cintas de Wenders (Las alas del deseo, a propósito de la agonía del viejo humanismo europeo; París-Texas sobre los cambiantes posibilidades narrativas de la imagen) y que explota con los ácidos fotogramas de Berlin Alexanderplatz articulados por Fassbinder (Bad Wüorishofen 1945-Munich 1982) y sobre el cual su director dijo:
``Sucesión encadenada de pequeñas historias lamentables (13 episodios y un epílogo con una duración de 15 horas) capaces de otorgarnos una conmovedora bitácora de sórdidas acciones, que finalmente vienen a desembocar en un océano de ternura y violencia, de desesperado amor, de obscenas sensaciones...''.
Para concluir, rememoremos tres trabajos de nuestro huésped. Uno, la adaptación de la novela de Robert Musil, El joven Torless gira alrededor de un pensionado para adolescentes y viene a ser premonitorio de la oscura noche del nazismo; el otro, Asesinato y homicidio, recrea el rostro insatisfecho, indiferente, aburrido, de ciertos adolescentes de la época de Adenauer, apoyados en rítmica música pop; y El tambor de hojalata, la simbólica y surrealista narración inspirada en la novela de Grass, armada por Jean-Claude Carriére (guionista de Luis Buñuel), protagonizada por David Bennet (muchacho de 12 años) acerca de un niño que decide dejar de crecer para poder soportar la pesadilla nazi a través del golpeteo arrítmico, infantil, de su tambor y de un grito estentóreo.