Arnoldo Kraus
Las medicinas y los limones
Preocupada por mejorar sus servicios, la Secretaría de Salud ha lanzado una campaña en donde propone --por ahora no es ley-- que los médicos expidan sus recetas haciendo referencia al producto por su nombre químico y no por el comercial. Al público se le explica, por medio de una metáfora, que al comprar una paleta de limón, lo que realmente importa es su contenido --``que sea de limón''-- y no necesariamente la marca. La intención de la secretaría es buena. No lo dudo. De lo que en cambio sí dudo, es de la igualdad entre los limones y de la homogeneidad de los medicamentos. Por eso escribo.
Crear un medicamento es tarea compleja. Muchos fármacos ven la luz después de décadas de ensayos, de incontables horas de trabajo y de grandes inversiones económicas. Estos estudios suelen realizarse en grandes laboratorios, los cuales, por su capacidad y ambición económica dedican parte de sus ganancias para fomentar la investigación. Al comercializarse la molécula, casi sin excepción, puede tenerse la certeza de que su composición es idónea. Años de esfuerzo e investigación garantizan el producto.
Por lo anterior, copiar medicamentos, sin hablar de las cuestiones éticas, no es idóneo ni fácil. Sobre todo en un país como México en donde existen ``demasiados'' laboratorios y en donde el control de calidad probablemente no sea óptimo. Ennumero los puntos críticos en relación a la sugerencia de la Secretaría de Salud.
1. Diversas investigaciones han comprobado diferencias en la calidad del producto original cuando se le compara con las copias hechas por otros laboratorios. Destacan la pureza de las sales, la biodisponibilidad, la caducidad, etcétera.
2. El doctor que recomienda determinada medicina confía, por supuesto, en su acción. Si el enfermo no mejora por la mala calidad del fármaco, el galeno cambiará de producto, modificará su diagnóstico o recurrirá a otro tipo de ayuda.
3. Si el paciente empeora por utilizar medicinas de calidad inferior es entendible que solicite otro tipo de ayuda, ya sea una segunda opinión o por medio de la medicina alternativa. Lo anterior incrementa la posibilidad de iatrogenia.
4. ¿Quién puede asegurar, sin olvidar nuestras fértiles costumbres, que algunos representantes de laboratorios no corromperán a quien vende medicamentos para que favorezca los suyos?
5. Los grandes laboratorios utilizan sus ganancias para promover nuevas investigaciones.
Existen al menos otros tres problemas paralelos que deben discutirse. El primero, y quizá el de mayor envergadura, es la falta de legislación para vender diversos medicamentos sin receta. Son múltiples los ejemplos. Los más comunes para el público son los que se refieren a antibióticos y algunos antidepresivos. En relación a los primeros, desde hace tiempo se ha advertido en contra de la irracionalidad en su uso. El problema de la ``resistencia bacteriana'' --microorganismos que por ser tratados inadecuadamente modifican sus mecanismos de defensa-- se debe en parte al uso indiscriminado de antibióticos y a la autoprescripción. No hay duda de que algunos pacientes se agravan e incluso pueden morir por ese fenómeno.
El segundo se refiere a la combinación de químicos en un solo medicamento. En nuestro medio, tal práctica es frecuente. El origen de la asociación es más irracional y comercial que sabia. Favorece a las compañías y atenta contra el enfermo. En este apartado extiendo, sobre todo, la crítica a diversas trasnacionales que venden combinaciones farmacológicas que jamás se atreverían a distribuir en su país de origen o en el Primer Mundo. Algunos ejemplos son: Dexabión (Merk), Dolo Neurobion (Merck), Ampiclox-D (Sanfer), etcétera. Algunas creaciones nuestras son Artridol (Rimsa), Defensibal (Remir), etcétera. El tercer brete es la irresponsabilidad de algunos laboratorios que sin causas justificadas dejan de distribuir medicamentos. Algunos ejemplos son Leucovorin (Lederle), Azulfidina (ha cambiado varias veces el laboratorio responsable), etcétera.
El entramado anterior es complejo. La solución lo es más. La Secretaría de Salud tiene que lidiar con viejas y malas herencias y confrontar actualidades no fáciles. Las respuestas, difíciles en extremo, deben provenir de la conciencia de los altas jerarcas de la secretaría. ¿Le prescribirían a sus hijos cloranfenicol oral, sin receta médica, para cualquier diarrea? ¿Utilizarían las mezclas irarcionales de esteroides y vitaminas fabricadas por algunas trasnacionales? ¿Están convencidos, por ejemplo, de que la ranitidinas no originales son idénticas a la fabricada por Glaxo? ¿Es válida la autoprescripción de antidepresivos? ¿Cómo concluir?: ni todos los limoneros producen frutos idénticos, ni todos los laboratorios están cobijados por éticas y calidades iguales.