El índice Hang Seng de Hong Kong se derrumbó el día de ayer en 10.41 por ciento -un crac mayor que el que enfrentara en 1987-, produciendo el típico efecto bacará que generan en estos trances los grandes centros financieros del mundo. Hong Kong es la segunda plaza financiera del mundo asiático, después de Tokio. El primer impacto -por así decirlo-, lo resintió el Dow Jones con una caída de 2.33 por ciento, y rebotó obligadamente hacia muchos lares del mundo: el índice de la Bolsa Mexicana de Valores cayó en 4.54 por ciento, con una de sus peores caídas desde febrero de 1995. Brasil cayó 8.15; Perú 2; Venezuela 2.03; Austria 3.1; Bélgica 2.66; Dinamarca 2.31; Francia 3.42; Alemania 4.66 por ciento.
Cuando se habla de "sobrerreacciones psicológicas" se implica que no debiera ocurrir lo que ocurre en el mundo bursátil y financiero, por cuanto no es coherente con el marco macroeconómico objetivo general de la economía. No deja de ser curioso que la esfera especulativa, que justamente no guarda racionalidad inmediata alguna con el mundo de la economía propiamente dicha -el mundo de la producción, la circulación, la distribución y el consumo-, cuando lo hace por la negativa, se lo noten inclusive los propios analistas financieros.
Algunos runrrunes del área asiática aseguran que Pekín habría estado trabajando en la incorporación de algunos controles de los capitales especulativos que entran en grandes cantidades a Hong Kong y que ello habría desencadenado la fuga que viene arrastrando a los demás en cadena. Si embargo, algunas declaraciones de Tung Chee-hwa, jefe del Ejecutivo de Hong Kong, hechas en Londres, podrían dar pistas más ciertas. Chee-hwa dijo que no se usará la devaluación como política para recuperar la competitividad.
Sería entonces la amenaza muy real de una devaluación del dólar de Hong Kong frente al dólar estadunidense la que desató la huida, a pesar de los 25 mil millones de reservas de la isla. La moneda de Hong Kong ha conservado la misma paridad con el dólar estadunidense durante 14 años. Entre tanto la economía cuya índices de productividad industrial han avanzado con mayor rapidez en el mundo ha sido precisamente la de los Estados Unidos. De ahí la pérdida de competitividad de la que habla Chee-hwa.
Pero las cosas en el mundo rapiñoso de la especulación bursátil no son tan inocentes. Alguien pudo haberle dado el empujoncito que le faltaba Hong Kong, para que se iniciara la estampida. Dadas las condiciones de la declinación productiva que se trasluce en las declaraciones de Chee-hwa, el derrumbe del precio de las acciones en la bolsa de Hong Kong estará ahora atrayendo a capitales japoneses, norteamericanos, alemanes (ayudados por la baja que simultáneamente ha operado el Bundesbank en la tasa de interés), y de otros países ricos, para comprar acciones en Hong Kong a precio de remate. Entrar de este modo en el enclave supercapitalista de la milenaria China puede ser un modo de tener muy cerca una fuerza de trabajo de millones y un mundo equivalente de consumidores, según los "visionarios" compradores de los próximos días: China tiene hoy, además, casualmente, la economía cuya tasa de crecimiento es la más alta del mundo.
Entre tanto en México, con todo y sus reales y supuestos éxitos macroeconómicos, la bolsa sufre un crac real con la caída del día de ayer (¿overreaction?): el volumen de acciones negociado ascendió a 145 millones de acciones, superior al volumen que los técnicos mexicanos admiten como límite antes de hablar de crac: 120 millones de acciones. Esto significa en principio que la recuperación de la bolsa puede no ocurrir pronto. Los efectos sobre las otras variables financieras mexicanas del crac de la bolsa mexicana, dependerán en gran medida de cómo jueguen sus fichas los operadores de Banxico. Acaso aumenten las tasas de interés internas -para "defender" la paridad como ancla de la inflación-, con lo cual ¡oh dios de las perversiones globales!, las deudas de muchos mexicanos se encarecerán porque alguien quiere comprar acciones baratas en Hong Kong. Gajes de la globalidad y de los resortes neoliberales.