La Jornada 24 de octubre de 1997

El movimiento del CEU, vigente; se vive una etapa de replanteamiento: dirigentes

Elena Gallegos /II y última Ť Después de hacer una evaluación crítica de la situación por la que atraviesa el CEU, Adolfo Llubere, Inti Muñoz y Fernando Belaunzarán rechazan que el vacío que en algún tiempo dejó el movimiento estudiantil, sea el único factor que permitió el avance del proyecto de universidad ``elitista'' que aplica el rector Francisco Barnés de Castro. Insisten en que con las últimas medidas en contra de los jóvenes --las denuncias penales contra ellos y otros activistas, por ejemplo-- las autoridades evidencian su ``incapacidad'' y su ``intolerancia, y aseguran que, contra lo que se pretende, los jóvenes ``ávidos de participar'', no se desmovilizarán.

--Los rectores José Sarukhán y Francisco Barnés han aplicado muchas de las medidas que hace más de una década anunció Jorge Carpizo. ¿Dónde estaban ustedes? ¿Por qué les disminuyeron la matrícula en los CCH? ¿Cuál es la autocrítica?

Inti, Adolfo y Fernando reconstruyen la historia:

``Fue en 1992 cuando la movilización estudiantil logró detener la pretensión de José Sarukhán de aumentar las cuotas --recuerda Adolfo. En esos momentos el CEU vivía una etapa de relevo en sus cuadros dirigentes. Ahí hubo vacíos. La respuesta no fue tan masiva como en 86-87 contra el plan Carpizo. De ese año a enero de 1994 hay poca participación. Es con el movimiento zapatista que volvemos a salir a las calles''.

``Yo creo que la movilización estudiantil continúa; lo que pasa es que las condiciones son distintas'', repone Inti. ``En 1994 el movimiento se vuelca a los acontecimientos nacionales. Nos despegamos, nos alejamos de la Universidad, pero participamos en muchas iniciativas con los zapatistas y también en el movimiento democratizador que tomaba fuerza en el país. El regreso lo marca el movimiento de los excluidos. Fue precipitado y en condiciones difíciles''.

No tienen empacho en hablar de los reveses: ``Si bien las razones de los excluidos son incuestionablemente justas, de alguna forma perdimos la batalla informativa con la Rectoría''.

--¿Cómo perdieron esa batalla?

--Regresamos de estar metidos en la solidaridad con los zapatistas --explica Inti--. En esos momentos Llubere y otros compañeros efectuaban una huelga de hambre en apoyo a los rechazados y a que la UNAM abriera espacios. Se decide la toma de la Rectoría y las autoridades inician una fuerte campaña de desprestigio. Metidos en la lógica de la toma, fallamos en regresar a los salones a informar.

Los tres coinciden en que el paso siguiente --el movimiento de repudio a las reformas del plan de estudios de los CCH, que se inicia en octubre de 1995-- también fue difícil. Se hizo un referéndum en los planteles y 21 mil de 27 mil jóvenes apoyaron la huelga.

Pero otra vez --relatan-- las autoridades jugaron ``chueco'', lo mismo que ocurrió en el movimiento de los excluidos: anunciaron 40 mil lugares cuando en realidad eran sólo 33 mil en los CCH; detectan que hay 80 grupos fantasmas...

Fernando aporta nuevos elementos: ``Algo que no se pudo hacer, aunque se intentó, fue involucrar a la comunidad universitaria en el problema de los excluidos. No se pudo a pesar de que había argumentos: la instrumentación de una reforma que no tomó en cuenta a nadie. Sí ganamos el debate frente a la opinión pública. El error vino después.

``Cuando vimos que nos habían engañado... Ante la traición de las autoridades a su palabra, reaccionamos mal y caímos en la lógica de la confrontación en la que nos querían meter... Hubo diferencias en el movimiento. Algunos creían que se había ganado terreno porque se dejaron claras las razones de los excluidos y que tratar de imponer cosas por la fuerza nos sería desfavorable. En fin, fue un debate no resuelto.

``Luego vino el conflicto en los CCH, y el error ahí fue que si bien la gente votó en las urnas eso no significó que se involucraran más a fondo en el movimiento. Se fue a la huelga prematuramente porque muchos pensaban que sólo faltaba un empujoncito para que se cayera Sarukhán. Nosotros habíamos heredado del CEU del 86-87 la estrategia de que las decisiones mayores debían tomarse en los momentos de más fuerza. Aquí no esperamos a que el apoyo de masas creciera.

``Esa es mi postura'', repite Belaunzarán. Adolfo explica: ``Ese punto de vista generó conflictos entonces'', y matiza: ``Cuando la autoridad avanza no es por culpa del movimiento estudiantil, ni por sus errores ni por sus virtudes. Se quería romper de tajo con otras visiones éticas y filosóficas de lo que debe ser la Universidad pública y se hizo. La intención de los movimientos (excluidos y CCH) nunca fue tirar al rector''.

--¿Se consideran dirigentes de un movimiento estudiantil derrotado?

--¡No, no! --contestan casi a coro. Inti precisa: ``La huelga del CCH estalló prematuramente. Se dio en condiciones difíciles y de desgaste para el movimiento, terminó dos meses después (diciembre de 1995) con un empate técnico, se creó una comisión que supuestamente instrumentaría una consulta. Pero después de las vacaciones ya no pudimos, en enero de 96, regresar articulados y con fuerza. Aunque no nos queda decirlo, el empate técnico se convirtió en una derrota práctica, pero las autoridades nuevamente no cumplieron con la palabra empeñada''.

Aclara que de eso a que el movimiento haya sido aniquilado hay un largo trecho: ``El CEU sigue siendo una forma de resistencia para los chavos. Lo han declarado muerto una y otra vez y ahí está, vivito y coleando''.

El CEU --coinciden-- sigue siendo un estado de ánimo, un algo que está en el corazón de los estudiantes, un espacio para resistir en las prepas y otras escuelas. Cuando hay imposiciones o problemas de porrismo los chavos los enfrentan organizados como CEU. ``Nosotros mismos nos sorprendemos''.

De ninguna manera se conciben como parte de un movimiento derrotado. Hablan de las aportaciones que hicieron en la difícil coyuntura de 1994 y 1995 al movimiento democrático en el país.

En este punto, Bernardo Bolaños interviene para dar sus argumentos sobre la vigencia del CEU y del movimiento estudiantil y su impacto, pero todos también convienen en que ahora el CEU vive una etapa de relevo y de replanteamiento de estrategia. A fin de cuentas, el modelo de Universidad aún está en disputa.

``A diferencia de 1986-87, y dado que las condiciones cambiaron, el movimiento estudiantil se convirtió en una especie de ONG que denuncia tropelías, corrupciones y traiciones al modelo de Universidad pública y a la función que ésta debía cumplir'', resume Bolaños.

Llubere define: en estos momentos el movimiento estudiantil de la UNAM no tiene una dirección unificada; hay distintas fuerzas, composiciones y colectivos. Se vive un proceso de reflujo.

--¿Qué tan creativos han sido en sus ofertas de participación a los muchachos? ¿Qué hay además de paros o pintas?

--El movimiento estudiantil es mucho más que eso. Ciertamente los chavos están replanteándose sus mecanismos de participación horizontales, transparentes e irreverentes, y de protesta --señalan y hacen un recuento de las cosas que inventaron para cuestionar las decisiones de las autoridades, como el club de fans de Sarukhán o el pinochómetro para el ex candidato panista a la Presidencia, Diego Fernández de Cevallos.