Francisco Vidargas
Nostalgia por una sonrisa

El maestro Mstislav Rostropovich recibe hoy, junto con el violinista Yehudi Menuhin, el premio Príncipe de Asturias de la Concordia, entre cuyos finalistas se encontraba la recientemente fallecida Madre Teresa de Calcuta. Es la primera vez que esta distinción será otorgada a dos músicos, ya que anteriormente la han recibido científicos, estadistas y organismos humanitarios, ecologistas y pacifistas. Suceden en el reconocimiento a Adolfo Suárez y al rey Hussein de Jordania. La ceremonia de entrega será en el teatro Campoamor de Oviedo y recibirán, cada uno de los premiados, 5 millones de pesetas y una escultura de Joan Miró.

La decisión unánime del jurado se dio por el compromiso de los dos artistas ``con las causas más nobles, y por haber contribuido con la universalidad de su música, a la armonía y concordia de los pueblos, además de sus aportaciones a la libertad, la defensa de los derechos de los débiles y de las causas más nobles''.

Para La Jornada entrevistamos semanas atrás al maestro Rostropovich, en la ciudad de Guatemala (14/9/97). Por la premura de entregar a tiempo la nota para ser publicada, se nos quedaron en el tintero muchos datos que dan cuenta de este hombre sin igual. Vale la pena no olvidarlos ahora que se le reconoce su infatigable labor humanitaria y artística, lo mismo visitando zonas marginales de América Latina, que entregando modernos equipos médicos a hospitales infantiles (como lo hizo recientemente en Oremburgo, corazón de los Urales rusos), o bien actuando bajo las columnas romanas de Baalbek, en conmemoración por el retorno de la paz en Líbano. Intérprete de más de 30 conciertos anuales con fines benéficos, vive en total acuerdo con su música y sus ideas políticas de libertad y solidaridad.

Aclamado por compositores, colegas y público, Rostropovich es considerado por el músico español Xavier Montsalvage como ``artista esencial''. Siempre interesado por todo y por todos, asombra en cada recital no sólo por su expresividad musical, pura y bella, sino también por su capacidad de entrega en cada interpretación. A lo largo de su trayectoria profesional, ha formado legendarios tríos de música de cámara con artistas como los pianistas Emil Gilels y Sviatoslav Richter; los violinistas Leonid Kogan, David Oistrach y Anne-Sophie Mutter; además de compositores como Dmitri Shostakovich y Benjamín Britten.

``Intérpretes de gran valor, que brindan su alto nivel técnico, musical y artístico al servicio de una causa común'', es la frase con la cual califica el crítico musical Julian Ribke a la grabación que llevó a cabo Rostropovich en 1983, junto con Rudolf Serkin, de las sonatas para violonchelo de Brahms. Por su parte, Stephen Johnson se cuestiona quién, además del maestro ruso, ``¿podría haber superado las dificultades propiamente titánicas de la Sinfonía concertante, de Prokofiev, del primer concierto para violonchelo de Tchaikovsky o la sinfonía para violonchelo y orquesta de Britten?''.

Las suites de Bach, cuya grabación íntegra realizó en marzo de 1991 en la Basílica de Sainte-Madeleine, en Vezelay, Francia (y que dio a conocer en estas páginas Pablo Espinosa), son para Slava ``lo más amado del mundo porque abren horizontes infinitos''. Asimismo, señala que compositores clásicos como Beethoven y Mozart no están muertos, porque su ``espíritu está siempre donde hay personas para tocar su música y para escucharla. Y eso es lo que les confiere a esos genios una vida eterna''.

En fin, mientras Mstilav Leopoldovich Rostropovich recibe en Oviedo, junto con Yehudi Menuhin (artista neoyorquino de origen también ruso) el premio Príncipe de Asturias de la Concordia, nosotros nos quedamos aquí con el recuerdo y la sonrisa musical de un genio que provoca clamorosas reacciones y una entrañable afectividad.