Con justa razón, los industriales agrupados en la Concamin y la Canacintra han manifestado recientemente su rechazo a la política de Pemex de fijar los precios internos de los energéticos e insumos petroquímicos con base en los precios que rigen en economías como la estadunidense, pues ello inhibe la inversión y eleva injustificadamente sus costos de producción (El Financiero, 20 de octubre).
La lógica que utiliza Pemex para fijar los precios internos de sus productos es sencilla pero perversa, pues significa renunciar a las ventajas comparativas que nos da el poseer hidrocarburos en condiciones de mayor disponibilidad y menor costo frente a otras naciones, entre ellas Estados Unidos. El resultado final de esa política es que el precio de venta interno es mayor que el de exportación; es decir, el mismo producto se vende más caro al cliente local que al cliente del exterior. Con ello, Pemex pone en desventaja al productor nacional frente al productor extranjero y reduce la competitividad de los productos nacionales en el mercado internacional. Frente a ello, lo menos que puede exigirse es que nuestro (?) gobierno dé el mismo trato al productor nacional que al extranjero.
El caso del amoniaco (materia prima para fabricar fertilizantes) ilustra claramente la política de precios que viene aplicando Pemex. Durante 1994, Pemex vendió a los clientes locales su producción de amoniaco a 571 pesos la tonelada, mientras que a los clientes externos lo vendió a 365 pesos la tonelada. (Lo anterior se explica porque al fijar el precio para el cliente local, Pemex toma como base o ``referencia'' el precio del amoniaco en Estados Unidos, al que le suma el costo que significa transportarlo a México, mientras que para fijar el precio al cliente extranjero, al precio vigente en Estados Unidos Pemex le resta el costo de transporte, pues ese cliente viene a recoger el producto a México).
Lo anterior sucede con prácticamente todos los productos que elabora Pemex, sean combustibles o petroquímicos básicos. A todas luces, la política de precios que aplica Pemex resulta equivocada y contraria a los legítimos intereses de la planta productiva nacional. Los industriales y agricultores mexicanos no tienen por qué adquirir los productos que Pemex elabora localmente como si hubiesen sido fabricados en Estados Unidos y traídos al país.
Por diversos medios he insistido en que Pemex puede aplicar una política de precios alternativa, consistente en tomar como base el costo de producción de cada producto (que es más bajo que en otros países), al que se le agregaría un margen de ganancia adecuado, que permita a Pemex pagar impuestos razonables al gobierno y obtener utilidades netas atractivas. De esta forma, sin otorgar subsidios, Pemex estaría en perfectas condiciones de financiar su modernización y expansión con recursos propios, mientras que la planta productiva nacional recibiría precios más bajos de los energéticos e insumos petroquímicos, beneficio que de ser trasladado en cadena a las subsiguientes fases de la producción, provocaría una disminución general en los precios de los productos nacionales. Ello permitiría mejorar el poder de compra de los consumidores nacionales y la competitividad externa de la economía mexicana.