Eduardo Montes
Anticomunismo tardío

El presidente de la Asociación de Banqueros, Antonio del Valle, nuevamente rompió lanzas contra los críticos de la estrategia económica neoliberal, impuesta al país en los últimos 15 años. Con absoluta falta de imaginación, el dirigente bancario afirmó el pasado 16 de octubre que ``el neoliberalismo en México es un mito'' creado por los seguidores de las doctrinas comunistas y socialistas, quienes -según él- al quedarse sin banderas, tras el desplome del socialismo real, ``crearon un monstruo al que llamaron neoliberalismo, para culparlo de los males económicos y la pobreza de los países en desarrollo'' (La Jornada, 10-X-97).

Sin proponérselo o deliberadamente, el señor Del Valle nos metió al túnel del tiempo y nos hizo regresar dos o tres décadas, cuando en plena guerra fría el anticomunismo vulgar era el arma preferida de los hombres del poder político y económico para descalificar a los disidentes, fueran o no militantes socialistas, y demonizar sus posiciones. En el saco de los anticomunistas se metía a todos los opositores o críticos al régimen establecido y a las ideas oficiales. En nombre del anticomunismo se hicieron numerosas barbaridades: una guerra mundial y varias locales; se exportó la contrarrevolución a Guatemala en 1954, a Chile en 1973; se impusieron los gorilatos en los países latinoamericanos; se reprimían huelgas, se llenaban las cárceles de militantes comunistas o demócratas progresistas; los ferrocarrileros en 1959 fueron reprimidos en nombre del anticomunismo y los estudiantes masacrados en 1968.

Como en los años de la guerra fría hoy, cuando el dirigente de los banqueros repite las acusaciones de entonces, su anticomunismo tardío es sólo una coartada para encubrir el verdadero contenido del neoliberalismo, y chantaje para presionar a sus críticos. La realidad, por fortuna, es muy terca. Desaparecida la Unión Soviética y los países del socialismo real, concluida la guerra fría, de la cual subsiste sólo el rescoldo del injusto cerco imperial en torno a Cuba, queda claro que los problemas del capitalismo, la inconformidad y lucha de los pueblos por la libertad, la democracia y la justicia no eran un complot o invención de los socialistas, sino resultado de estructuras generadoras de injusticias, desigualdades, explotación y opresión.

La crítica hoy al neoliberalismo -que además de economía de mercado sin restricción alguna, son cambios estructurales, políticos y sociales para beneficiar al gran capital, sobre todo al financiero- la realizan no únicamente la izquierda radical o los socialistas declarados; procede también de la izquierda moderada del PRD y de los centristas del PAN y el PRI, de los intelectuales más lúcidos, de representantes de los pequeños y medianos empresarios lanzados a la quiebra por los cambios del neoliberalismo realmente existente.

Con su anticomunismo tardío, el jefe de los banqueros impulsa la vasta operación de los ideólogos oficiales y oficiosos, encaminada a imponer como la verdad absoluta el dogma oficial de tecnócratas y grandes financieros. Tiene además un propósito concreto: rechazar cualquier intento de los partidos de oposición de cambiar, así sea moderadamente, la política económica del gobierno. El mensaje del señor Del Valle está dirigido especialmente al PRD y a algunos cuadros del PAN, a quienes se presiona en todas las formas para instalarlos en el realismo, pues según el presidente de la AMB, el doctor Zedillo y los intelectuales orgánicos, no hay más ruta que la neoliberal.

Con esa campaña ideológica se pretende, además, ocultar los desastrosos resultados de 15 años de neoliberalismo. Ciertamente, la economía de mercado -capitalista-, mientras no está en crisis, puede ser eficiente para desarrollar la producción y las fuerzas productivas, pero siempre va a generar empobrecimiento de la mayoría y desigualdades. Llevada a su extremo neoliberal -variedad del capitalismo salvaje-, produce resultados como los anotados por Carlos Tello. ``En 1982 los salarios representaban 42 por ciento de la distribución de la riqueza, y ahora sólo representan 30 por ciento. Los dueños de los capitales elevaron su participación al pasar en esos 15 años de 48 a 57 por ciento'' (La Jornada, 23-X-97). Los datos son contundentes y Carlos Tello no es, que se sepa, seguidor de las doctrinas socialistas.