A juzgar por los resultados preliminares de los comicios realizados ayer en Argentina, el electorado de ese país decidió quitarle al partido de gobierno, el Justicialista (peronista), la mayoría en la Cámara de Diputados y lo castigó duramente en todas las provincias (Estados), incluyendo la de Buenos Aires, y en la capital del país dio el triunfo a la oposición (62 contra 15 por ciento).
Si se tiene en cuenta además que las mismas candidaturas oficialistas en la provincia de Buenos Aires, donde la lucha electoral fue más pareja, representan una oposición a Carlos Menem dentro de su propio partido, la campaña para la renovación presidencial en 1999 coloca al presidente, su grupo y su política, en una situación muy difícil y abre, en cambio, muy buenas perspectivas a la oposición, recientemente unida en la alianza entre los radicales (liberales) y el Frepaso (Frente por un País Solidario, peronistas disidentes), que es ya la principal fuerza política del país.
Aún no es posible disponer de datos precisos de los cambios en la orientación de los votantes y, sobre todo, de las proporciones respectivas dentro de la alianza entre la Unión Cívica Radical y el Frepaso, ni sobre el carácter de los votos oficialistas en las diversas regiones y provincias, pero es ya factible destacar algunas tendencias.
En primer lugar, evidentemente ha pesado más el deterioro de la situación social (sobre todo la desocupación), la protesta contra la corrupción y la exigencia de seguridad para los ciudadanos, que el temor a la pérdida de estabilidad económica y al retorno de la hiperinflación, agitado como arma por el gobierno en nombre de la macroeconomía y de la inserción del país en el mercado mundial. Los mismos que habían votado en la última elección presidencial por Menem con un voto del miedo, conservador, esta vez votaron por el cambio y con la conciencia de que el remedio menemista había resultado tan malo como la enfermedad y debía ser desechado. Este voto, por lo tanto, ha superado los temores anteriores y busca, confusamente, alternativas económicas, sociales y de poder.
El hecho de que la alianza opositora sea heterogénea y en ella predomine un peronismo multifacético que no ha roto con las peores expresiones de su pasado no le quita nada al hecho de que los electores, y en particular los de las capitales en todo el país, sufragaron en contra de un pequeño sector apoyado principalmente desde el extranjero y en favor de un cambio, por un país plural y democrático y por una política con contenido social.
En segundo lugar, y dado el poco tiempo que separa estas elecciones de la presidencial, es posible esperar, en la segunda, un nuevo fracaso del grupo que gobierna en Buenos Aires. Finalmente, no debe pasar inadvertido que entre los perdedores de la jornada de ayer, además del propio Menem, se encuentra la diplomacia estadunidense, la cual tenía en el menemismo un estrecho aliado y una pieza clave --si no es que un caballo de Troya-- para su política hacia América Latina.