BALANCE INTERNACIONAL ¤ Gerardo Fujii
Ronchas

Los principales fallos de la sociedad económica en la que vivimos son su incapacidad para ofrecer pleno empleo y su arbitraria y poco equitativa distribución de la riqueza y de la renta.

J.M. Keynes, Teoría general de la ocupación, el interés y el dinero.

El 20 de octubre de 1997 La Jornada publicó el artículo de Héctor Aguilar Camín ``Crecimiento y equidad'', referido a la conferencia que la Comisión sobre el Progreso Global, encabezada por Felipe González, celebró en Santiago de Chile los días 10 y 11 de octubre. Según Aguilar Camín, la preocupación central de la conferencia fue la búsqueda ``de una perspectiva socialdemócrata, socialista, de izquierda, compatible con las realidades del siglo XXI'', agregando que las ideas allí expuestas sacan ronchas a la izquierda.

Al abordar este problema, inevitablemente se plantea el tema de la relación entre mercado y Estado. El pensamiento de izquierda está asociado al activismo estatal, el que en los países capitalistas desarrollados se justifica por las razones expuestas en la cita de Keynes que encabeza este artículo. La economía de mercado sin regulación estatal opera con elevados niveles de desempleo y, en forma inevitable, tiende a generar una distribución inequitativa del ingreso y la riqueza. La puesta en práctica por parte de los gobiernos de las ideas de Keynes en las décadas posteriores a la segunda Guerra Mundial, fue determinante para que el mundo conociera el periodo más prolongado de elevado dinamismo económico, con bajo desempleo, inflación moderada y una distribución del ingreso que fue cerrando las brechas entre los diversos estratos sociales.

A las razones señaladas por Keynes para explicar la necesidad de la intervención estatal en la economía, se añaden otras específicas para los países en desarrollo. La superación del subdesarrollo exige la promoción del crecimiento industrial, el que es imposible sin el apoyo gubernamental en virtud de la ventaja que los países pioneros tienen en este campo. El dilema real es la protección inicial a la industria o la imposibilidad del despegue industrial.

Las ideas dominantes en la actualidad son diametralmente opuestas. El Estado debe estar fuera de la economía y el mercado debe ser el único determinante de la asignación de los recursos. Pero, en este caso, se deben aceptar como consecuencias inevitables los fenómenos señalados por Keynes. No obstante la gigantesca transformación que han experimentado en las últimas décadas, las leyes básicas de la economía capitalista no se han modificado. De modo que en una economía de mercado no regulada no se pueden conjugar el crecimiento, el elevado nivel de empleo y la equidad. Esto está siendo demostrado por la evidencia empírica de Estados Unidos, de Europa y de los países nuestros.

Por lo tanto, si en realidad se quieren conjugar crecimiento económico, alto empleo y equidad, la responsabilidad del Estado en la regulación de la economía ha de ser bastante mayor a la señalada por Felipe González, el que, según Aguilar Camín, limita su papel a la inversión en infraestructura y a la educación. Una estrategia de izquierda no puede basarse en adaptarse pasivamente a las leyes del mercado, como postula Aguilar Camín: ``para cumplir a la vez con su vocación de gobierno y con sus viejos ideales de equidad y justicia, los partidos de izquierda modernos deben empezar por asumir ciertos condicionamientos estructurales del mercado mundial, y actuar en consecuencia para no hacerse vulnerables a sus vaivenes. A partir de ese equilibrio básico, que se obtiene respetando y jugando las reglas financieras y comerciales del mercado, es como han de construirse los Estados de nuevo tipo, `musculosos y sin grasa', como dice el propio González...''. La aceptación de este planteamiento hace completamente utópico el propósito del crecimiento con equidad, cerrando las alternativas a lo que el mundo viene conociendo durante los últimos tiempos: lento crecimiento, elevado desempleo y agudización de la inequidad.

Para la izquierda el desafío consiste en, tomando como marco las transformaciones de la economía, definir una estrategia que al menos modere las consecuencias negativas que son inherentes a una economía de libre mercado, lo que requerirá la redefinición del papel estatal y de un Estado con funciones bastante más amplias de las señaladas por Aguilar Camín.