Este 31 de octubre se cumplen 480 años de que Martín Lutero clavó sus 95 tesis en Wittenberg, documento que marcó el inicio de una ruptura religiosa con la Iglesia católica romana. Al poco tiempo esa ruptura se transformó en política y cultural, y marcó de distinta forma a las naciones que se identificaron con ella o la rechazaron de manera persecutoria. Quien fuera monje agustino, es una figura ajena a la cultura mayoritaria en nuestro país. Esto es así porque nuestra sociedad, como lo dice Octavio Paz, es hija de la Contrarreforma.
En la madrugada del último día de octubre de 1517 Lutero dejó fijado en la puerta del Castillo de Wittenberg un escrito que de inmediato causó encontradas reacciones en quienes lo leyeron. En él, quien era un profesor universitario dejaba constancia de sus críticas al sistema en que operaban las indulgencias papales, y las bases mismas en que se sustentaba el supuesto poder del Papa para disminuir las penas en el Purgatorio. Fue la dura reacción eclesiástica en su contra uno de los principales factores que poco a poco radicalizaron a Lutero, y lo llevaron al rompimiento definitivo con Roma en la Dieta de Worms (abril de 1521). Para entonces ya pesaban sobre él dos bulas del papa León X: Exurge Domine y la Decet Romanum Pontificem; en la primera se condenaban las enseñanzas de Lutero y en la segunda se le excomulgaba. Entre las dos bulas, Martín Lutero redactó un panfleto que por el solo título deja constancia de su combatividad y confrontación con Roma: Adversus execrabilem antichristi bullam.
Como ya referimos, la desidencia de Lutero repercutió mucho más allá del ámbito religioso. Aunque inicialmente fue en ese terreno en el que se dieron los desacuerdos, por haberse suscitado en un contexto en el que la religión cohesionaba lo político y cultural, entonces estas áreas también fueron influidas por las drásticas modificaciones que se dieron en el campo religioso. La unidad de éste fue puesta en cuestión por el doctor en teología que ante la pretensión de la Iglesia católica, y su jerarquía, de ser ellas las monopolizadoras de la fe antepuso unos puntos muy sencillos que a la larga le llevaron a un distanciamiento irresoluble con Roma. Después de un largo peregrinaje intelectual y espiritual, Lutero construyó sus ideas con tres premisas que se conocen como sola fide, sola gratia y sola Scriptura, además de su noción del sacerdocio universal de los creyentes. Estos principios eminentemente teológicos, que en 1529 (segunda Dieta de Espira) se vieron amenazados por la intención de Carlos V de reimplantar el Edicto de Worms, fueron defendidos por los príncipes de 14 ciudades libres con grandes protestas. A partir de entonces a los seguidores del luteranismo se les conoció como protestantes.
En las convicciones teológicas de Lutero estaba implícita la noción del libre examen y la necesidad de democratizar el conocimiento. Cuando en la Dieta de Worms sus inquisidores le exigían que se retractara, el disidente argumentaba que si le demostraban con la Biblia que estaban enseñando falsedades él estaba dispuesto a rectificar sus creencias. En este hecho afirmaba la libertad de estudiar e interpretar las Escrituras por sí mismo, sin la mediación de la hermenéutica oficial y aprobada por el magisterio de la Iglesia católica. En lo que toca a la democratización del conocimiento, Martín Lutero se dio a la tarea de traducir la Biblia al alemán como consecuencia natural de su idea de que cada persona debería ejercer el derecho de leer por propia cuenta lo contenido en los escritos bíblicos. La traducción de Lutero fue un instrumento de gran eficacia para la alfabetización del pueblo germano. El reformador instó a los gobernantes alemanes para que establecieran escuelas en sus territorios. En 1530 escribió el Sermón sobre el deber de enviar a los niños a la escuela, referente que no puede faltar en una buena historia de la pedagogía.
Roland Bainton, que escribió tal vez la mejor biografía de Lutero, dice que el conflicto de éste con la Iglesia católica debe verse como el de la colisión entre la Edad Media y el mundo moderno que estaba naciendo. Y creo que tiene razón porque la polémica del siglo XVI se amplificó cuando la ruptura teológica se extendió a otras esferas de la cultura. Si los ciudadanos podían nombrar a sus líderes y maestros en la fe, Lutero así lo dice en Derecho de la comunidad a elegir a sus predicadores (1523), ¿cómo se les podía negar el mismo derecho en el mundo político? Si las personas pueden discutir libremente y argumentar en lo religioso sus posturas, entonces pueden hacer lo mismo, y con mayor razón, con los asuntos públicos. Tal vez fue el ver esto con claridad lo que llevó a la jerarquía romana de la época a combatir con tanta dureza a Martín Lutero.