La Jornada miércoles 29 de octubre de 1997

Bernardo Bátiz V.
La lección Lankenau

El caso de este robusto banquero que a pesar de su figura inconfundible y claramente visible hasta para un distraído, pudo escapar a la vigilancia no sólo de los veinte o treinta policías que custodiaban su casa sino a la de todas las policías y corporaciones del país, empezando por las de su estado natal, Nuevo León, es una lección en varios campos de la observación social y política de México.

Lo increíble sucede: Lankenau escapa del arraigo domiciliario, se entrega, pero sus hábiles abogados ya consiguieron para ese momento otro amparo por el cual el comprensivo juez de distrito, en severo castigo por escapar, lo condena a otro arraigo domiciliario.

En primer lugar es muy extraño que el poderoso personaje haya tenido a su servicio decenas de abogados, todos de despachos muy cercanos al poder público.

Salvador Rocha es senador y Fernando Gómez Mont ha sido o es consejero de la Presidencia de la República y autor de algunas de las últimas reformas penales que hemos sufrido; ambos encabezan los equipos que defienden al banquero acusado de uno de los fraudes más cuantiosos de los últimos tiempos; al pueblo, a los observadores, no nos queda sino confirmar lo que ya se sabe o se sospecha: las grandes fortunas amasadas al calor del neoliberalismo y de los negocios con el gobierno tienden sus redes y tentáculos hasta espacios de poder insospechados.

No es tolerable, por otra parte, la diferencia abismal que hay entre un modesto ciudadano sospechoso de delinquir, privado violentamente de su libertad y encerrado mientras se averigua si es culpable o no de una pequeña ratería, y el multimillonario indiciado que tranquilamente puede pasar semanas y semanas en su casa a pesar de las acusaciones y la desesperación de los que quedaron en la calle por su culpa, y que finalmente puede escapar en forma por demás sospechosa.

Y si bien es cierto que una de las hipótesis que se han manejado es que burló a la policía a fuerza de dinero --con oro nada hay que falle, decía el Don Juan Tenorio de Zorrilla--, dentro de esa misma hipótesis si de un lado hay autoridades compradas, del otro debe haber abogados o agentes que las compraron, tan corruptos unos como otros.

Algo más que no podemos dejar de mencionar es que nos parece totalmente absurdo que se permita el pomposo ``arraigo domiciliario'' a alguien de quien se sospecha (casi con certeza de que sucederá), que pretende escapar y que para vigilar a una sola persona que disfruta de todas las comodidades y ventajas de estar en su propia casa, se destinan docenas de policías mientras que la inseguridad se enseñorea en las ciudades y carreteras; hasta en materia de persecución a los delitos hay injusticias y discriminaciones: para la delincuencia pobretona, los policletos; para un acusado de estafa a escala multimillonaria, un buen pelotón de los mejores gendarmes de élite.

No cabe duda que a pesar de los esfuerzos de algunas autoridades, la administración de justicia sigue siendo un área oscura de nuestra sociedad y será, sin duda, uno de los puntos que debe tocar muy a fondo la cada vez más urgente reforma del Estado.