Como el presidencialismo mexicano es una institución de facto, ajena al Estado de derecho y sin el apoyo del pueblo por emanar sus titulares de elecciones fraudulentas, para mantenerse, reproducirse y acrecentar en todo lo posible sus zonas de influencia, necesita tanto de apoyos externos derivados de las élites en cuyo beneficio ejerce el poder, cuanto de los apoyos internos que le son indispensables para dominar a las oposiciones.
¿Cuáles son las élites externas que auxilian al presidencialismo? Antes de los años ochenta, la distribución del ingreso era muy favorable a las altas clases empresariales del país, quedando una menor parte en subsidiarias foráneas; después, las cosas han cambiado rápidamente, pues la participación del capital extraño en las finanzas y en la industria y el comercio, le ha dado primacía en el goce de las rentas, debilitando el mercado interno y fortaleciendo el trasnacional. Esta situación explica la alianza de nuestro gobierno con Washington, y deja claro que nuestro empresariado subordinado al de fuera sea un elemento más en los apuntalamientos externos al autoritarismo interno. Además, la dependencia explica la moda neoliberal por cuanto es parte de la globalización continental y extracontinental que ha puesto en marcha el apacible e impositivo Tío Sam.
Sin embargo, la prestancia de Washington no es suficiente. Para garantizar las buenas operaciones trasnacionales, el presidencialismo se asienta en cimentaciones locales. ¿Cuáles son estas principales cimentaciones? Todas las que lo fomentan y desarrollan. Citaremos las sustantivas: a) la libre disposición de los recursos presupuestales, a fin de gastarlos en áreas que lo fortifiquen; b) el dedazo permite la monopolización del poder en todos los niveles ejecutivos, y la transferencia de éste a quien lo proteja y aliente; c) la sujeción del Poder Judicial por el sutil ejercicio de la facultad de nombrar a las elevadas jerarquías jurisdiccionales, aunque no deben olvidarse las rebeliones de los magistrados y sus no alegres consecuencias; d) la subordinación del Legislativo depende de dos factores: el compromiso de muchos de sus miembros con el partido oficial y la inclinación de otros a entregarse a los goces del canto de las sirenas; y e) en lo electoral el presidencialismo se apoya en las actividades del partido oficial; sus estrategias han cambiado desde los tiempos del asalto a las casillas y la persecución violenta de los opositores, o del dominio de las comisiones electorales, hasta las operaciones del voto aclientelado con que se disfraza el sufragio fraudulento, en la inteligencia de que el predominio de una de estas estrategias no excluye cabalmente a las otras. El voto aclientelado supone un mercado de tamaño nacional en donde el votante enajena su libertad a cambio de entregas de dinero, créditos al futuro o doblegándose a las amenazas y la corrupción.
¿Por qué hoy el presidencialismo se siente en peligro? Los hechos están a la vista. En primer lugar, el crecimiento de la conciencia política ciudadana y su inclinación franca hacia la democracia coloca al presidencialismo entre la espada y la pared. Los partidos políticos tienen mucha más fuerza que antes, y esto determinó el segundo hecho alarmante para el autoritarismo: la pérdida de su dominio en la Cámara de Diputados y en el gobierno del Distrito Federal, pérdida que excluirá al Ejecutivo del libro uso del presupuesto, y de su aptitud para que se aprueben las leyes con que enmascara la legalidad de sus actos.
Las reacciones presidencialistas han sido muy diversas, pero la más alarmante es la relacionada con la intensificación de la presencia militar y policial en la vida cotidiana de los mexicanos, y las consecuentes agresiones a los derechos humanos. ¿Hasta dónde puede llevarnos esta conducta ilegitima?, se preguntan las gentes sin hallar entre preocupaciones y alarmas una buena respuesta: ¿habrá alguien que la tenga?