Jaime Martínez Veloz
Presupuesto en chino /I

¿Pueden los diputados incidir en el proyecto económico? Teóricamente, sí. En la práctica de decenios se demuestra que hasta ahora ha sido muy débil su influencia. Veamos un ejemplo: ante la grave situación del campo y los rezagos que afectan a millones de mexicanos se promovió y fue aprobado que en el Presupuesto de Egresos de la Federación para 1997 (artículo 37 del PEF) se hiciera una adición por medio de la cual Hacienda autorizara, en su caso, erogaciones adicionales para aplicarlas a ``...programas de fomento a la producción agropecuaria, a proyectos productivos de desarrollo rural, a proyectos de desarrollo social o a programas y proyectos estratégicos o prioritarios del Gobierno Federal...'' con cargo a excedentes presupuestales varios, excepto los provenientes de las aportaciones de seguridad social. Merced al mismo artículo, el Ejecutivo quedó obligado a informar, dentro del primer semestre de este año, a la Comisión de Programación, Presupuesto y Cuenta Pública de la Cámara de Diputados de los ingresos adicionales obtenidos, así como de los proyectos de asignación presupuestal de los mismos.

Dado que se presupuestó suponiendo precios internacionales del petróleo por abajo del precio al que se vendió el crudo, es evidente que hubo excedentes. En este sentido, la pregunta es ¿dónde fueron a parar éstos? ¿Al pago adelantado de la deuda o, en efecto, a programas para los que estaban destinados?

De cualquier forma, una evaluación de la aplicación de esos excedentes arrojaría resultados insuficientes ante la magnitud de las deficiencias sociales y económicas que no sólo no parecen estarse reduciendo, sino que pueden estar tomando la configuración de una amplia pobreza estructural. Además de lo anterior, existe la impresión de que a pesar de los muchos sacrificios a los que nos hemos visto sometidos nuestra economía sigue siendo muy vulnerable.

Para muestra está el llamado efecto dragón, que en dos días de coletazos nos dejó tasas de interés a la alza y un dólar más caro. El susto y la incertidumbre trajeron a la memoria de muchos el recuerdo de 1987 y de diciembre de 1994. La mula no era arisca.

Ojalá que la impresión que hubiera quedado en estos días es la que trató de transmitir la Secretaría de Hacienda en el sentido de que nuestra economía es más sólida y por eso se recuperó. Sin embargo, la sensación que quedó en los que somos legos en la materia es que tanto la llegada como la retirada del dragón poco tuvieron que ver con nuestras prevenciones y que aún somos muy frágiles ante el ataque de los especuladores nacionales e internacionales.

Más aún, después de ver en estos días cómo las economías que nuestros expertos nos han puesto de ejemplo bailaban al son que manos invisibles les tocaban, muchos nos preguntamos si acaso la globalización, tan ponderada y aparentemente tan inevitable como la muerte, es sinónimo de inestabilidad y especulación salvaje. Estos fenómenos y 15 años de crisis y baja en los niveles de vida debían habernos convencido de que el mercado, a diferencia de otros dioses, no es un dios generoso y ni siquiera justo.

El efecto dragón obligará a revisar el presupuesto, los criterios de política económica y, en general, todo el paquete económico que en los próximos días se discutirá en la Cámara de Diputados a la luz de esta vulnerabilidad. Por lo pronto, siempre preocupado por el bienestar de los millones de mexicanos, el Fondo Monetario Internacional ha aconsejado prolongar las medidas de ajuste y mantener esquemas macroeconómicos estructurales adecuados, cualquier cosa que esto signifique. Esto suena, en nuestra experiencia, a presupuesto público restringido y a dilatar más la recuperación de la microeconomía de las familias. ¿Es así?

Ya el propio secretario de Hacienda aseguró que se han tomado las previsiones necesarias y no debemos dudarlo. Los técnicos de Hacienda saben hacer su trabajo. Y lo hacen tan bien que cada año tejen una red sutil de números y artículos por medio de los cuales se hacen impermeables a las críticas y observaciones de los diputados, que en general sólo alcanzan a emitir algunos enunciados abstractos y condenas acertadas, pero que no logran traducirse en cambios de fondo. Esta maraña y el poco tiempo de que disponen para analizar los documentos que se les envían envuelve a los diputados a pesar de sus esfuerzos por entender contra qué se enfrentan.

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