Un tema recurrente entre los analistas de la realidad de Estados Unidos es la ausencia de información sobre México en los poderosos medios de aquel país. Tuvimos la oportunidad de comentar el asunto con una funcionaria de la oficina de prensa de la Casa Blanca, una conductora de la cadena de noticias por televisión CNN, y el presidente del Freedom Forum (Foro de la Libertad), un espacio de discusión creado por periodistas cuya sede es un enorme y moderno edificio en Arlington, Virginia, a las orillas del río Potomac, que incluye un museo dedidicado por completo al periodismo.
La plática ocurrió durante el lunch que se sirvió al término de una entrevista colectiva y pública conducida por Carol Simpson, de ABC News, con las ganadoras del premio Valor en Periodismo que otorga la Fundación Internacional de Mujeres de Medios, entre las cuales estaba Maribel Gutiérrez Moreno, del semanario El Sur de Guerrero y corresponsal de este diario.
Lo que quiero destacar es que nuestros tres interlocutores contaban con una información amplia sobre la actualidad mexicana. Alguno se preguntaba, por ejemplo, acerca de las consecuencias que tendría el eventual fortalecimiento de los gobernadores del sur del país; que ello iba en detrimento de la fuerza del Presidente de la República, que la opinión pública estadunidense percibe como proclive a la democratización de México, a la que se oponen precisamente aquellos gobernadores.
Otro concluía que, contradictoriamente, el activismo del presidente Ernesto Zedillo en Acapulco se debía a que este puerto había dejado de ser un bastión del PRI.
Lo que uno decía no sonaba a nuevo. Si acaso permitía un mayor contexto. Pero aún así, todos coincidían que en Estados Unidos se sabe muy poco sobre México, lo que se atribuía a una tradicionalmente poderosa corriente aislacionista, que hace aparecer a los estadunidenses como unos auténticos provincianos que viven al día.
La misma gran prensa estadunidense tiene un tono marcadamente local. En la edición del lunes 27, la foto de la primera plana de The Washington Post mostraba a simpatizantes del equipo de futbol soccer, DC United, felices porque su equipo había ganado el campeonato de la liga profesional de ese deporte, con escasos seguidores en Estados Unidos. Al siguiente día, en el mismo diario, a la nota principal a seis columnas sobre la caída de Wall Street como consecuencia del efecto dragón, la acompañaba, a dos columnas a la izquierda, una nota sobre un hombre negro portador del virus del sida que había violado a 11 jovencitas, noticia que tuvo más impacto en todos los noticiarios de televisión que la visita del Presidente de la República Popular China.
Este ejemplo parece que nos habla de la existencia de un país escindido entre una élite preocupada sobre (u ocupada en) las finanzas mundiales y que tiene una amplia información sobre el acontecer mundial, y una masa interesada en los deportes, en la nota roja y en asuntos triviales.
Por lo pronto, mis interlocutores escucharon muy interesados y con puntillosas acotaciones al margen mi rollo de que mientras no se incorpore a los estados del sur al desarrollo nacional, de que mientras prevalezcan las abismales desigualdades sociales y la gran pobreza en esos estados, estará en riesgo no tal o cual política, no tal o cual régimen o sistema de dominación, sino la existencia misma de México como nación independiente.
También decía que debía estar en el interés de Estados Unidos entender las causas que provocan inestabilidad y guerrillas en el sur de México, si no quería tener un vecino en permanente convulsión política. Porque, enfaticé, el pueblo de México no aguantaría que en medio de la injusticia social se fortaleciese un régimen de represión política.
Tenía que hacer alguna referencia a la historia de Estados Unidos, y dije que este país no sería lo que es si en el siglo pasado hubiese prevalecido el interés de las clases dominantes del sur, que en aras de un federalismo querían que se mantuviera el esclavismo; o si se hubiese permitido en este siglo que en los estados del sur estadunidense persistiera la segregación racial.
Aquí, por supuesto, no se trata de ir a una guerra civil, sino simplemente de ejercer un auténtico federalismo. Es decir, que el Congreso acuerde fondos suficientes para el desarrollo del sur, y que vigile que el uso de esos fondos contribuya a mejorar los niveles de bienestar que hagan posible la existencia de hombres libres que se deshagan de los caciques y de políticos corruptos, mediocres e ineficientes que impiden al progreso de nuestros pueblos.