La Jornada domingo 2 de noviembre de 1997

Horacio Flores de la Peña
El credo neoliberal/ I

Tal parece que la ocupación predilecta de la cúpula bancaria es decir tonterías un día sí y otro también. La mayor parte de los banqueros, y no sólo en México, se caracteriza por rasgos comunes: una gran avaricia, un desprecio total por el porvenir del país, y una gran ignorancia y arrogancia que nace tanto de su poder como de la seguridad de que, a pesar de sus malos antecedentes, pueden manejar al gobierno como les da la gana.

El jefe de los banqueros recientemente puso en duda la existencia del neoliberalismo y calificó de comunistas y otras cosas igualmente idiotas a quienes lo contradicen. Esto no me sorprende, para eso lo tienen, para que haga el papel de bufón de la economía, por esto creo que es importante precisar en qué consisten el credo y los diez mandamientos del radicalismo económico de derecha. En términos generales los neoliberales, basados en una ciencia económica primitiva, piden menos Estado e impuestos, desregulación, y sobre todo el respeto de la sacrosanta libertad de mercados y el desmantelamiento de la solidaridad social, que es lo que da coherencia a un país y evita el enfrentamiento interno.

Esa libertad de mercado una y otra vez ha demostrado que es un buen sistema de asignación de recursos a la producción, pero no garantiza el crecimiento de la economía y del empleo; en consecuencia, no garantiza tampoco una mejor distribución del ingreso, para que mediante un mayor nivel de consumo la inversión se vuelva redituable para los empresarios.

A las gentes que piden estas garantías para invertir y a quienes se las conceden es a quienes se llama neoliberales. Es una revolución conservadora, obviamente con bases económicas endebles, más aún que las del liberalismo, y esto ya es decir mucho, y que surgen porque confunden la política con la economía doméstica.

Esto constituye el credo de la economía liberal, y equivale un poco a la ley de la selva, porque una vez que el trabajador no está protegido por el Estado, el capital impera por ser el más fuerte; es un darwinismo muy eficaz para asegurar el triunfo del capital. Sin la legislación social desaparece la clase media porque se proletariza, y los trabajadores caen en una miseria creciente y un desamparo total frente al desempleo, la enfermedad y la miseria y así se van cerrando, lenta pero inexorablemente, los canales de la capilaridad social, económica y política, y se acercan y crecen los del terrorismo y la inseguridad.

La revista francesa Le Nouvel Observateour en su número 1695, presenta en forma muy simple lo que la gente común, pero informada, considera como los diez mandamientos del liberalismo; son muy buenos por su simplicidad y no creo que estén por encima del umbral de entendimiento de los banqueros mexicanos que consideran al neoliberalismo un mito inventado por los comunistas.

Estos son los diez mandamientos de los economistas neoliberales y amigos que los acompañan:

1. Disminuir los gastos y el tamaño del Estado.

2. Combatir la inflación aun a costa del crecimiento.

3. Reducción de los impuestos, sobre todo los que gravan el capital y los ingresos altos.

4. Desarrollo de la seguridad social privada y eliminación de la pública.

5. Eliminación del salario mínimo y de las indemnizaciones por despido.

6. Privatización de las empresas públicas y su venta fácil al sector privado.

7. Establecer y hacer respetar la flexibilidad del mercado de trabajo.

8. Eliminación de las indemnizaciones por despido y de los subsidios al consumo, no así los subsidios al capital.

9. Apertura total de los mercados, mantenimiento del libre cambio de la moneda, y eliminación de las tarifas y restricciones aduanales.

10. Supresión de los monopolios públicos y su traspaso al sector privado.

En el próximo artículo me ocuparé de estos puntos con más detalle.

Una nota final sobre el Pauline financiero: la caída de los mercados es algo en lo que no podemos meter la mano, porque es un resultado directo de la globalización que tanto agrada a nuestros tecnócratas, y mientras estemos en ella no hay remedio. En los movimientos del tipo de cambio sí se pudo hacer algo desde hace tiempo. Se pudo conducir una devaluación gradual y no esperar a que fuera súbita y errática como la que ocurrió, y donde el Banco de México no supo hacer otra cosa que vender dólares, agravando el problema y dándole a los especuladores la oportunidad de comprarlos más baratos. Por fortuna no funcionó.

Si el gobierno permite la inversión extranjera especulativa, es lógico que cuando ésta vende es para comprar dólares y salirse y no quedarse en pesos. Todos los países que intentaron detener una devaluación vendiendo reservas, se quedaron sin ellas y no detuvieron la devaluación. Uno se pregunta por qué los funcionarios del Banco de México no aprenden de los fracasos de otros, o de los suyos, que son muchos, porque el único factor común de las últimas devaluaciones en México son las tonterías del Banco Central y la necedad de su director.