Antonio Gershenson
Las bajas de la Bolsa y del peso

El lunes, y luego con menor intensidad el jueves, bajaron en México la Bolsa de Valores y el peso frente al dólar. En el primer caso, hubo bajas en la Bolsa de buen número de otros países. En el caso del tipo de cambio, no. Es conveniente analizar en qué medida las cosas vienen, en efecto, de fuera, y en qué medida una sacudida externa simplemente hizo aflorar debilidades internas de algunos países.

Un ejemplo: se dice que todo fue, por decirlo así, ``culpa de Hong Kong''. Hace tiempo se usaba el clásico ``hay norte en Veracruz'' para mantener la afirmación de que la de México seguía siendo la ``ciudad de la eterna primavera'', que en realidad ya había dejado de ser, en buena medida gracias a la deforestación de sierras y montañas circundantes. Pero en Hong Kong no hubo devaluación y aquí sí. Otro ejemplo: el jueves, ``por culpa'' de la baja en Hong Kong del 3.7 por ciento, las Bolsas de Sao Paulo y Buenos Aires cayeron más de 9 por ciento, y la de Río de Janeiro, más de 7. En todos estos casos el efecto fue de más del doble que la supuesta causa.

Si bien es cierto que el comportamiento de corto plazo de las Bolsas está sujeto al nerviosismo de algunas personas, también lo es que si una o varias Bolsas han subido de precio demasiado sin un sustento en la economía real, con cualquier sacudida pueden caer. Por otro lado, si el resto de la economía tiene solidez, el fenómeno bursátil tiene un efecto limitado en otras áreas económicas.

La Bolsa de Nueva York había subido a lo largo de años. El índice Dow Jones había llegado, en octubre de 1996, a los 6 mil puntos, duplicando su valor en pocos años. Antes de la baja reciente, ya estaba cerca de los 8 mil. Ni la economía ni el valor de las empresas ni sus utilidades habían crecido en un porcentaje siquiera comparable. En el caso de México y ya después de alzas anteriores, en lo que va del año la Bolsa había subido 54 por ciento. No debe extrañar que bajen estos indicadores.

El dólar estaba barato, y eso se mantenía por un ingreso masivo de dólares al país; pero la balanza comercial pasó a ser negativa desde mediados de este año, y ese tipo de cambio, dependiente en parte de entradas de capital de corto plazo, no tenía solidez. Aunque había en el país un monto nada despreciable de reservas, el culto al dios del mercado llevó a usarlas sólo cuando la baja llegó a ciertos ritmos. De cualquier modo, lo más probable es que veamos una estabilización del tipo de cambio en niveles mayores que los anteriores a estas bajas, pero no tan altos como los que se han llegado a alcanzar por momentos.

¿Por qué en Hong Kong, donde ocurrió primero la baja bursátil, no hubo devaluación? Bueno, es claro que la autoridad no la deseaba, pero también debería serlo que hay condiciones para mantener ese tipo de cambio. Las reservas de divisas de Hong Kong habían llegado, ya en julio, a 82 mil millones de dólares, frente a 57 mil millones un año antes. En este lapso, estas reservas rebasaron a las de Estados Unidos, que pasaron de 74 mil millones a 55 mil millones de dólares. Además, esta ciudad fue devuelta hace poco a China, aunque conserva autonomía en varios aspectos. Y China alcanzó, en junio, reservas por 123 mil millones de dólares frente a 89 mil millones un año antes. No sólo eso, tuvo un aumento de casi 10 por ciento en el producto, de casi 11 por ciento en la producción industrial y una balanza comercial favorable en más de 30 mil millones de dólares, además del flujo de inversión extranjera y con un aumento de precios inferior al 3 por ciento anual. Si consideramos este contexto, podemos explicarnos por qué se aprecian en los mencionados países de América Latina, incluido el nuestro, efectos económicos mayores que donde se iniciaron las bajas bursátiles. También en Estados Unidos, con un crecimiento sostenido, la baja bursátil tuvo un efecto menor en otras áreas de la economía.

Debemos ver las cosas con objetividad y tratar de dar mayor solidez a nuestra economía. No vivimos ninguna catástrofe en lo bursátil ni en el tipo de cambio. Pero más vale aprovechar la experiencia que limitarnos al clásico ``yo no fui''.