Obligó Paulina a oaxaqueños a inventar palabras para describirla
Blanche Petrich, enviada, San Juan Ozolotepec, Sierra Madre Sur, 1o. de noviembre Ť Máximo, un hombre ya mayor que es reconocido en su pueblo, San Juan Ozolotepec, por ser bueno para la plática, define el insólito fenómeno natural que barrió y asoló una vasta franja de la Sierra Madre Sur:
``Esa mujer que vino del mar trajo mucho retumbo, unos vientos tan rápidos como esos que llaman jet, una lluvia que no caía del cielo sino que bajaba en remolinos. Nuestros anteriores nunca conocieron algo así. Conocieron a la culebra que salió de entre los cerros, a principios del siglo, que creció los ríos e inundó los campos (la culebra representa a las deidades del agua en la cultura zapoteca). Pero como esa mujer que vino del mar, Paulina le dicen, nunca vimos''.
Cultivos perdidos en Santo Tomás, municipio de
Santa Catarina Loxicha. Foto: Raúl Ortega
Otilia Juárez Batista, mejor conocida como La China en Santa Catalina Loxicha, asegura que vio directamente a Jesucristo montado en una nube, bajando, eligiendo la Sierra Sur de Oaxaca como el lugar donde habrá de regresar a la Tierra. ``Y me dije: ya no soy de este mundo. No estaba en el pueblo sino en mi ranchito. Me puse un nylon en la cabeza y ya no quise entrar a la casa. Quería ver el fin del mundo. No me dio miedo morir porque nos íbamos a ir todos juntos. Sólo me apenaba que mi cuerpo quedara lejos de los míos''.
Everardo, de ese mismo pueblo, explica que ``fue a traición'' el golpe del huracán, que trepó hasta 3 mil metros de altura y entró más de 100 kilómetros tierra adentro por la región entre Puerto Angel y Pochutla, para encerrarse entre la cordillera y después, con más fuerza, encontrar un corredor de salida hacia el mar para ir arrasando hacia Guerrero. ``No hubo ningún aviso ni de los perros, ni de los pájaros, ni del radio''.
``Un temblor como de agua'', es la descripción de Procesa Ruiz, de la ranchería La Luz.
En San Baltazar, Eliterio salió volando a 10 metros de altura y desapareció entre ``traquidos'' y remolinos de ``algo como humo negro''. Lo apuntaron en la lista de los muertos. Tres días después apareció caminando todo maltrecho. Elías, el de la tienda donde está la caseta de teléfono, le dijo: ``¿A poco no pesas, Eliterio, que te juistes volando como hoja? Ven acá a la báscula''. Pesaba 49 kilos. ``Pero cómo no iba a volar Eliterio si hasta los macahuites (los árboles más recios de la región) sa- lían flotando''.
Mucho más ligera es la Eva, hija de Evenerada Cruz Sánchez. Ella venía de regreso de la secundaria, por el camino, cuando empezaron los vientos.
Sintió que iba a salir volando y se tiró al piso. Arrastrándose se acercó a un árbol y se abrazó a él, fuertemente agarrada durante horas. Así fue como se salvó.
El terror fue para todos
Todos coinciden: a las cuatro de la tarde, hora aproximada en la que el huracán golpeaba las montañas, el mundo se oscureció. Pero encontramos distintas formas de explicar la repentina noche. En Santa Marta Loxicha dicen que fue el remolino de hojas de miles de árboles el que tapó el sol. En San Juan Ozolotepec afirman simplemente que ``el sol se fue''. Allí vieron remolinos de humo negro y amarillo. Pero en Santa Marta refieren nubes de agua blanca, como espuma, dando vueltas a la altura del cielo.
Para todos lo más aterrador fue el ruido. ``Bramaban los cerros con un silbido que no era mineral, como de jet, como el trueno en la cañada, que no se sabía si salía de la tierra o bajaba del cielo, como de máquina''. Y después de la tormenta, el eco de los ríos crecidos que llevaban peñas, troncos, animales muertos, personas.
Para describir el huracán en la sierra la gente inaugura palabras, porque los viejos términos de su vocabulario no alcanzan para explicar lo que ocurrió la tarde del 8 de octubre. Las huellas de los deslaves en los cerros, que parecen arañazos de algún gato enorme, han recibido el nombre de redumbes. Los redumbes desmoronaron pedazos de montaña, se precipitaron dentro de algunas casas matando a sus habitantes, arrastrando muros, vacas y árboles a los precipicios, cortaron los caminos.
David Díaz y un grupo de campesinos de Santiago Xanica salieron a pie de su pueblo, después de dos días de caminata, hasta lo que quedó transitable de la carretera costera a la altura de Huatulco. ``Hasta los que más conocemos las veredas nos perdemos. Es que los cerros se movieron de su lugar'', es su impresión.
Donde había arroyos hay ríos y ``playas'' de laja y arena. Ellos salieron para pedir ayuda y coordinarse con su organización -OIDHO (Organización India de Derechos Humanos de Oaxaca)- para las ta- reas de reconstrucción. Pero muchos salen, igual que ellos, para acarrear sus despensas ``a lomo de ser humano''.
Para poder acarrear más, las familias llevan a todos los hijos, para que cada chamaquito pueda cargar su parte, un kilo de arroz o frijol por niño. En un viaje consiguen lo de una semana para comer. ``¿Cuánto tiempo más podemos seguir así?'', se pregunta David. Lo más urgente, para Xanica, es reconstruir el camino que los conectó con el mundo hace 10 años. Pero no es fácil. Son más de 35 kilómetros que se fueron con la corriente y los redumbes.
A diferencia de otros desastres naturales, como los sismos, este huracán prolongó la agonía y el miedo durante más de cuatro horas. En San Juan Ozolotepec hasta los señores lo reconocen: ningún hombre dejó de llorar de miedo. ``¿Qué otra cosa íbamos a hacer? -dice Máximo- Alzábamos a la virgen del Rosario, la bajábamos. ¿Qué cosa si no?''
El insólito trayecto de Paulina
El huracán Paulina golpeó la costa oaxaqueña entre Puerto Angel y Barra de Colotepec a las 14:59 del miércoles 8 de octubre, con un ojo de 60 kilómetros de diámetro y vientos de entre 190 y 200 kilómetros por hora. Pasó por Pochutla y empezó a ascender la sierra sin perder velocidad, arrasando Pluma Hidalgo, San Pedro Cafetitlán, San Mateo Piñas y Santiago Xanica, pasando el macizo montañoso más alto de la región, el Cordón de las Sirenas, que alcanza 3 mil 150 metros de altura.
Allí trazó un semicírculo, que los pobladores explican como una ``encerrona de vientos'', y continuó dejando una línea de devastación a lo largo de las microrregiones conocidas como los Ozolotepec, los Coatepec y los Loxicha (que comprende cinco municipios: San Agustín, San Baltazar, Santa Catalina, San Bartolomé y Santa Candelaria).
Allí reportan los primeros vientos pasadas las cuatro de la tarde. Del costillar más alto de Santa Catalina, cerro El Jugón, desde donde se divisa a distancia la linea del mar, Paulina empezó su carrera de bajada, nuevamente hacia tierra caliente, con más presión que cuando entró.
El nuevo trayecto, de regreso al mar, arrasó Juquila, Panixtlahuaca, Panaltepec de Valdés, Jamiltepec y Pinotepa, Collantes y Huxcaltepec. De ahí cruzó la frontera guerrerense. Habrá que ver algún día también la geopolítica de ese recorrido que golpeó sin distinción zonas de influencia del PRD y regiones de implantación del EPR.