La Jornada Semanal, 2 de noviembre de 1997
En este Día de Muertos celebramos los cincuenta años de la publicación de Bajo el volcán. La obra maestra de Malcolm Lowry transcurre, precisamente, durante un 2 de noviembre. Conviene recordar que la novela se dio a conocer por primera vez en nuestro idioma gracias a editorial ERA y a la espléndida traducción de Raúl Ortiz y Ortiz. Brindamos por el gran novelista inglés con cartas escritas en México, un revelador ensayo del poeta inglés Stephen Spender y las ilustraciones del pintor mexicano Alberto Gironella.
Aunque la primera estancia mexicana de Malcolm Lowry -de finales de 1936 a principios de 1938- se traduciría en su obra más importante, sin duda fue uno de los periodos más azarosos de su vida. Como se sabe, después de que su esposa, Jan Gabrial, se marchó a los Estados Unidos y Lowry se quedó solo en Oaxaca, sus borracheras se hicieron tan frecuentes que varias veces fue a dar a la cárcel de esa ciudad. Su desconocimiento del idioma y la falta de documentos hicieron aún más compleja su situación, que él atribuía a razones políticas, de ahí que en estas cartas mencione detectives que lo vigilan. Al parecer, como señala Douglas Day, el biógrafo de Lowry, sí lo seguía un detective, contratado por el padre de Lowry para que lo enterase de la conducta de su hijo.
Juan:
Estoy aquí porque hay mucha hostilidad en mi hotel.
Intento trabajar un poco pero mi vida aquí se ve muy limitada por tus detectives,(2) que recorren la calle de un lado para el otro y se paran en la esquina como si no tuvieran nada mejor que hacer que espiar a un hombre que de todas maneras es incapaz de hacer nada y nunca tuvo intención de hacer nada salvo alegrarse y amar y ayudar [...] ayuda era necesaria porque me estoy volviendo loco. No por causa de la bebida sino por Oaxaca.
¿Quieres que me vaya con la impresión de que Oaxaca, la ciudad más encantadora del mundo y en donde viven algunas de las personas más encantadoras, es una ciudad llena de perros y de espías?
Esto es injusto para conmigo pero muchísimo más injusto para Oaxaca.
Los ingleses son bastante estúpidos, pero la estupidez y la hipocresía de tus detectives y los motivos que hay detrás de sus pequeñas y eternas actividades de espías rebasan absolutamente toda criminalidad y estupidez que haya encontrado en el resto del mundo. ¿Acaso estos tipos no tienen nada mejor que hacer que espiar a un hombre que tan sólo quiere escribir poesía? ¡Como si no tuviera suficientes problemas de qué ocuparme!
Pienso muy seriamente que los oaxaqueños se cuentan entre la gente más cortés, dulce, graciosa y decente de todo el mundo. También lo pienso de tu jefe y de ti y de esta hermosa ciudad.
No obstante, el maldito asunto ha crecido hasta convertirse en un problema de suspicacia descabellada.
Incluso hay gente que acampa junto a mi maldita puerta para ver si estoy bebiendo adentro, y por supuesto que es probable que esté bebiendo, porque es muy difícil o se está volviendo muy difícil beber afuera.
Si ahora no bebo una cierta cantidad parece indudable que tendré un colapso nervioso. Si lo tengo, igualmente volveré a encontrarme en esa maldita prisión a la que parezco abocarme casi geométricamente y, como sabes, cuando uno entra allí sobrio, sale borracho.
Casi parecería que tuviera una especie de fijación por ese lugar porque, como el novelista Dostoievski, prácticamente padezco una simpatía patológica por aquellos que hacen lo (que otros piensan que es) incorrecto y se meten en problemas.
Por quien no tengo ninguna simpatía es por el diputado, quien procura, para su propio provecho, explotar las debilidades de quienes son incapaces de ayudarse a sí mismos y que encima les atribuye alguna debilidad moral. Aborrezco esto hasta un grado indecible. No puedo explicarlo.
Y no creo que, para el caso, ningún hombre tenga derecho a legislar sobre una persona que, como yo, ha pagado un precio exorbitante -su casa asaltada, separado de su esposa, en fin, separado de todo-, simplemente por estar en México e imponer sus malditas, estúpidas y reaccionarias razones políticas, cuando se trata de un país que el propio diputado ha saqueado en forma criminal -sabes a qué me refiero, por supuesto. Y por supuesto que es cierto. Tal vez Moctezuma -no la cerveza- no fue mucho mejor que Cortés o Alvarado. Sin embargo ese ya es otro cuento.
A Antonio Cerillo(3)
En un caballo en las montañas
[Oaxaca]
Querido Antonio:
Por el tiempo que ha pasado pensarás que estoy muerto, pero estoy muy lejos de morir y también de todo lo demás.
En verdad fue mucho mejor para todos los involucrados, y especialmente para mí, que me fuera como y cuando lo hice.
Te cuento entre mis amigos pero, como sabes, cuando esta gente, o por lo menos la mayoría de ella, finge preocuparse por el bienestar de una persona, en realidad piensa en algo muy diferente. En realidad, no les importa si vives o mueres. El asunto se reduce a que poseen tan poca cultura o inteligencia que no tienen nada más que decir sobre un hombre que simplemente quiere apartarse de su compañía, y para el caso de toda o casi toda otra compañía.
Hay, desde luego, algunos amigos. Tú eres uno; el señor Waterhouse(4) es otro. Y la gente con la que ahora estoy también es amiga. En un sentido auténtico, muy muy auténtico.
Pero mis nervios no pueden soportar que en la ciudad haya gente a mi alrededor vigilándome. Me gusta tu hotel, tu comida es tan buena como en cualquier otra parte y, con frecuencia, mejor; pero no me agradan los constantes malentendidos, la hipocresía ni el espionaje. Aunque me río de ellos.
Te refieres al mezcal como ``progresión al ratos'',(5) pero créeme, no se necesita beber mezcal para acercarse a las ratas: me basta con salir a la calle diez minutos para descubrir que una me vigila con una ebria expresión de desagrado en el rostro, y hay un hombre o algo que me sigue, cuya similitud con una rata es tan perfectamente asombrosa que a cada rato cambio de sitio nada más para evitar que me contagie la fiebre bubónica.
Sin embargo, no es de estas cosas ni de la justicia ni de la magnífica hospitalidad que se me ha mostrado en tu ciudad de lo que quiero hablar.
El asunto es: me marcho. En unos cuantos días volveré de donde estoy (puedo decir que no es el lugar que indica el sello de correos de esta carta), y me iré tan pronto me sea posible, antes de que nadie tenga tiempo de humillarme con sermones.
Lo que quiero que hagas si eres buen amigo es que conserves cuidadosamente, incluido el pedazo de periódico más maltratado, todo lo que hay en mi cuarto. Sabes, desde luego, que dejé mi pasaporte, etcétera, en mi cajón. Pero también quiero todo lo que hay en ese cajón; posiblemente todo tenga algún valor para mí.
Y, si puedes, deduce de mi carta los días que me ausente así como las comidas, etcétera. Te estaría muy agradecido porque necesitaré mucho dinero -para enviarle a mi esposa, con quien voy a reunirme, y para dejar este país.
Es posible que tenga que esperar a que me llegue el dinero del próximo mes. Si no es así, te pediría que por favor envíes mi correspondencia a Wells Fargo Ltd., Avenida Madero, ciudad de México, y también que te asegures, cuando visites el Banco Nacional de México, de que no se haya quedado estancado algún dinero, como ocurrió antes.
No es necesario que le informes a nadie, salvo a Waterhouse, a quien te rogaría que le interpretes esto, de mi regreso. No harían más que informar a ese príncipe de justicia, el inspector general. Y no es necesario que les digas a mis amigos que crees que me he estado embriagando.
La contraseña solía ser: un poco de vino, un poco de cerveza, pero nada de mezcal.
Tuyo sinceramente
(1)Indígena zapoteco amigo de Lowry que le sirvió de inspiración para los personajes Juan Cerillo, Juan Fernando Martínez y Fernando Atonalzin, que aparecen, respectivamente, en las novelas Bajo el volcán; Oscuro como la tumba donde yace mi amigo, y en el ensayo ``Jardín de Etla''.
Juan Fernando Márquez era un agente del Banco Nacional de Crédito Ejidal y recorría a caballo los pueblos de Oaxaca llevando dinero. En el ``Jardín de Etla'' Lowry cuenta precisamente la ocasión en que acompañó a Márquez en ``uno de sus más arriesgados recorridos, desde Cuicuitlán a Nochixtlán''. Fue durante ese recorrido que Lowry escribió la segunda de las cartas que presentamos.
(2) Lowry habla en sentido figurado, refiriéndose a los detectives mexicanos en general.
(3) Antonio Cerillo era el gerente del Hotel Francia, en Oaxaca.
(4) Amigo de Lowry durante su estancia en México que no ha sido plenamente identificado.
(5) Sic. En español en el original.