José Steinsleger
Administrando el apocalipsis

El sufijo ``ismo'' se emplea para formar sustantivos abstractos sobre nombres propios. Denota doctrina o práctica de principios religiosos (chaman-ismo), filosóficos (platon-ismo), literarios (simbol-ismo), económicos (capital-ismo, social-ismo). Pero no necesariamente lo uno presupone lo otro. Puedo tener capital y no adherir al capitalismo. Y si lo tengo ¿qué impide que adhiera al socialismo?

La teoría más incuestionable acerca de cómo funciona el capital fue obra de un socialista: Karl Marx. Por eso, aunque suene paradójico, su pensamiento teórico está vigente en la práctica de los especuladores de la bolsa de valores que tienen al mundo con el Jesús en la boca. No nos sorprendamos. Marx elaboró una teoría científica del capital con los datos concretos que le llevaron a demostrar cómo funcionaba y qué consecuencias sociales podía engendrar. Sentía la necesidad de enriquecer la teoría de quienes como él, luchaban por la justicia. Por esto, su contribución al conocimiento se detuvo en la explicación de la doctrina destructiva del capital: el capitalismo. Pero Marx investigó el asunto como economista y no como agitador social.

Cuando esto quedó claro acarició, por un momento, la posibilidad de elaborar la contrarréplica del capitalismo: el socialismo ``científico''. No pudo. Mas no porque se murió antes sino porque fuera de lo moral, lo ideológico y lo filosófico ningún dato concreto prefiguraba tal posibilidad. Luchar por la construcción del socialismo, es decir por la dignificación de la especie humana, era urgente y necesario. Planificarlo de antemano, quién sabe. Por lo que entonces, sabiamente, Marx desautorizó a quienes se autollamaban ``marxistas'' diciendo que él no lo era. Como todos los activistas que descreen de la razón especulativa, Marx entendía que sólo la experiencia es madre del pensamiento.

¿Qué asemeja las conclusiones de Marx con los especuladores de la bolsa? No hay más que lo confirmado durante la ``crisis'' de Hong Kong: que al capital sólo le interesa su rentabilidad y su seguridad teniéndole sin cuidado sus efectos políticos y sociales. Por tanto, ni las computadoras, ni el ábaco, ni la bolsa, ni los inversionistas que perdieron, ni Malasia, ni el efecto tequila, tango, samba o dragón, pueden ser chivos expiatorios de los efectos devastadores de una economía regida por un capital librado a la buena de Dios.

El especulador y filántropo George Soros nada nuevo propone cuando sugiere regular aquella voracidad de la que él es paradigma. Pero cuidado. Soros es una correa de transmisión ideológica de su admirado maestro Popper, el otro Karl, herrero de la ``ingeniería consensual'' y el pensamiento neoconservador que niega las filosofías del movimiento al negar que el nazismo fue una de las facetas del capitalismo y al afirmar que el socialismo quedó fagocitado con el estalinismo.

El capitalismo es la ideología reaccionaria del capital y surge de los aspectos negativos de la condición humana. Pero el capital no es ``reaccionario'' pues el socialismo lo necesita. El socialismo también surge de sus entrañas pero para impedir la acción de quienes pulverizan los capitales, enfrentando a todos contra todos y destruyendo a la única inversión válida y sólida, a lo único que puede producir riqueza y... capital. Pero capital real: salud, educación y trabajo.