La Jornada martes 4 de noviembre de 1997

José del Val
El parto del Popocatépetl

La democracia por la que votamos parece empantanarse en un confuso y crispado clima político. Se está haciendo tarde y nuestros operadores políticos, los realmente existentes, los que hoy están, no logran proporcionarnos una imagen coherente de qué nación quieren construir.

Todavía nada que asemeje un pacto de altas miras y honesto pragmatismo entre todas las fuerzas políticas, nada aún que ofrezca a casi cien millones de mujeres y hombres, más de la mitad de ellos muy pobres, el acuerdo básico sobre cuáles son las prioridades nacionales y las propuestas para resolverlas.

Concertaciones y pleitos de cúpulas autosatisfechas frente a los micrófonos y las cámaras de televisión, que confunden las páginas de los diarios con el salón de debates, en fin: una élite política hasta ahora, muy por debajo de lo ofrecido a sus electores.

Sorprende la insólita tranquilidad con la cual dejan pasar los días, las semanas, los meses para enfrentar los grandes problemas nacionales.

¿Qué pasa con la guerra de Chiapas, distinguidos legisladores?

¿Qué están esperando para enfrentar con hombría y decisión esa trágica guerra de los más pobres?

Nos prometieron a toda voz que lo primero que harían después de su ungimiento sería enfrentar y solucionar la guerra de Chiapas. ¿Qué están haciendo?

Se han dedicado a lograr acuerdos de fábula, a jugar al IVA, a acomodarse las dietas, a repartirse las jefaturas de las comisiones, a construir nuevas comisiones investigadoras que centran la atención nacional en la sistematización pueril de los mil rumores que se transforman en pomposas ``líneas de investigación'', y que terminan naufragando patéticamente, en el marasmo del actual poder judicial. Nos anuncian un macro ajuste de cuentas; una gigantesca y diversificada cacería de brujas...

Igual atención les merece la pobreza de millones de mexicanos que las triquiñuelas de un defraudador... en fin compatriotas con fuero, parece que nos preparan el ``parto del Popocatépetl''.

La otrora prominente sociedad civil después de sus 15 minutos de gloria entro en ``sociopausa'', se fue de vacaciones o está preparando cuidadosamente sus presupuestos para el 98.

Los asesores y todos los que convergieron para avanzar en la transformación nacional hoy, con la brújula imantada, ven corroerse las estructuras recién creadas en la envidia, el protagonismo, el sectarismo. Todo mundo espera a que otros den el primer paso y todos desconfían del que lo quiera dar.

Aprovechando los vacíos, un nuevo actor irrumpe pulcro y elegante en la escena nacional. Recién llegado de la ``vatinación'' un nuevo nuncio encandila a la prensa con equívocos cuidadosamente estructurados; como que apoya el condón, pero como que cuestiona la educación nacional, se hace el occiso con las narcolimosnas y lanza piedras por todos lados y ahora, todavía más girito, nos informa que pondrá en orden a la iglesia mexicana, y con la galanura de un Tenorio nos anuncia que subirá a los Altos de Chiapas y bajará a las selvas y las cañadas... otro.

Los que derramaron su sangre para que las cosas cambiaran la ven coagularse convertida en pedestal de oportunistas y nos alertan y conminan, cada vez con más desesperanza.

Con trágico realismo vemos que el lema ``para todos todo y para nosotros nada'' ha sido tomado al pie de la letra y todos están tomando todo y a los indios de México no les está llegando nada.

Los indios de México se fueron a la guerra porque no podían más; las ``causas justas'' que todos reconocieron. Hoy, varios años después, esos mismos indios pueden menos.

Esta larga, tensa y frágil calma chicha está sostenida sobre los leales hombros de ellos, los pueblos indios de México y sobre el indiscutible profesionalismo del Ejercito Nacional, ambos injustamente enfrentados y peligrosamente sometidos y dependientes del exasperante egoísmo, las veleidades y la impericia que han mostrado los operadores políticos en estos años.

Este descomunal abuso de los recursos profundos de la nación, este irresponsable y literal jugar con fuego, es incomprensible: es inmoral.

A este país hoy le falta ética y le sobra política. A este país le sobran analistas y le faltan moralistas. A este país le sobra crítica y le falta proposición. A este país le falta humildad y le sobra soberbia.

En el colmo de las confusiones se llega a pedir: que no se legislen los acuerdos de Chiapas porque no hay condiciones.

Basta ya de miedos y simulaciones. Que el nuevo México empiece ya. Los acuerdos deben ir a las cámaras y se debe legislar.

Los mexicanos estamos orgullosos de nuestros pueblos indios, nadie tiene derecho a escamotearles bajo ningún pretexto sus legítimas autonomías y sus irrenunciables derechos.

Los acuerdos se deben acompañar necesariamente de un Fondo Nacional de Compensación para el Desarrollo de los Pueblos Indígenas, que garantice las condiciones mínimas para la puesta en práctica de la legislación.

Ese Fondo debe estar contemplado en los presupuestos de 1998 y subsiguientes, esos fondos deben salir de algún sitio, al igual que el ``rescate carretero'' y que el ``rescate financiero''.

Hasta el día de hoy en ninguna discusión entre las cámaras y la Secretaría de Hacienda y Crédito Público se menciona nada semejante y nos ``filtran'' que ya casi están de acuerdo en los presupuestos...

Señoras y señores legisladores, no iniciar sus tareas cumpliendo lo que ofrecieron a los pueblos indios de México no será considerado olvido o torpeza, será, ni les quepa la menor duda, lesa traición.