Abraham Nuncio
El grupo Monterrey: teatro y política

Expresión del grupo Monterrey en su ahora doble papel empresarial y político, el escándalo de la fuga y entrega teatrales de Jorge Lankenau Rocha, principal directivo de la empresa financiera Abaco, tiene un significado que desborda el patético episodio.

Tras la de Abaco está la historia de la especulación financiera, el fraude, el despojo y la impunidad que han caracterizado a la implantación del nuevo modelo capitalista en México.

El reciente lunes negro recordó el crack bursátil de octubre de 1987.

Los inversionistas novatos recogían las varas no mucho después de haber lanzado cohetes al registrar la bolsa un boom espectacular en una como celebración del destape de Carlos Salinas de Gortari. Entonces los afectados denunciaron por fraude a varias casas de bolsa. La PGR intervino y de sus investigaciones concluyó que había comisión de delitos; tenía, además, ubicados a sus responsables. Pero no podía ejercitar la acción penal, pues la Ley del Mercado de Valores establecía que para ello la Secretaría de Hacienda debía hacer una solicitud expresa; tal solicitud tardó meses en ser despachada.

En el otoño de 1988, la revista Proceso dio a conocer los nombres de las instituciones de bolsa sobre las cuales había denuncias. Dos eran contra Abaco, ``casa cuyos principales accionistas son Jorge Lankenau Rocha y los hermanos Canales Clariond''.

Aparte de la sanción selectiva que recayó en Eduardo Legorreta Chauvet, propietario de Operadora de Bolsa, nunca más se supo si las denuncias eran o no fundadas, ni si, en caso de serlo, se procedió legalmente contra los responsables.

La doble moral, la justicia discriminatoria --una para pobres y otra para ricos-- y las complicidades de los gobiernos federal y estatal con el capital financiero y sus representantes, que son con quienes muchos de los gobernantes mexicanos hacen negocios, amistad, tratos palaciegos y matrimonios, podrían circunscribirse a las anécdotas recurrentes si no afectaran la vida pública del país.

Cuando el capital hegemónico, en este caso el financiero, se entrevera con el ejercicio del poder, ocurre una grave distorsión: como en el orden feudal, manda quien más tiene. La república se disuelve, con todo y que los banqueros sean elevados al poder por el sufragio efectivo. La democracia se torna oligarquía.

Las leyes electorales vigentes, hechuras del PRI y el PAN, no son menos propicias al poder oligárquico que las elaboradas el siglo pasado por liberales y conservadores.

Hoy, el meollo de que sean los ricos quienes manden se halla, fundamentalmente, en las campañas políticas. Después de haber sufrido pérdidas millonarias en dólares, según la versión de Eugenio Clariond Reyes, presidente de IMSA, empresa en la que ambos participan como socios, Fernando Canales Clariond advirtió que estaba preparado para costear con su fortuna personal, la campaña en que habría de involucrarse.

Supongo que ese hecho tuvo un impacto positivo en los electores que sufragaron por su candidatura. En Monterrey se ha vuelto moneda corriente la frase: ``Es rico, no tiene necesidad de robar''.

Votar es, con mayor frecuencia de la deseada, un acto ingenuo. A ello contribuyen las campañas políticas. El grueso de la población no advierte que casi siempre se trata de negocios cuyas utilidades habrá de pagar con sus impuestos. Lo que la lleva a convencerse de votar por un partido u otro es la atracción de la propaganda: cómo se ven las cosas y no cómo son éstas.

En México no habrá democracia (la democracia implica igualdad y la igualdad la representación estricta de los intereses del pueblo), aunque haya alternancia en el poder, mientras las leyes electorales propicien que sean los ricos, con exclusión de quienes no lo son, los que puedan pagarse una costosa campaña política como la que protagonizaron los candidatos del PRI y el PAN al gobierno de Nuevo León. Más costosa, desplegada y eficaz fue, justamente, la de Fernando Canales Clariond.

Lo primero con que se tropezó el gobernador panista no fue con los problemas inherentes a su gestión y a una sociedad compleja y desigual, sino con el monto de su fortuna y lo que Abaco significó en su incremento.