Hasta el 5 de diciembre, los actos de corrupción gubernamentales como la mordida, extorsión, trato preferencial, el documento apócrifo y la discrecionalidad dejarán de ser parte de la inercia, un asunto sin importancia y cotidiano. A partir del día siguiente, cada ciudadano extorsionado se convertirá en un activo propagandista de que ``todo siguió igual'' y si esta opinión se multiplica y generaliza, el nuevo gobierno habrá perdido uno de los valores más importantes: la credibilidad como vanguardia del cambio.
La corrupción tiene en la ciudad extensas cadenas que no cambiarán sólo con buenos deseos o llamados en abstracto a la honradez. La administración gubernamental concentra como valor político y de poder, las facultades discrecionales sobre las cuales está montado el gran edificio de la corrupción en la ciudad y que abarca desde el autotransporte, el abasto, la policía, el comercio, los permisos y licencias, las obras públicas, la basura, la planeación, la contratación de servicios, la gestión administrativa y fiscal, los centros nocturnos, la expedición de licencias de alcoholes, de establecimientos comerciales. Un ejemplo: en la ciudad funcionan con permiso de discoteque sólo dos establecimientos. El uso de los ``amparos'' es pues un rico manjar para abogados, jueces y funcionarios que viven de la ilegalidad y la inseguridad.
Para cambiar esta relación entre gobierno y gobernados se generarán conflictos. ¿Cómo hacer para que sean claros? Un elemento central para impedir confusiones a partir de los conflictos que genere la lucha a fondo contra la corrupción, deberá ser la presencia de la sociedad y su participación activa en la detección y desarticulación de las cadenas de complicidades creadas dentro de la administración del gobierno de la ciudad; la participación social contra la corrupción deberá ser elemento distintitvo de esta política. Si la ciudadanía no está activa a través de sus organizaciones gremiales, profesionales o vecinales, la confrontación entre ``funcionarios que llegan vs funcionarios que se van'' será confusa.
Son muchos los millones de pesos que genera la corrupción. Son muchos los intereses en juego a todos los niveles de la administración a partir del 6 de julio, pero esos intereses no están derrotados y tratarán de preservarse y mantenerse, con todo y cambio de gobierno, bajo la idea de que es el único sistema para sostener la estabilidad de la ciudad y de lo contrario vendría el caos. (Hay quien argumenta que la corrupción es estabilizadora y mantiene la gobernabilidad.) Nubes de inspectores, contratistas, empresas, funcionarios que por décadas se mantuvieron asociados en la tranquilidad del aval presidencial y la falta de observancia social y ciudadana, ahora viven en la incertidumbre y se organizan para resistir la presión del voto del 6 de julio, apostando a quebrar la voluntad y a los funcionarios del nuevo gobierno.
El 6 de julio la ciudadanía voto no por el castigo, sino por el cambio. Es un voto duro, crítico y analítico que medirá los cambios, no con discursos y declaraciones, sino por los hechos, pequeños hechos concretos de la vida cotidiana. La vigilancia se medirá con el transporte, servicios, en la actitud de las oficinas gubernamentales y funcionarios; será un tiempo -tres años en la ciudad- donde la política será la ciencia de lo concreto y no de las grandilocuencias sin sustento. Junto a ello, la ciudad deberá vivir un proceso de reconciliación que los medios de comunicación, que en especial Televisa y TV Azteca han estado combatiendo.
La corrupción de los medios de comunicación y su falta de ética se acerca a las doctrinas del fascismo, pues ahora presenta a la sociedad, el gran agente y protagonista del cambio en el país, como rijosa, peligrosa y delictiva. Estos mismos medios fueron los que durante el sexenio salinista, bajo consigna y provecho propio, hicieron del PRD su objetivo a incluir en la nota roja presentándolo como beligerante y violento. Durante las elecciones fueron el instrumento de la política del miedo, el anuncio del caos si ganaba el PRD y Cárdenas, ¿y ahora? La sociedad es la violenta, la conflictiva, la que se induce a sí misma a la delincuencia. Frente al proceso de democratización, la televisión se ha convertido en un instrumento del fascismo y protector de los peores intereses, y tratará de generar la confusión necesaria para protegerlos.
Para saber qué cambiar y cómo, la sociedad debe saber cómo opera la corrupción y necesitará un jurado popular para conocer los secretos de la ciudad y para que nadie se confunda a la hora de las decisiones profundas en contra de la corrupción y de quienes han vivido política y económicamente de ella. Este jurado deberá integrarlo la sociedad y sus organizaciones a fin de que se haga público el modus operandi de la corrupción y los cambios sean responsabilidad de ella, igual que como asumió su responsabilidad el 6 de julio.