La Jornada 7 de noviembre de 1997

Censuras implícitas a Medina Plascencia en los argumentos de senadores panistas contra el documento Rechaza el coordinador de la diputación blanquiazul que las decisiones de su bancada respondan a directrices de Muñoz Ledo

Elena Gallegos Ť A debate, los cuatro viajes del Presidente -de los que ya sólo le quedan dos- que acaban poniendo del mismo lado en el Senado, aunque por razones totalmente encontradas, al PRI y al PRD.

Y en ese complicado rompecabezas político, el PAN no secunda a sus propios diputados; busca frenar con ello a Porfirio Muñoz Ledo y destantea al PRI, que quisiera hacer lo mismo pero no puede porque significaría tanto como que el presidente Ernesto Zedillo no pueda salir hoy del país. Pese a todo, los tonos suaves, la habitual parsimonia en Xicoténcatl, siguen estando muy lejos de las altas temperaturas en San Lázaro.

Porque aquí aún hay inercias que están por romperse. Cómodos, con su mayoría, a los del PRI parece no sobresaltarlos nada. En tribuna, el senador Carlos Payán habla de Chiapas: del atentado sufrido por los obispos Ruiz y Vera; de la filiación priísta de Paz y Justicia y lo que ese grupo significa, de su directorio militar -con cargos, nombres y apellidos-; de la complicidad en esferas oficiales, y de la amenaza de la guerra.

Payán no sube la voz. Ni falta hace. Para qué, si las senadoras Sonia Alcántara y Lucía Carrasco Xochipa ni se ocupan de lo que en tribuna se desmenuza, atareadas como están en revisar la síntesis informativa.

Para qué interrumpir a Rodolfo Becerril Straffon y Melquiades Morales, que aprovechan el momento para arreglar otros asuntos, o a Esteban Moctezuma, quien tiene que atender constantemente su celular, mientras Guadalupe Gómez Maganda cuenta a quien se deje lo bien que les fue por la mañana en Los Pinos. Cada quien en su rollo. Ujieres, ayudantes, cargaportafolios y voceros invaden el salón. Cuentan por ahí que vienen con las nuevas figuras de peso completo que trae el PRI. Así es en el Senado.

Peor para ellos que sea Irma Serrano, con su ridículo disfraz de torero (ella misma se pitorrea de su vestimenta) y su atropellado verbo -``sí... ya sé que hablo como Cantinflas''-, la que tenga que decirles que está decepcionada porque creyó que era una gloria llegar a Xicoténcatl y ahora se da cuenta de que no es así porque, apoltronados en sus asientos, los legisladores han perdido la capacidad de asombro.

Y sin que estremezca a nadie, no obstante lo terrible de la denuncia, pasa Chiapas por Xiconténcatl. La intervención de Payán se adjunta al punto de acuerdo por petición expresa de Serrano, quien dice que sólo así la conocerán sus compañeros que no le pusieron atención, ocupados como estaban ``en sus asuntos personales''.

La defensa de los de Paz y Justicia -muy deslavada- corre a cargo del chiapaneco Sami David David, quien replica a Payán pidiendo que ``no se hable de autores ahí donde sólo existen presunciones'', y que ``no haya acusaciones sin sustento''.

En su deshilvanada intervención, en la que salta de una cosa a otra -recuerda sus años de cantante de palenques y lanza ataques al gobernador Julio César Ruiz Ferro por los dinerales que da a la prensa chiapaneca- sin atinar nunca a pronunciar correctamente el apellido del secretario de Gobernación, al que en repetidas ocasiones le llama Chuafet, es La Tigresa la que irónica le responde: ``Tu, Sami, eres del PRI de tu tierra. Sabes que estos asesinos... yo te puedo dar, por si se te olvidaron, los nombres''.

Los del PAN ni siquiera se toman la molestia de subir a la tribuna para hacer explícita su posición. Firman el punto de acuerdo que teje el PRI y con eso parece bastarles.

Muy distinto es cuando se pone a discusión la minuta sobre los cuatro viajes del Presidente que la Cámara de Diputados convirtió en dos. Entonces sí, encabezados por el puntilloso Juan de Dios Castro, los panistas se van con toda su batería pesada. En el subtexto de sus intervenciones -el propio Castro abre más el juego-, hay una tácito rechazo a hacerle segunda a Muñoz Ledo. Eso es lo que subyace y por ahí, entre los miembros de su bancada, corre sarcástico el comentario: ``Aquí también manda Porfirio''.

Y en esa frase el golpe más severo se asesta a Carlos Medina Plascencia quien, después de que en comisiones sus diputados aprobaron la minuta tal como la envió el Senado, hizo que el miércoles pasado se tragaran sus votos y terminaran partiendo en dos el permiso a Zedillo. Todo eso, después de que en rápida conversación Porfirio lo convenciera, lo que le ha costado a Medina duras críticas dentro de su partido.

Por eso, en el Senado el PAN parece tomar distancia de ambos y hace un buen número de señalamientos sobre las fallas que contiene la minuta que regresaron los diputados y la poca solidez de los argumentos esgrimidos por la colegisladora. Pide que no se acepte y se devuelva a San Lázaro.

Con el fin de endosarle la responsabilidad al PRD, pilla al PRI con los dedos entre la puerta, porque aunque los senadores del tricolor están furiosos por la manera como Muñoz Ledo maniobró el asunto en la otra Cámara -según sus propias palabras-, tienen que aceptar la enmienda, de lo contrario el Presidente no podrá volar hoy a Venezuela. Y, por supuesto, no quieren ponerse nuevamente en manos del perredista.

Por eso son los priístas los que presionan para que el debate ya no se prolongue más y se salve el punto, pero el PRD contrapone sus razones a las del PAN. Ricardo García Cervantes les machaca que no se puede pasar de una mayoría mecánica a otra: ``Tenemos que imponer una mayoría de razones''.

Castro insiste en que no puede rechazarse todo lo que venga del Ejecutivo sólo para mostrar independencia, y los pica al insinuar que lo que en realidad están haciendo es seguir instrucciones de Muñoz Ledo. En respuesta, Cristóbal Arias, Jorge Calderón, Amalia García y Rosalbina Garavito expresan de distintas maneras su sorpresa por la posición que adoptan los panistas. ``Su falta de lucidez'', define Garavito.

Al final, aunque por tesis muy distintas en este cada vez más complejo panorama político, PRI y PRD aprueban juntos.

Pero en Xicoténcatl, no obstante el peso de las palabras, es muy difícil romper el tedio. Por lo pronto, cómodos con su mayoría, los priístas saben que ésta fue sólo una probada de lo que les espera a ellos y a los otros.

Amador Rodríguez Lozano adelanta -``que no se vaya a interpretar como amenaza''- que éste es sólo el comienzo de lo que vendrá por las distintas composiciones políticas: una Cámara enmendando a la otra.

¡Por fin! -se alegra Amalia García-, el Congreso dejará de ser la Oficialía de Partes del Ejecutivo. Y con muchos escaños va- cíos, la sesión transcurre hasta el atardecer.